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Un virus que ha puesto al mundo de cabeza.

El coronavirus surgió de pronto sin que aún se conozca qué lo origina, sus alcances y cuál es el antídoto que acabe con él. Se extiende rápidamente en tres continentes.
Se habla ya de 100 mil muertes en el mundo a causa de este virus.
Esta epidemia, ya declarada por la Organización Mundial de Salud como pandemia, se ha transmitido con gran rapidez, luego de nacer en China –donde se aisló a 40 millones de personas– llegó pronto a Corea del Sur , Japón, Irán e Italia que cerró sus fronteras y puso en cuarentena a la totalidad de sus habitantes. Ha destapado la caja de Pandora.

Sus efectos mortíferos tomaron por sorpresa a numerosos países y lejos de detenerlo, se sigue propagando debido a que las personas que estuvieron en China viajan a otros destinos llevando consigo este coronavirus. El COVID-19, como fue bautizado por los científicos, de inmediato tuvo efectos colaterales a la pérdida de vidas humanas –lo que ya de por sí es muy grave, sobre todo en población de adultos mayores.
Al originarse en China –la segunda economía más grande del mundo, al mover el 35% del comercio global– deja de proveer millones de artículos, partes y materiales a decenas de países, rompe las cadenas de producción al quedarse las factorías sin los insumos necesarios y en automático las empresas afectadas sufren una caída estrepitosa que se refleja a la vez en el desplome –por lo menos temporal– de las bolsas de valores, lo que también deprecia las monedas.

De otra parte, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) no se puso de acuerdo en la reducción de la producción petrolera y brinca de inmediato, la guerra entre Rusia y Arabia Saudita, abriendo esta última la llave de sus pozos e inunda el mercado con un millón y medio de barriles de petróleo diarios, logrando así que los precios se desplomen en un 31%.

Entonces se abre la caja y manan los sobresaltos. Lo primero es el surgimiento de una epidemia que se declara ya como pandemia y lleva a una emergencia sanitaria mundial. Luego, la caída de los precios de los precios del petróleo. Se caen las bolsas de valores y viene la devaluación de las monedas. La crisis económica y, al parejo, el tema de la exigencia de respeto a los derechos de las mujeres en el mundo.
Mientras tanto en México, el Jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo dice: “la cosa es calmada”, como aludiendo al cómico Clavillazo.

El Presidente Andrés Manuel López Obrador con un simplismo puro, parece no medir las inevitables consecuencias de la pandemia, la crisis sanitaria, para la cual nuestro país no está ni medianamente preparado.

El sistema de salud no está listo por más que lo afirmen. Si todavía hay desabasto de medicamentos en los hospitales públicos, ¿contarán con los paquetes suficientes que se usan para hacer las pruebas y ver si son casos positivos o se descartan del contagio?

¿Existe el número de camas y espacios hospitalarios para atender a los afectados por la epidemia? Lejos estamos de contar con enfermeros robóticos hechos en China para evitar el contagio.

El dato oficial de la Secretaría de Salud es que sólo existen en el país, 11 casos confirmados de coronavirus y 49 en observación y agregan que, hasta tener 100 casos confirmados, se pasará a la fase siguiente que sería el aislamiento. México es un país globalizado y lo que ocurra allende sus fronteras termina por impactarle.

El entorno económico, financiero y sanitario mundial, sin duda, acarreará problemas muy serios a México.

El Presidente López Obrador le apostó al petróleo y, dadas las circunstancias, no le resultó pues el imprevisto desplome de los precios del crudo, su empeño en la construcción de la Refinería de Dos Bocas y, sobre todo, porque muchos de los pozos en producción no son rentables, más las pérdidas que Pemex tendrá de más de 37 mil millones de dólares este año, no da para cumplir con el compromiso.

En este sentido, se tendrían que hacer cambios radicales en la política petrolera y permitir el ingreso de inversión privada nacional y extranjera. El gobierno ya no tiene para seguir invirtiéndole a la empresa petrolera más endeudada del mundo.

La interrupción de las rondas petroleras desalentó a los inversionistas.

Los 110 mil millones de dólares de inversión que hay en el país, por las atractivas tasas de interés que se ofrecen, son capitales golondrinos que ante la volatilidad de los mercados y la incertidumbre de la política económica saldrán del país y además vendrá una mayor depreciación del peso.

El coronavirus romperá las cadenas de abasto si los países proveedores de México se ven atascados al no producir insumos,

El turismo dejará de ser un aportante de divisas, habrá desempleo y las mujeres seguirán insistiéndole al Presidente de la República que las escuche, que implemente políticas públicas que las protejan para que ya no las asalten, las violen y las maten a punta de pistola en la vía pública.

El futuro de México sigue siendo incierto.

No vemos preparativos reales para enfrentar la pandemia de la que no nos libraremos. Existe la certeza del gobierno de que a México no le pasa nada, que está blindado, pero ¿sabemos qué calibre tiene ese blindaje?

¡El COVID-19 vino a abrir la caja de Pandora!

¡Digamos la Verdad!