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Mr. Donald Trump. Presidente de Estados Unidos de Norteamérica. Domicilio conocido. Washington, D. C.

Señor, sin adjetivos para no ofenderlo: A raíz de la masacre sucedida, la semana pasada, en una carretera entre los estados de Sonora y Chihuahua, entidades que —todavía— forman parte del territorio mexicano, en donde perdieron la vida nueve integrantes de una familia mormona con nacionalidad estadounidense y mexicana; usted ofreció ayudar a México para derrotar al crimen organizado y abatir a “los monstruos” del narcotráfico. En su ofrecimiento expresó: “Estados Unidos está listo, dispuesto y capacitado para involucrarse y hacer el trabajo de manera rápida y efectiva”.

Le agradezco sus intenciones y, a título personal, con la esperanza de que muchos de mis compatriotas se adhieran a la idea acepto la ayuda que usted de manera tan generosa nos brinda para la aniquilación de los cárteles de las drogas, con dos condiciones:

Una, que quede prohibido en Estados Unidos la venta de armas de uso exclusivo del ejército. Que si éstas se tienen que vender, su venta sólo sea al menudeo, a ciudadanos estadounidenses en los establecimientos adecuados. No me haga mucho caso, pero se ha sabido de mexicanos, indocumentados, a los que se les permite comprar lanzagranadas a granel en los Seven-Eleven fronterizos.

Segunda, en su propuesta se nota que trae usted ganas de guerrear cuando expresa: “¡A veces necesitas un ejército para derrotar a un ejército!”. Si con esa frase usted quiere expresar la posibilidad de mandar fuerzas militares a combatir dentro de nuestras fronteras, le doy las gracias y le digo paso. No lo tome a mal, pero es que algo les sucede a sus soldados que cuando se establecen en un territorio tardan tiempo en irse como pasó en Corea y en Vietnam en la segunda mitad del siglo pasado y está sucediendo en Afganistán, Irak, Siria, Yemen, Somalia, Libia y Níger. Si no queremos ser el tercer país seguro, menos queremos ser el octavo invadido.

Le reitero la aceptación de ayuda, pero con un plan que puede beneficiar a nuestras dos naciones. Ahí le va: Sabido es que existe una materia en la que ustedes son fucking great o como diríamos en México: chingones: el Marketing, asignatura que establece, en una de sus reglas elementales, que sin consumidores no hay mercado. Ergo, para desaparecer de la faz de la tierra a los narcotraficantes, como es su deseo, primero hay que acabar con los compradores de drogas.

En su país existen, aproximadamente, 30 millones de drogadictos. ¿Cómo apartar tal cantidad de adictos de las drogas? Primero, a través de los medios de comunicación lograr algo para lo que ustedes son super fucking great —una chingonería—, la persuasión, mediante la publicidad, para que los usuarios sientan la necesidad de dejar las sustancias. Paralelamente, la creación de centros de desintoxicación y rehabilitación con acceso universal y, en algunos casos, obligatorio.

También le recomendaría recurrir al FBI y a la DEA, instituciones que son super mother fucking awesome shit —una chingonería de poca madre— en materia de investigación, para que averigüen quiénes son los capos norteamericanos de las drogas, cómo operan y cómo lavan el dinero, a esos sí écheles a su ejército y acabe con todos ellos. En México, pese a todas nuestras deficiencias y limitaciones, sabemos quiénes son las cabezas del narco, conocemos sus nombres y modos de operar. ¿Cómo es posible que ustedes, tan poderosos, desconozcan cómo se mueve la droga en su país una vez que los malandrines mexicanos la pasan por su —por lo visto— corruptible frontera? Sospecho que son o se hacen pendejos (assholes).

Por último, no se vería mal que usted mandara unos cuantos millones de dólares para que “el nuevo gran presidente de México” (AMLO) implemente un Programa Para el Bienestar de los Capos y Sicarios Desempleados.