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En México no está claro qué haremos. En primer lugar porque el presidente no ha terminado de entender lo que la pandemia implica en salud, economía y sociedad.

Para hacer frente a la emergencia del coronavirus, Alemania ha anunciado un paquete de medidas que equivale a más de 15% de su PIB. En Japón las primeras acciones se proyectan para costar 10% del PIB. Un porcentaje similar es lo que vale el programa de Estados Unidos, 10 por ciento.

En México no está claro qué haremos. En primer lugar porque el presidente no ha terminado de entender lo que la pandemia implica en salud, economía y sociedad. AMLO afirma que hay 400,000 millones de pesos y que con eso basta y sobra “porque no hay corrupción”. No es así. En materia de salud, México deberá reforzar lo que tiene, en infraestructura física y humana. Para ello necesitará un presupuesto adicional multimillonario. Esto ha ocurrido en todos los países. México también deberá acudir a los mercados internacionales a hacer compras de pánico de respiradores, mascarillas y reactivos para pruebas. En caso de conseguirlos, pagaremos caro y en dólares. La producción mundial no alcanza para abastecer una demanda que apareció de la nada y crece día a día.

Calcular el monto de recursos que se necesitarán en materia económica es, en este momento, más tarea de adivinos que de economistas. Ha quedado atrás el escenario más optimista que describía una crisis en forma de V, con una caída rápida seguida por una recuperación también muy rápida. Será una U, una W o, en el peor escenario, tendrá forma de L. De cualquier modo, no será automática ni barata.

En primer lugar, está el reto de la mitigación del daño por la parálisis de la actividad. Es un coma inducido para ganar la batalla de salud, que dejará sin ingresos a millones de personas y en la quiebra a decenas de miles de negocios (si la crisis sanitaria no resulta de duración breve). Las personas necesitan transferencias de dinero. Los negocios pequeños requieren facilidades en el pago de sus obligaciones y créditos blandos. Las grandes empresas necesitarán rescates millonarios.

Más adelante vendrá el reto presupuestal de la recuperación. JPMorgan calcula que la caída en el segundo trimestre para México será de 35% y proyecta una recuperación de 17% en el tercer trimestre. ¿Cuánto costaría reducir la caída de abril a junio e incrementar el crecimiento en el tercer trimestre? La respuesta depende de lo que ocurra en el frente sanitario y del desempeño de Estados Unidos, en economía y salud.

Hablando de costos y presupuesto, México no cuenta con un gran margen de maniobra. Estados Unidos, Alemania, Japón y China pueden gastar fortunas en reconstruir sus economías porque tienen acceso a buen costo a los mercados financieros y cuentan, además, con sistemas fiscales que recaudan con eficiencia.

El gobierno de México no se puede quedar con las manos cruzadas mientras la economía entra en coma, pero no cuenta con recursos suficientes para enfrentar una crisis que podría ser mayor a las de 1982, 1994 o el 2009. Entre las cosas que sí se pueden hacer es cancelar o postergar el Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía y la refinería de Dos Bocas. Hacerlo es necesario, porque liberará recursos que pueden tener mejor uso en otro rubro. Necesario, también como gesto de reconciliación con la realidad de parte del presidente. Necesario, pero no suficiente. En el presupuesto 2020 hay 135,000 millones de pesos para los tres proyectos.

En este contexto, más pronto que tarde tocará discutir opciones como crecer la deuda y tener un presupuesto con déficit. No es lo ideal, entre otras cosas porque hemos tenido experiencias horribles con el endeudamiento y los desequilibrios de las finanzas públicas. ¿Podemos hacerlo de otro modo, como país? ¿Podrán hacerlo bien AMLO y su equipo?