Con la relativa excepción de las mujeres, que votan más que los hombres, estos contingentes, y los jóvenes de 18 a 35 años, brillan por su ausencia en las urnas
Conforme avanzó la contienda se hizo claro para la alianza opositora que el enemigo a vencer el 4 de junio era el abstencionismo.
Oí esto de parte de un experto días antes de la elección: Si la tasa de participación en el Edomex superaba 60%, ganaría Alejandra del Moral. Si era menor a 60%, perdería, y a menor participación mayor pérdida.
La participación fue de 49% y la ventaja de Delfina Gómez de 8.3.
¿Con una participación electoral de 60% Morena hubiera perdido la contienda mexiquense, pese a la elección de Estado? Probablemente sí.
La tasa de participación en Coahuila, de 56%, se acercó a 60% y la derrota del oficialismo fue catastrófica.
Pero la elección de Estado en Coahuila ya iba mal desde que el presidente López Obrador no pudo evitar, lo vimos en sus mañaneras, la fuga de candidatos del Partido Verde y el Partido del Trabajo fuera de la alianza oficialista.
Creo que quien ha investigado mejor las elecciones mexicanas desde el punto de vista del abstencionismo es el matemático Carlos Hernández Torres, @mexicobigdata.
Su descubrimiento central es que las mayores tasas de abstencionismo ciudadano se registran, sorprendentemente, entre las clases medias educadas y entre los jóvenes, por igual millenials y generación z.
Si a alguien ha agraviado este gobierno es a las clases medias: burócratas, médicos y paramédicos, universidades y universitarios, ambientalistas, científicos, académicos, expertos, ONG’s, periodistas y mujeres portadoras de diversas causas: madres sin estancias infantiles, sin medicina para el cáncer de sus hijos, buscadoras de desaparecidos, víctimas de feminicidio, violencia y abuso de género.
Con la relativa excepción de las mujeres, que votan más que los hombres, estos contingentes, y los jóvenes de 18 a 35 años, brillan por su ausencia en las urnas.
Si salieran a votar, cambiarían por completo la marea y los números electorales de México.
Pero no han salido, y esa es la asignatura pendiente más sencilla y más complicada de la democracia mexicana: que los ciudadanos salgan a votar masivamente, en vez de entregar el poder a los elegidos por una minoría de votantes, por mayoritarios que parezcan.