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Siguiendo los pasos de Nezahualcóyotl: el Tezcotzinco
El Tezcotzinco. Se ve el Salón del Trono en la base de la montaña. Foto: Enrique Ortiz

El fin de semana pasado tuve la oportunidad de visitar nuevamente uno de los lugares más impresionantes del pasado prehispánico de México, y posiblemente uno de los más abandonados y descuidados por las autoridades. La zona arqueológica se encuentra en el cerro de Tezcotzinco, lugar que popularmente se le ha conocido por siglos como “los Baños de Nezahualcóyotl”.

Este sitio se encuentra a siete kilómetros al oriente de Texcoco, entre los poblados de San Nicolás Tlaminca y San Dieguito Xochimancan. Se trata de un gigantesco complejo construido por el Tlahtoani de Tezcuco, hijo de Ixtlilxochitl, gran chichimecatecuhtli: Nezahualcóyotl (Coyote Ayunador) Acolmiztli (brazo u hombro de puma) Yoyontzin (El que camina amblando) entre el año 1453 y 1460, el mismo que formó la Triple Alianza con los mexicas de Tenochtitlán y los tepanecas de Tlacopan. El mismo que escribió algunos de los poemas más hermosos de la antigüedad mesoamericana.

El Tezcotzinco era uno de los muchos complejos palaciegos con los que contaba el “Rey poeta” dentro de sus dominios, los cuales abarcaban toda la ribera oriental del lago de Texcoco en la cuenca de México, así como una gran cantidad de señoríos conquistados, los cuales abarcaban zonas tan remotas como el actual estado de Veracruz.

Sin embargo este complejo tenía ciertas peculiaridades que lo hicieron único, como por ejemplo, un gran jardín botánico, posiblemente el más antiguo de América del que aún tenemos vestigios.

Posiblemente la palabra palacio no sería la correcta para designar la gran obra arquitectónica que se construyó en el Tezcotzinco, ya que formaba parte del gran sistema de ingeniería hidráulica que proyectó el gobernante de Tezcuco para dotar de agua a sus súbditos y a sus tierras.

Poblaciones como San Miguel Tlaixpan, La Purificación, San Pablo Ixayoc, Tequisquináhuac entre muchos otros contaron con agua potable y para riego por más de 500 años, la cual era traída desde las faldas de la Sierra Nevada a más de seis kilómetros de distancia hacia el oriente.

En dicho lugar se encuentra una pequeña población que ahora se le conoce como Santa Catarina del Monte, la cual cuenta con manantiales de agua cristalina, los mismos que fueron encausados dentro de un gran acueducto que sorteó las depresiones y las elevaciones del terreno para dotar de agua a muchas poblaciones ubicados en la rivera oriental del lago de Tezcuco.

Estuvo tan bien planeado y construido que sobrevivió al paso de los años hasta la consumación del dominio europeo en estas tierras. En aquellos días la obra asombró a los religioso franciscanos y a las autoridades novohispanas, por lo que los acueductos fueron limpiados y reconstruidos para que siguieran cumpliendo con la función por la que fueron concebidos: dotar de agua a la población indígena del oriente de la Cuenca de México.

El acueducto A, el cual alcanza en su punto medio hasta 10 metros de altura, es el que surtió de agua el complejo arquitectónico de recreo destinado para la “élite texcocana”, el cual está ubicado en el cerro de Tezcotzinco.

Con el fin de amortiguar el agua que corre a gran velocidad dentro del acueducto, los acolhuas construyeron una serie de pozas en el cerro contiguo llamado Metecatl. De esta forma su velocidad es frenada para después ser conducida al Tezcotzinco a través de un sistema de canales que rodean el cerro, distribuyendo el agua hacia los cuatro puntos cardinales y dejándola caer en forma de cascadas sobre sus laderas con el propósito de regar las plantas, flores y árboles que ahí se encuentra.

Es importante mencionar que Nezahualcóyotl mandó traer de cada rincón de su “imperio” las flores más preciosas y aromáticas, así como plantas medicinales y árboles frutales más hermosos. También mandó traer aves de hermosos plumajes, venados, reptiles y muchos otros animales para que habitaran su paraíso texcocano.

Siguiendo los pasos de Nezahualcóyotl: el Tezcotzinco - bano-del-rey
El “Baño del Rey” y su escalinata labrada en piedra. Foto: Enrique Ortiz.

Nezahualcóyotl pasaba largas temporadas en este hermoso lugar que había construido para su relajación y placer. En la actualidad se puede ver los restos de un monumental salón del trono, el cual es mencionado por su descendiente, el historiador mestizo Fernando de Alva Ixtlilxochitl en sus obras escritas en la segunda mitad del siglo XVI.

El recopilador comenta que existía un trono de piedra en dicho lugar, y que a sus pies se encontraba un coyote echado hecho del mismo material. Ambos elementos han desaparecido con el tiempo. El visitante actual también puede admirarse con los vestigios de un palacio de planta cuadrangular, una zona de maquetas arquitectónicas labradas en piedras, así como un sinnúmero de aposentos y templos, entre los cuales destaca el patio de las deidades.

Se trata de una pequeña terraza donde se tallaron en una de las laderas del cerro dos deidades asociadas a la fertilidad, posiblemente se trate de Centeotl y Chicomecoatl.

Estos petrograbados, así como todos los de la zona, fueron destruidos en 1528 por órdenes del Arzobispo Fray Juan de Zumárraga y por Fray Domingo de Betanzos, líder de los primeros dominicos que llegaron a la Nueva España. En la actualidad solamente se pueden apreciar sus pies, su calzado y la silueta que tenían, así como un gran fragmento tallado que se encuentra al pie de las esculturas a las que hace siglos perteneció.

El origen del nombre “Baños de Nezahualcóyotl” se debe a las tres pozas labradas de piedra ubicadas en el mismo cerro, las cuales cumplían con la función de baños recreativos para la realeza texcocana, cada uno decorado con hermosos petrograbados ahora ya destruidos.

El primero es conocido como el Baño del Rey o de Tenayuca. Este fue pintado por José María Velasco durante la segunda mitad del siglo XIX. El importante paisajista escribió que el Tezcotzinco era uno de sus lugares preferidos para pintar. Los otros dos baños son el de la Reina o de Tezcoco y finalmente el de las concubinas, también conocido como de Tollan.

En el sitio se encuentran los mismos 520 escalones tallados en la roca madre de la montaña, los mismos por los que subió Nezahualcóyotl junto con su “corte” hace más de 550 años. En la actualidad se usan para llegar a la gran explanada conocida como la Plaza de Danzas y a la cima del cerro, donde se pueden encontrar petrograbados  donde se representó a la deidad de la lluvia nahua: Tláloc.

Para finalizar me gustaría comentar que este complejo alberga la obra de ingeniería hidráulica más grande e importante de la que se tenga registro en tiempos prehispánicos. Esto debido a la extensión que tenía el acueducto acolhua (6 km), la cantidad de poblaciones que dotó de agua y la complejidad del sistema.

Lo triste es que esta pequeña zona arqueológica ha sufrido de un vandalismo constante, debido a que solo cuenta con dos custodios que abandonan la zona  por la tarde.

Petrograbados, el salón del trono, incluso los mismos baños se encuentran grafiteados desde hace más de 2 años sin que las autoridades correspondientes limpien la pintura.

Hago un llamado al INAH para que se mejoren las condiciones de vigilancia y seguridad de la zona ya que es común que por la noche se encuentren personas alcoholizadas o drogadas. Espero que las autoridades puedan tomar cartas en el asunto para el Tezcotzinco y su patrimonio se conserve por muchos años más en óptimas condiciones.

Siguiendo los pasos de Nezahualcóyotl: el Tezcotzinco - petrograbado-de-tlaloc
Petrograbado de Tlaloc grafiteado. Foto: Enrique Ortiz

Por: Enrique Ortiz

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