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Una noche de guardia, una noche cualquiera
Foto de Ana Paula Cámara

Las noches, en la ciudad de las bajas pasiones como reza una canción de Bunbury, suelen ser de dos maneras únicamente, aquí no existen los puntos medios, pueden ser ruidosas, llenas de luz; la ciudad no duerme por el miedo que le produce ser tierra sin ley, los estorbos, esos sonidos que emiten las unidades de todas las corporaciones, cuando deben acudir a alguna situación que ha alterado la buena convivencia social, indican que se debe ceder el paso, que aquí el tiempo si es primordial, es la diferencia entre una evidencia sustentada a un simple resquicio, o pueden ser silenciosas, cuando incluyen “la calma chicha” esa frase coloquial de presagio, que anuncia que se han destapado las cloacas del infierno.

En el laboratorio forense, estamos en alerta siempre, no existen las horas calmas, sabemos que puede sonar el Matra en cualquier momento y debemos subirnos a las camionetas para acudir a procesar algún hecho delictivo, aquí no existe espacio para el titubeo o el desinterés, previamente nos despedimos de nuestra familia, supieron a qué hora salimos de casa, mas no, si nos verán regresar; somos ese eslabón final en la cadena de prioridades del gobierno, eso que debe estar mas no voltean a ver.

Reunir el equipo necesario, no para un evento delictivo que procesar, sino para varios ya que no sabremos qué sucederá, nos preparamos con guantes de nitrilo, overoles y lentes de seguridad, señalizadores, métricas, sobres para evidencias, marcadores de zona, cinta amarilla para delimitar la zona y preservar una escena de crimen, la temida cinta roja que indica que alguien perdió la vida, una brújula, pinzas para recolectar, polvos volcánicos, brochas, líquidos y una lámpara de luz negra para detectar fluidos corporales, una cámara fotográfica, un tripie, todas las horas previas de estudio de la conducta humana en la memoria, la objetividad en los ojos, la claridad mental, las piernas listas para resistir una jornada de hora tras hora, las emociones y el miedo bajo control, la adrenalina instalada para atacar o huir y el compromiso de que no vas a dejar solo a tu compañero sin importar la situación.

Revisar que la unidad que tienes a tu cargo, esté en óptimas condiciones, que la botellita con agua, siga fresca por que no sabes cuándo puedas darle un delicioso trago, alguna barrita de energía para aguantar la probable jornada infame que viene, calcetines extras limpios y secos por que no sabes cuándo deberás cambiarlos para mantener tu temperatura corporal estable, las agujetas de tus botas anudadas, el chaleco puesto y abrochado, ligas para el cabello para evitar contaminar la escena de crimen y también para evitar ponerte en una situación vulnerable en caso de algún ataque, el uniforme impecable por que ante todo eres imagen, el GPS con suficiente batería y la memoria geográfica intacta, tu ubicación espacial puede salvarte la vida ya tu compañero.

Acaba de sonar el Matra, cedan el paso.