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Marielena Hoyo habla de las muertes en el zoológico que ella dirigió por 15 años
Foto de YouTube

La falta de transparencia en la información, la aplicación de protocolos dudosos y que el tema ahora se esté tratando en el área política son algunos de los problemas que detecta Marielena Hoyo, ex directora del Zoológico de Chapultepec, tras la muerte del gorila Bantú. 

“Se tiene que analizar, con honestidad y humildad, si hubo errores humanos, equivocaciones o falta de experiencia en alguna parte del procedimiento que terminó con la muerte de este animal”, señala quien trabajara 20 años en este zoológico, 15 de los cuales fungió como directora. 

“Por ejemplo, nos van a tener que acreditar que ese animal fue examinado del corazón, con electrocardiogramas y ultrasonidos, para demostrarnos que habían verificado que no tenía problemas cardíacos, que es una de las causas de muerte más comunes en los grandes simios en cautiverio”.

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La necropsia de Bantú

Durante sus años en el Zoológico de Chapultepec, Marielena Hoyo participó en varias necropsias importantes, como en la del panda Pepe (el padre de Tohuí, primer panda que nació y sobrevivió en cautiverio fuera de China en 1981) en 1988 cuando, debido a que padecía cáncer, se llevó a cabo en el Instituto Nacional de Cancerología. 

“En ese entonces, el trato que se le dio a los órganos del animal fue de completo respeto durante la necropsia que se hizo con una limpieza absoluta y el animal quedó perfecto, a pesar de que se examinó de cabo a rabo porque, además, un panda con cáncer era un caso interesantísimo para la ciencia a nivel mundial”, recuerda. 

“A partir de ver muchas necropsias, puedo decir que algunas son muy difíciles por el tamaño de los animales, pero siempre se procuraba dejarlos lo mejor posible, su cuerpo quedaba completo e, inclusive, sus órganos se quedaban con ellos”.

Apunta que, en casos como el de Bantú, donde se presentan muertes súbitas de los animales, es obligatorio realizar una necropsia, pero siguiendo los protocolos establecidos.

“Aunque a veces se permite que se desarticulen los miembros, como la cabeza, en el caso de Bantú pudieron hacerlo de manera mucho más limpia, porque en las fotografías que circularon se ve que todavía tiene sangre y esta todo sucio. ¿Cómo es posible que lo hayan guardado sin limpiarlo o que no hayan pensado en conservar ese cadáver por la importancia que tenía?”, cuestiona.

“Lo único que estoy reclamando es la forma cruenta en la que trataron un cuerpo que incluso debió haberse conservado”.

Hoyo dice que conservar en buen estado el cuerpo de Bantú hubiera servido para que las generaciones posteriores supieran que su muerte sirvió para dar a conocer los problemas administrativos y de falta de recursos que había en los zoológicos de la Ciudad de México.

“Aunque me pareció muy grotesco que hayan salido esas fotos, de no haberse dado a conocer no hubiera reventado el caso y no tendríamos ahora la oportunidad de mejorar los zoológicos”, reitera.

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Bantú. Foto de Archivo

No es el primer caso que ve de cerca

Bantú es uno de los muchos animales que nacieron o llegaron al Zoológico de Chapultepec durante la administración de Marielena Hoyo, la cual terminó en 1997, cuando iniciaron los gobiernos del PRD en la Ciudad de México. 

Uno de esos animales fue el rinoceronte blanco Khartoum, que murió en julio de 2014 también en circunstancias poco claras, y fue entonces cuando Hoyo empezó a detectar cierta indiferencia de parte de las autoridades del zoológico. 

“El día que murió Khartoum, yo estaba en una reunión de trabajo en la que también participaba Juan Arturo Rivera, director general de Zoológicos y Vida Silvestre del Gobierno de la Ciudad de México; como era muy tarde, decidimos salir a cenar y fue entonces cuando recibí una noticia en mi celular que decía que había muerto el rinoceronte blanco, que era un animal que yo quise mucho porque solamente con hablarle venía hacia mí, como si fuera un perrito”, comenta. 

“Yo contesté en el mensaje que no era cierto porque si se hubiera muerto el último rinoceronte que tienen los zoológicos el director no estaría aquí sentado; entonces, le pregunté a Rivera: ‘Oye, ¿que murió el rinoceronte?’, y me respondió ‘¡Ah, fíjate que sí!’. Entonces, sorprendida, le cuestioné: ‘¡¿Y qué haces sentado aquí?!’. A partir de entonces empecé a tener diferencias fuertes con él”. 

Hoyo dice que, desde ese momento, se mantuvo atenta a lo que sucedía en el zoológico, porque también se enteró de algunas irregularidades en el manejo del cadáver de ese animal pero que no pudo comprobar.

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Juan Arturo Rivera, director general de Zoológicos y Vida Silvestre del Gobierno de la Ciudad de México; Foto de Foro TV.

El segundo caso

Meses después supo que uno de los animales que habían estado más cerca de ella, y a quien inclusive llamaba “hijito”, el orangután Jambi, había mordido y arrancado un dedo a una practicante del Zoológico de Chapultepec, lo que le pareció una conducta sumamente extraña. 

“Yo crié a Jambi varios años, durante las 24 horas de los 365 días porque nunca me despegué de él, por lo que lo conozco muy bien y jamás había sido así de agresivo. Dije que algo raro pasaba, pero me respondieron que le habían hecho exámenes y me aseguraron que estaba bien. Entonces también les creí y ofrecí mi ayuda al director de los zoológicos con cualquier tema relacionado con estos animales”, indica. 

“En julio de 2015, otra vez coincidí en una reunión con el director de los zoológicos y, durante las tres horas que estuvimos ahí, no me dijo que ‘mi hijo’, el orangután Jambi, estaba agonizando. Al siguiente día me avisaron que Jambi se estaba muriendo y le llamé al director para preguntar si era verdad, pero sólo me respondió ‘no sé, déjame ir a ver’”, asegura. 

“Entonces me molesté y fui al zoológico, entré aunque nadie me esperaba ahí después de 17 años y llegué hasta donde estaba ‘mi chiquito’”. 

Después de realizar unos trámites ante la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México, logró que le entregaran el cuerpo de Jambi para poder incinerarlo. 

“Si no les interesó vivo, en cenizas menos”, apunta. 

Hoyo asegura que, cuando recibió al animal, éste iba “abierto en canal” (abierto del cuello hasta la pelvis debido a la necropsia), ensangrentado y que sus órganos iban en un viejo costal de alimento. 

“Lo más ofensivo que se pueda ver, pero lo peor es que no cumplía con la norma sanitaria porque, primero, se había dicho que había muerto de pancreatitis, luego que de un problema renal heredado de la madre, después que de un problema cardíaco heredado del padre y hoy, tras solicitar por transparencia la necropsia, nos enteramos que tenía leptospira (una infección provocada por una bacteria que se puede encontrar en aguas contaminadas por la orina de animales, usualmente en climas cálidos)”, denuncia. 

“Lo transportaron a la Facultad de Veterinaria y Zootecnia de la UNAM (donde se realizó su incineración) de manera poco sanitaria, hicieron el trayecto por toda la ciudad con el animal sin cubrir debidamente, además de que no mandaron ningún apoyo del zoológico para poder cargarlo y meterlo al horno”.

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Jambi. Foto de Milenio

Las malas condiciones del zoológico

El día que Marielena Hoyo ingresó al Zoológico de Chapultepec para enterarse del estado de salud de Jambi, detectó varias irregularidades. 

“Encontré un lugar deprimente, un zoológico deshecho. Los recintos interiores, donde reposan los animales, los encontré totalmente llenos de humedad. Dos de los cuartos de noche, que deberían estar adaptados para que los animalitos tuvieran un espacio de entretenimiento mientras pasan la noche, estaban ocupados por bodegas y otro más estaba acondicionado como una estancia para el trabajador responsable de esa zona, donde inclusive tenían una pecera y una instalación eléctrica hechiza”, describe.

“No encontré extintores, no había tapete sanitario, la herrería estaba totalmente oxidada y el alimento estaba puesto en una caja en lugar de que estuviera en la zona diseñada espacialmente para ello. Salí de ahí sumamente molesta”.

En ese entonces, mediados de 2015, reportó esas anomalías ante la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México e intentó reunirse con la secretaria Tanya Müller; sin embargo, diversos temas de agenda no lo hicieron posible, hasta que se presentó el caso de la muerte del gorila Bantú, que es la quinta que se registra en el zoológico de Chapultepec en un periodo de dos años.

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Foto de internet

Pide transparencia

Marielena Hoyo apunta que en la muerte de estos animales hay poca transparencia y que la información se ha mandado a reserva como si fueran asuntos de seguridad nacional e, inclusive, hay autoridades que no tienen acceso a ella.

“Si no nos dan información, a nosotros nos surgen muchas preguntas”, subraya. “Hay muchos vacíos de información que nos obligan a especular”.

La egresada de comunicación, pero que desde casi cuatro décadas se dedica a los animales, dice que, como ciudadana, solicita que se llegue al fondo de estos casos y que se evite, como está empezando a suceder, que el tema se convierta en un asunto político.

Fue durante la administración de Marielena Hoyo cuando, a inicios de los 90, el Zoológico de Chapultepec fue remodelado para darle su apariencia actual.

PARTE 1

PARTE 2

PARTE 3

Por Carlos Tomasini