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Cambió el año, pero no cambió el país que teníamos en diciembre pasado: ni en su deriva autoritaria, ni en los desafíos que le plantea 2025.

Asistimos en 2024 a la demolición diligente, cuasi terminal, de nuestra democracia. Faltan un par de reformas del Congreso para que quede instalada en México una dictadura constitucional.

Esto quiere decir que, con la Constitución y las leyes en la mano, el gobierno podrá imponer su voluntad a todos, sin que puedan contenerse legalmente sus decisiones.

Se dice que esa fue la voluntad del pueblo, que eso votaron los mexicanos. Falso. Lo verá quien revise la elección y la postelección de 2024, donde el oficialismo tuvo el 53% de los votos para el Congreso, pero se apropió el 73% de las curules.

Los gobernantes fabricaron así, desde el poder no desde las urnas, unas mayorías calificadas, con las que aprobaron en unas semanas 16 reformas constitucionales, a un paso de terminar la arquitectura legal de una tiranía.

Este es el hecho clave de nuestra vida pública al empezar 2025: la existencia de un gobierno sin contrapesos, que ha borrado a su oposición y se ha otorgado facultades legales autocráticas.

Es un gobierno fuerte frente a su oposición y a su sociedad civil, pero débil frente a los problemas reales del país y frente a las exigencias del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Los problemas reales del país son insolubles en el corto plazo: bajo crecimiento, violencia, corrupción, fragilidad fiscal, pobreza y desigualdad.

Las exigencias que Trump ha puesto sobre la mesa, tomadas literalmente, son insolubles también.

México no podrá detener el flujo migratorio hacia Estados Unidos, ni el tráfico de drogas y fentanilo.

Tampoco podrá aguantar la deportación de millones de migrantes ilegales, ni evitar que Trump imponga aranceles o se salga del T-MEC, si México no acepta sus coacciones.

Trump es un gobernante mucho más poderoso hoy que en su gobierno anterior. Es más imperioso y está más desbordado. No habrá cálculos electorales que lo moderen, porque ya no se puede reelegir. Y tiene ahora un ejército político de altos funcionarios leales que no tuvo antes.

Será un riesgo nacional negociar con él.