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El formato del debate presidencial planteado por el INE repitió su error de poner a los candidatos a hablar de temas en vez de a debatir.

Xóchitl Gálvez encontró la forma de colarse entre una maraña de preguntas abstrusas para imponer un tono de debate, de crítica y desafío a la candidata oficial Claudia Sheinbaum.

Las filtraciones de Xóchitl a través de la malla insustancial de las “propuestas de gobierno” y las “preguntas ciudadanas” fue lo que le dio al debate tensión, intensidad y atractivo.

Xóchitl mejoró respecto de su actuación en el debate pasado y dejó muda a su contendiente una y otra vez, haciendo más desfavorable para Sheinbaum su frialdad, su rigidez y su estrategia de no moverse, pues según ella va ganando y lo único que tiene que hacer como candidata es no serlo, sino dejar que el río siga su curso, debidamente inclinado por el Presidente a su favor.

En el debate del domingo, Sheinbaum tuvo que hacer además una cosa que no le fue impuesta en el primer debate. Tuvo que defender los logros del Presidente, porque éste lo pidió.

Como no hay mucho que defender, Sheinbaum habló generalidades, dio cifras a granel, la mayoría falsas, y fue el blanco fácil de los golpes de estilete y de martillo de Gálvez.

La cancha donde se juegan estas elecciones está dispareja, trucada a favor de Sheinbaum hasta donde no se puede más. No recuerdo una elección, ni de las épocas de la hegemonía del PRI, con un presidente más ilegalmente puesto a favor de su partido y sus candidatos.

Las dos horas del juego de la sucesión que se jugaron ayer en esa cancha dispareja fueron ganadas por Xóchitl Gálvez, con una goleada.

Pero no apareció todavía, con claridad para el público, el dilema central que se juega en esta elección: continuidad o cambio, autocracia o democracia.

Xóchitl Gálvez ha empezado a dejar claro, pero no de forma contundente, qué va a darle ella a sus votantes, por qué les conviene votar por ella, no en términos de opciones teóricas sino de ventajas prácticas.

Creo que ganó el domingo un espacio de credibilidad y de ánimo para cerrar con fuerza la campaña.