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Sé que se están cruzando apuestas sobre lo que dirá el Presidente en su anunciado discurso del 16 de septiembre sobre la soberanía mexicana frente al T-MEC. La apuesta que atrae jugadores es la que pregunta si habrá o no en ese discurso una amenaza mexicana de retirarse del acuerdo comercial.

Es decir, una definición clara en el sentido de que, si no se aceptan las condiciones de México en materia de soberanía energética, México se retirará del acuerdo vigente para seguir nadando por su cuenta y riesgo en el comercio mundial. Como se sabe, el argumento mexicano es que el capítulo 8 del T-MEC reconoce la propiedad del Estado mexicano sobre sus recursos energéticos y su soberanía total para legislar sobre ellos.

El alegato de Estados Unidos y Canadá es que esa soberanía no puede ejercerse imponiendo condiciones desiguales de competencia a los inversionistas de distintos países.

Esto, ni en el sector energético ni en ningún otro sector. Es la esencia normativa del T-MEC: debe haber piso parejo para inversionistas de los tres países. México no puede hacer, como quiere, que la CFE tenga el 56% del mercado eléctrico y los otros jugadores el 46%. O que el precio de la gasolina de las gasolinerías de Pemex sea más barato que las otras porque el gobierno subsidia las de Pemex y no las de los otros. Lo que México firmó en el T-MEC lo obliga a dar certidumbre en la igualdad de condiciones de competencia acordadas.

México tendrá que cumplir estas condiciones y si no cumple aceptar las sanciones previstas. O echarse para atrás en lo que firmó, desconociendo el tratado y anunciando su decisión de salirse de él.

Y esta es la apuesta que hay en muchas mesas rumbo al 16 de septiembre, día del discurso anunciado: ¿El Presidente dirá que la soberanía mexicana está por encima del T-MEC y que se sale de éste si no se aceptan sus condiciones? ¿O exigirá sólo que se acepten sus condiciones, pero sin hablar de salirse del T-MEC?

La apuesta es si escucharemos en ese discurso una amenaza explícita de abandonar el T-MEC o nada más los fuegos encendidos de un discurso nacionalista.

Creo lo segundo.