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Más de 48 horas sin tregua, y la ciudad seguía siendo victimada
Foto de Ana Paula Cámara

Veníamos saliendo de un turno infame de más de 48 horas sin tregua, donde los equipos de peritos habíamos recorrido la ciudad de las bajas pasiones en todas direcciones, habíamos agotado las reservas de combustibles que nos dan a la semana para cubrir el abasto de las camionetas.

Nos quedaban solo cinco bolsas de cadáver y aún faltaban nueve días para que llegara el nuevo suministro, mi compañero y yo tuvimos que parar en una farmacia para comprar guantes de nitrilo, pues ya no teníamos disponibles y la ciudad seguía siendo victimada.

La última escena que procesamos había sido una escena abierta, al aire libre con todo en contra por las inclemencias del tiempo, durante el verano, la temporada de lluvias hace complicado preservar las evidencias.

Al interior de un coche pequeño de cuatro puertas se encontraban tres masculinos con una edad cronológica aproximada en apariencia de 25-30 años y una femenina de 18-20 años, quien era la conductora, los limpiaparabrisas estaban encendidos pues la lluvia iniciaba.

En el piso del carro estaban los restos de comida de una cadena internacional, algunas latas de cerveza vacías. Ella, de complexión delgada, vestía una blusa color turquesa claro, un pantalón blanco y zapatos de tacón alto en color beige, presentaba un impacto por proyectil de  arma de fuego en el maxilar inferior izquierdo, no presentaba signos vitales.

El copiloto, de complexión robusta, vestía una camiseta polo roja, imitación de una marca conocida, pantalón negro al parecer mezclilla, tenis rojos sin marca visible, bolso negro cruzado al pecho, celular encendido en la extremidad superior derecha, cinco impactos por proyectil de arma de fuego en la zona pectoral y uno en la extremidad cefálica con orificio de entrada en parietal derecho, así como restos del cristal de la ventana.

Los impactos fueron perpetrados del lado derecho, un solo tirador, los dos masculinos que perecieron en el asiento trasero del auto presentaban los llamados “tiros de residuo”, fueron lo que se conoce como víctimas colaterales, los disparos no iban dirigidos a ellos, estuvieron en el lugar incorrecto a la hora incorrecta, diría alguna mujer creyente de lo divino.

El área a procesar fue relativamente pequeña, no mayor a 30 metros cuadrados que fueron procesados siguiendo el protocolo de zigzag, la lluvia había arreciado, debíamos procesar bien y rápido para preservar la mayoría de las evidencias, en total, dieciocho cartuchos percutidos fueron los que embalamos, noventa y ocho imágenes incluídas en la serie fotográfica, cuatro cadáveres y un vehículo, lo que se retiró de la escena de crimen.

Al llegar al laboratorio, realizamos los informes pertinentes para la cadena de custodia, aún le quedaban nueve minutos al día.

Estaba sentada en la camioneta con el Matra a un lado por si sucedía otra evento, mientras esperaba que mi compañero saliera del edificio, saqué unas barritas de fresa de una bolsa de mi pantalón y le di un buen sorbo a un café, que se fue enfriando mientras pasaba el turno.

Así fue como terminó mi día de cumpleaños, empapada, cansada y con la certeza de haber sobrevivido a un año más, siendo forense en la ciudad de las bajas pasiones.