Entre las primeras virtudes que me deja el Otis, que irónicamente tiene nombre de elevador, es la capacidad de solidaridad que tenemos los mexicano
A Joaquín
Por Félix Cortés.
La primera vez que fui a Acapulco, con algunos de mis hermanos de selección, nos hospedamos en un hotelito del centro, a quinientos metros de la Quebrada, en un cuarto con seis camas acorde a nuestro presupuesto de adolescentes.
Recuerdo, mucho tiempo después un día de mi cumpleaños, cuando había dejado de vivir como pobre, y fuimos invitados a la inauguración del hotel Acapulco Princess con mi entonces esposa; Margitta ese día me recordó en su tarjeta de felicitación que treinta años no eran nada. Tenía razón: ya voy por la tercera nada.
En 1959, en su primera película no documental, Alain Resnais hizo un brillante ejercicio de analépsis en Hiroshima, mon amour. Para que no ocupen el diccionario, a la analepsis los gringos del cine le llaman flashback. Los peatones, le decimos recuperación del olvido.
Me vino ello al recuerdo obviamente cuando mi querido López-Dóriga Velandia (otro acapulqueño de vocación) dijo esta semana trágica que pasó, que todos los mexicanos tenemos en nuestra memoria, tal vez porque todos quisimos alguna vez ser Agustín Lara y cantarle a María Bonita, un pedazo de Acapulco, aunque nunca hubiésemos estado ahí: Acapulco está en nuestros encuentros y desencuentros, amores, ilusiones, rupturas, ligues, desamores, sueños o desencantos. Aunque no hubiéremos estado ahí; ella sí estaba.
Bailamos –yo veía bailar a los demás con envidia y a veces celos idiotas- en el Armando´s le Club o en el Baby´Os, o acaso un kilómetro arriba, en antros en donde unas mujeres regordetas recibían una “ficha” por pieza bailada con el cliente, canjeable –la ficha- por efectivo. Comimos alguna vez en el Carlos and Charlies donde los meseros cultivaban el ancestral rito de memorizar tu primer nombre, o garnachas en el mercado.
Todo eso era nuestra memoria.
O lo habíamos visto en el cine o en el canal dos. O lo habíamos imaginado.
Pero Acapulco era nuestro. Tal vez ahí reside la raigambre de mi tristeza.
Lo que es “nuestro” en la memoria, no sirve para nada más que para refrescarnos la imagen de nuestras virtudes y vilipendios.
Entre las primeras virtudes que me deja el Otis, que irónicamente tiene nombre de elevador, es la capacidad de solidaridad que tenemos los mexicanos; ya lo habíamos demostrado en el septiembre del 85, cuando la ausencia de autoridad presidencial y municipal fue suplida por el espíritu ciudadano que se puso a dirigir el tránsito en las esquinas, aportar botellines de agua y tortas a los rescatistas y NUNCA entrar en prácticas de saqueo a pesar de las carencias. Entre los segundos, la imagen de un joven subiendo a un carrito amplio de esos que se usan para sacar las cosas grandes,un refrigerador para robárselo.
Vilipendios compartidos.
En aquel 85, el presidente De la Madrid y el alcalde del DF aparecieron en público tres días después de los dos temblores, para enterarse. En este 2023 el presidente López se lanzó al día siguiente, -conociendo que la llamada Ruta del Sol estaba cortada- a visitar la zona del desastre por carretera. Para una foto, supuestamente benéfica a la imagen del presidente de un país, en un vehículo de sus favoritas fuerzas armadas, atascado –el vehículo- en el fango.
No se conoce testimonio alguno de que el presidente López haya visitado la zona del desastre, fuera de la base de Icacos, puesto que a la mañana siguiente, transportado de retorno por helicóptero, creo, estaba impartiendo su sermón mañanero. Que derivó en su gira al estado de México y, dicen, a echar a andar la tercera bomba del celebrado y tres veces inaugurado acueducto del Cuchillo II para darle agua los sedientos de Nuevo León. Muchas gracias señor Presidente.
Ahora, a mayor vilipendio,
Yo no volveré a ver el Acapulco de mis goces y tristezas. Pero no se lo deseo a quienes van a heredar una transformación que nunca fue. Ese Acapulco no volverá a ser. No quiero volver a ver a un querido lanchero con una pantalla de televisión al hombro para llevarlo a su casa. Me pesa mucho.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Checo Pérez: No sé qué pasó, pero sí te puedo dar dos consejos : acepta la oferta de otra firma que no sea Red Bull; y deshaste de tu papá, que quiere ser tu padrote.