La escultura de la Victoria Alada, mejor conocida como “El Ángel”, que está sobre la columna del Monumento a la Independencia de la Ciudad de México, hoy está más lejos del suelo que hace un siglo. Así es. Esta escultura, que se tuvo que reponer después de que en 1957 se cayera al piso durante … Continued
La escultura de la Victoria Alada, mejor conocida como “El Ángel”, que está sobre la columna del Monumento a la Independencia de la Ciudad de México, hoy está más lejos del suelo que hace un siglo.
Así es. Esta escultura, que se tuvo que reponer después de que en 1957 se cayera al piso durante un sismo de 7.7 grados, se encuentra a 90 metros de la base de la columna, pero en 1910, para llegar al lugar donde se encuentra esa base, había que subir 9 escalones… hoy es necesario subir 17 más.
“El Ángel” hoy es, por lo menos, 3 metros más “alto” que en 1910.
¿Por qué ‘crece’?
En realidad no es que este monumento haya crecido, sino que la zona de la Ciudad de México en la que se encuentra se ha hundido unos 10 metros durante un siglo.
De acuerdo con cifras de Protección Civil, la ciudad se hundió un metro durante la última década y, de acuerdo con cada zona, promedia entre 2 y 30 centímetros anuales de hundimiento.
Esto se debe a diferentes motivos, pero el principal es que la Ciudad de México está construida sobre el inestable terreno que antes ocupaba un lago. Asimismo, parte del agua que se consume en la capital se extrae del subsuelo, lo que provoca que se seque y pierda nivel.
Las escaleras
Cuando Porfirio Díaz inauguró esta columna, en 1910, se apreciaba prácticamente a nivel del suelo, ya que sólo lo separaba una escalinata de 1.5 metros, pero en la remodelación que se le hizo después de los daños que sufrió durante los festejos de la Copa del Mundo de México 86, se agregaron 3 metros más de escaleras, dándole su apariencia actual.
Cuando tuvieron que destruir la columna y volverla a hacer
Durante varias décadas, se pospuso la construcción de un monumento para conmemorar la Independencia de México, pero en 1900, Porfirio Díaz impulsó nuevamente esa idea, y el encargado de llevarlo a cabo fue el arquitecto mexicano Antonio Rivas Mercado, quien retomó un viejo proyecto desarrollado por especialistas estadounidenses.
De inmediato se empezó la construcción de los cimientos de madera, acero y concreto, cuya primera etapa se terminó en 1901 para que Díaz pudiera colocar la primera piedra.
Durante las obras, los ingenieros enfrentaron dificultades debido a la inestabilidad del suelo, pero la construcción siguió adelante; sin embargo, unos años después, cuando ya se había empezado a construir la base (o zócalo) y parte de la columna, descubrieron que esta se hundía e inclinaba hacia un lado debido a que los cimientos no soportaron el peso de las 3 mil piedras de cantera del monumento.
Inmediatamente se suspendieron las obras y se nombró una comisión especial (sí, desde entonces había esa costumbre) que concluyó que se había calculado mal la cimentación, por lo que de inmediato demolieron todo lo avanzado para construir cimientos nuevos. Es decir: lo deshicieron y volvieron a empezar de cero.
El secreto es: la cimentación
Así, en 1907, se desmontaron miles de piedras y hasta algunas esculturas que ya tenían cierto avance con el fin de construir nuevos cimientos de 25 metros de profundidad acompañados de 5 mil pilotes de concreto, una técnica novedosa en la Ciudad de México, donde solían utilizarse pilotes de madera. Los cimientos de la columna del Monumento a la Independencia se construyeron con técnicas de rascacielos.
Los registros de la época narran que los vecinos de la elegantes colonias aledañas se quejaban del ruido que provocaba día y noche la maquinaria utilizada para esa obra, la cual se hizo a marchas forzadas debido a que debía estar listo para que Porfirio Díaz lo inaugurara en 1910.
Así que el “crecimiento” de la columna del Ángel de la Independencia se debe a que fue tan bien cimentado que permanece en su lugar original a pesar del hundimiento del nivel de la Ciudad de México.
Redacción