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El SAT cobra impuestos muy altos a los combustibles, independientemente del precio de las gasolinas.

La petición de los empresarios de lograr incentivos fiscales para el 2017 es más inocente que los que llegaron a creer que Donald Trump venía a México a arrodillarse ante la Virgen de Guadalupe para pedir perdón por tantas ofensas lanzadas en contra de los mexicanos.

Los privilegios tributarios perdidos con el paquetazo fiscal vigente desde el 2014 difícilmente volverán si tomamos en cuenta que esos recursos adicionales que ha captado la hacienda pública han sido la tabla de salvación ante la caída de los precios del petróleo y de la producción de hidrocarburos de Pemex.

No los van a soltar y hoy sabemos que tampoco van a subir más impuestos, a pesar de que aquel Acuerdo de Certidumbre Tributaria que el gobierno pensó, redactó y firmó en solitario le permitía subir impuestos en casos de contingencia financiera… como el actual.

Ya será cuestión de los legisladores que se atrevan a subir algún impuesto desde el anonimato de las comisiones, las fracciones parlamentarias y la votación masiva desde sus escaños y curules. Por ejemplo, traen en la mira un aumento a los impuestos a las bebidas endulzadas.

No impuestos, pero tampoco incentivos. Lo que hoy sabemos que enfrentará el país durante el próximo año es un presupuesto correctivo. Un paquete bajo en gastos que busque regresar al carril de la disciplina financiera tras los errores de apreciación que llevaron a este gobierno a gastar de más con la esperanza de que las reformas estructurales proyectaran al país a tasas de crecimiento, que en algún momento calcularon a estas alturas del sexenio en 5 por ciento.

Uno de los temas que resultará indispensable impulsar para el gobierno es la liberalización de los precios de las gasolinas. Una razón política simple es que liberar los precios en año electoral no permite al respetable adaptarse y se puede notar más su enojo en las urnas.

Pero un argumento económico es que con los precios controlados como se mantienen hasta hoy, hay pérdidas para el Estado.

No para la Secretaría de Hacienda, que consiguió uno de los cambios fiscales más importantes a partir de este año y fue que los impuestos especiales se fijaran en una cantidad y no en una fórmula que en ocasiones resultaba en una tasa negativa que obligaba a la aplicación de subsidios muy costosos.

Hoy el Servicio de Administración Tributaria cobra los impuestos especiales a los combustibles, muy altos y fijos, independientemente de los precios de las gasolinas.

Pero como este año quedaron topados a 3% de margen de movimiento, quien tiene que pagar hoy la diferencia entre un precio alto internacional y el precio a pie de bomba para los consumidores es Pemex. Y como que esa empresa no está para seguir perdiendo tanto dinero.

Por eso, la batalla real en materia de ingresos estará en lograr la liberación de los precios de las gasolinas que tendrán un precio internacional más 50% de sobreprecio por impuestos como sucede hoy en día.

Pero con la meta, afortunada, de buscar la corrección de las finanzas públicas, la gasolina está muy a la mano para ayudar a echarle dinero al cochinito de la responsabilidad fiscal.