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Qué bien nos vendría pedir perdón: papa Francisco
Foto de Con el Papa

Este lunes, el papa Francisco arribó al Centro Deportivo Municipal de San Cristóbal de las Casas, para oficiar una misa frente a aproximadamente 90 mil personas.

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Foto de Con el Papa

Después de arribar al lugar, el papa cambió su vestimenta por la túnica morada tradicional de la Cuaresma para oficiar la ceremonia religiosa, y los asistentes dejaron de cantar y vitorear al pontífice para concentrarse en la celebración eucarística.

Luego de recitar los ritos de entrada de la ceremonia, incluido el acto penitencial, el pontífice tomó asiento para escuchar las lectura de la liturgia de la Palabra, las cuales se leyeron en la lengua ch’ol.

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Foto de Con el Papa

Posteriormente, se realizó el canto del Salmo responsorial en lengua tzotzil.

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Foto de Con el Papa

Asimismo, se leyó el Evangelio en lengua tzetal.

La lectura fue del Evangelio según San Mateo, el cual abarcó el pasaje en el que Jesús afirma que cada vez que ayudan “al más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.

Qué bien nos vendría pedir perdón: papa Francisco - evangelio

Después el papa Francisco se levantó para realizar la Homilía ante los asistentes, a los que les recordó que “la ley del señor es perfecta del todo y reconforta el alma”.

El pontífice afirmó que la ley de Dios “hace sabio al sencillo, alegra al corazón, es luz para alegrar el camino”.

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Para hablar del sufrimiento de aquellos que son despojados de sus tierras y víctimas del abuso, el papa recordó la liberación del pueblo de Israel de manos del faraón, afirmando que Dios dijo “basta… no más”.

Asimismo, el líder de la Iglesia Católica citó el fragmento del Polol Vuh que afirma que “el alma sobrevino sobre las tribus juntas, la faz de la tierra fue enseguida saneada por el sol. El alma sobrevino para los pueblos que una y otra vez han caminado en las tinieblas distintas de la historia”.

El Santo Padre externó el anhelo que tiene el hombre de vivir en libertad, que tiene “sabor a tierra prometida donde la opresión el maltrato y la degradación no sean moneda corriente”.

“En el corazón del hombre esta inscrito el anhelo de una tierra, de un tiempo donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz”, afirmó, recordando que este anhelo es compartido por Dios, y “lo estimula al regalarnos a su hijo Jesucristo”.

Qué bien nos vendría pedir perdón: papa Francisco - homilia-papa-francisco

El papa Francisco lamentó que “de muchas maneras se ha querido silenciar este anhelo”, ante lo cual “la creación sabe levantar su voz. Clama por el daño que le provocamos a causa del abuso irresponsable” del hombre, que ha crecido “pensando que éramos sus propietarios”.

El pontífice aseguró que “el desafío ambiental que vivimos y sus raíces humanas nos impactan a todos y nos interpelan”.

“Ya no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia”, sentenció.

Ante esta crisis, el papa le dijo a los indígenas que “tienen mucho que enseñarnos”, ya que “sus pueblos como saben relacionarse armónicamente con la naturaleza”.

“Sin embargo muchas veces de modo sistemático y estructural vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad”, lamentó, recordando que sus tierras les han sido despojadas o contaminadas por aquellos “mareados por el poder, el dinero y las leyes de mercado”.

“Qué tristeza”, externó el Santo Padre, afirmando que la humanidad necesita aprender la importancia de decir “perdón”.

“El mundo de hoy los necesita a ustedes… el mundo de hoy, preso del pragmatismo, necesita aprender el valor de la gratuidad”, afirmó, asegurando que Dios no nos abandona ni se arrepiente de habernos creado.

“Animémosnos a seguir siendo testigos de su pasión, de su resurrección”, invitó el papa Francisco, para concluir recordando que “la ley del señor es perfecta del todo y reconforta el alma”.

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Foto de Con el Papa

Aquí el texto íntegro de la Homilía del papa Francisco:

Li smantal Kajvaltike toj lek – la ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma, así comenzaba el salmo que hemos escuchado. La ley del Señor es perfecta; y el salmista se encarga de enumerar todo lo que esa ley genera al que la escucha y la sigue: reconforta el alma, hace sabio al sencillo, alegra el corazón, es luz para alumbrar el camino.

Esa es la ley que el Pueblo de Israel había recibido de mano de Moisés, una ley que ayudaría al Pueblo de Dios a vivir en la libertad a la que habían sido llamados. Ley que quería ser luz para sus pasos y acompañar el peregrinar de su Pueblo. Un Pueblo que había experimentado la esclavitud y el despotismo del Faraón, que había experimentado el sufrimiento y el maltrato hasta que Dios dice basta, hasta que Dios dice: ¡No más! He visto la aflicción, he oído el clamor, he conocido su angustia (cf. Ex 3,9). Y ahí se manifiesta el rostro de nuestro Dios, el rostro del Padre que sufre ante el dolor, el maltrato, la inequidad en la vida de sus hijos; y su Palabra, su ley, se volvía símbolo de libertad, símbolo de alegría, sabiduría y luz. Experiencia, realidad que encuentra eco en esa expresión que nace de la sabiduría acunada en estas tierras desde tiempos lejanos, y que reza en el Popol Vuh de la siguiente manera: El alba sobrevino sobre todas las tribus juntas. La faz de la tierra fue enseguida saneada por el sol (33). El alba sobrevino para los pueblos que una y otra vez han caminado en las distintas tinieblas de la historia.

En esta expresión, hay un anhelo de vivir en libertad, hay un anhelo que tiene sabor a tierra prometida donde la opresión, el maltrato y la degradación no sean la moneda corriente. En el corazón del hombre y en la memoria de muchos de nuestros pueblos está inscrito el anhelo de una tierra, de un tiempo donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz.

Nuestro Padre no sólo comparte ese anhelo, Él mismo lo ha estimulado y lo estimula al regalarnos a su hijo Jesucristo. En Él encontramos la solidaridad del Padre caminando a nuestro lado. En Él vemos cómo esa ley perfecta toma carne, toma rostro, toma la historia para acompañar y sostener a su Pueblo; se hace Camino, se hace Verdad, se hace Vida, para que las tinieblas no tengan la última palabra y el alba no deje de venir sobre la vida de sus hijos.

De muchas formas y maneras se ha querido silenciar y callar ese anhelo, de muchas maneras han intentado anestesiarnos el alma, de muchas formas han pretendido aletargar y adormecer la vida de nuestros niños y jóvenes con la insinuación de que nada puede cambiar o de que son sueños imposibles. Frente a estas formas, la creación también sabe levantar su voz; «esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre dolores de parto” (Rm 8,22)» (Laudato si’, 2).

El desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos impactan a todos (cf. Laudato si’,14) y nos interpelan. Ya no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia.

En esto ustedes tienen mucho que enseñarnos. Sus pueblos, como han reconocido los obispos de América Latina, saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como «fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano» (Aparecida, 472).

Sin embargo, muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón! El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita.

Los jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas y características culturales en pos de un mundo homogéneo, necesitan que no se pierda la sabiduría de sus ancianos.

El mundo de hoy, preso del pragmatismo, necesita reaprender el valor de la gratuidad.

Estamos celebrando la certeza de que «el Creador no nos abandona, (que) nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, (que) no se arrepiente de habernos creado» (Laudato si’, 13). Celebramos que Jesucristo sigue muriendo y resucitando en cada gesto que tengamos con el más pequeño de sus hermanos. Animémonos a seguir siendo testigos de su Pasión, de su Resurrección haciendo carne Li smantal Kajvaltike toj lek – la ley del Señor que es perfecta del todo y reconforta el alma.

El canto del Padre Nuestro se hizo en lengua tzotzil.

Posteriormente, el pontífice realizó la plegaria eucarística y la Consagración, punto cumbre de la celebración, a lo cual siguió el rezo del Padre Nuestro y el rito de la paz, para luego dar paso a la fracción del pan y el rito de la Comunión.

Redacción