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¿Cómo es que se llenó de microbuses la Ciudad de México?
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No se han puesto de acuerdo en la cifra, pero se piensa que hay entre 14 mil y 22 mil microbuses de todos tamaños circulando en la Ciudad de México (más los que entran desde el Estado de México).

Este sistema de transporte concesionado es el principal en la capital del país, ya que los microbuses realizan 11 millones de viajes diarios; inclusive, los “micros” están por encima del Metro, el cual mueve a 5.5 millones de personas todos lo días.

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¿Pero cómo pasó que los microbuses se convirtieron en el principal medio de transporte colectivo de la CDMX? Aquí lo recordamos.

La muerte de la Ruta 100

Durante prácticamente 70 años, el servicio de transporte público terrestre de la Ciudad de México estuvo dominado por un grupo de concesionarios reunidos en la llamada Alianza de Camioneros de México, pero que todos conocían como “El Pulpo Camionero”.

El servicio que prestaban solía ser malo y ameritaba constantes quejas de los usuarios, por lo que, a inicios de los 80, el gobierno de José López Portillo (recuerde que, en esos años, el Distrito Federal era algo así como “la ciudad del presidente”), junto con el entonces regente Carlos Hank González, decidieron poner en orden a estos camioneros.

Como todavía no llegaba la crisis económica de 1982 y el gobierno aún vivía cierta prosperidad derivada de las importaciones petroleras (sí, aquella época en la que había que prepararse para “administrar la riqueza”), decidieron revocar las concesiones y, el 18 de agosto de 1981, López Portillo decretó la creación de un organismo llamado Autotransportes Urbanos de Pasajeros, el cual sería conocido como Ruta 100.

Así, miles de autobuses cubrían decenas de rutas que llegaron a abarcar más de 80 por ciento del territorio de la Ciudad de México e, inclusive, llegaban a la zona conurbada, ya que algunos recorridos terminaban en puntos del Estado de México, como Arboledas.

Aunque tenía algunos problemas, durante sus primeros años, la Ruta 100 resultó ser una opción económica y eficiente para comunicar a la Ciudad de México y, a mediados de los 80, ya contaba con más de 7 mil kilómetros de recorridos y también más de 7 mil 500 unidades.

Pero la crisis económica que se vivió durante toda la década, el crecimiento rápido y desordenado de la ciudad hacia la zona conurbada –el cual se aceleró tras el sismo de 1985– y la corrupción al interior de la Ruta 100, hicieron que el servicio decayera y se convirtiera, incluso, en un instrumento de presión política.

Con autobuses que no se usaban, con autopartes y herramientas que se robaban poco a poco, con prestaciones caras a sus empleados y hasta con apoyos a movimientos como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la Ruta 100 resultó ser un mal negocio para el Gobierno del Distrito Federal, ya que, además de que gastaba hasta 8 por ciento del presupuesto de toda la ciudad porque su tarifa no alcanzaba a cubrir ni 30 por ciento de los costos de operación, era muy difícil de manejar políticamente.

El principio del fin se dio en 1989, cuando el sindicato de la Ruta 100 inició una huelga en demanda de un fuerte aumento salarial, la cual fue declarada como ilegal e, inclusive, hasta el Ejército empezó a prestar servicio de transporte en la Ciudad de México y, durante unos días, los capitalinos pudieron viajar en vehículos militares para llegar a sus trabajos.

El gobierno ya no tenía muchas ganas de “cargar” con este grupo que se volvió poderoso y, a la llegada de Ernesto Zedillo a la Presidencia y de Oscar Espinosa Villarreal a la regencia, en 1995 se declaró la quiebra de la Ruta 100 para terminar definitivamente con ella.

Evolución de peseros a microbuses

Durante la época del Pulpo Camionero, una opción de transporte en la Ciudad de México fueron unos autos sedán que daban servicios de taxis colectivos y en los que cabían unos 6 pasajeros (uno o 2 en el asiento del copiloto y hasta 4 atrás). El pasaje costaba un peso, por lo que fueron popularmente conocidos como “peseros”.

Cuando surgió la Ruta 100, este servicio empezó a desaparecer, o más bien, a transformarse. A los dueños de las concesiones de los peseros se le ocurrió que en una camioneta Combi de Volkswagen podían caber hasta 10 personas (con un banquito) y así aumentar la capacidad y “comodidad” de su servicio, además de la tarifa.

Aunado a esto, hacia mediados de los 80, la ciudad empezó a extenderse mucho, y la Ruta 100 no fue capaz de crecer al mismo ritmo, por lo que las “combis” (o también llamadas “peseras”) se convirtieron en una opción para cubrir las nuevas rutas que se necesitaban para llevar a los millones de personas que empezaban a viajar diariamente a lugares como Neza o Cuautitlán Izcalli.

Eso hizo muy fuerte a este tipo de transporte, y como el gobierno de Carlos Salinas de Gortari y del regente Manuel Camacho Solís empezaba a tener dificultades para sostener y lidiar con la Ruta 100, impulsó el crecimiento del número de combis en el Valle de México.

Pero las combis no sólo crecieron en número, sino “en tamaño”, ya que, desde un poco antes, en 1987, los mismos concesionarios introdujeron otro tipo de transporte: los microbuses. Estos vehículos, que estaban diseñados para transportar a unas 20 personas (pero pronto descubrieron que cabían hasta cerca de 50) empezaron a invadir las calles de la ciudad y, en poco tiempo, rebasaron a la Ruta 100 como la principal opción de transporte de los capitalinos.

También crecieron en poder, ya que el gobierno empezó a darle más juego a ellos para poder mantener el servicio de transporte público en la ciudad y, además, porque empezaron a estar muy cerca del PRI y otras instancias locales. Tuvieron tal fuerza, que los concesionarios decidían quién podía circular y quién no, evitaron regulaciones y no fueron controlados por nadie.

Como el modelo de negocio depende de cuánto pasaje tenga cada vehículo, la batalla por éste obligó a no respetar paradas programadas, a detenerse irregularmente en cualquier carril, a dañar a los colegas, los cerrones, la saturación al interior de las unidades y otros males que prevalecen hasta hoy. Es decir: regresaron los problemas por los que se había acabado el Pulpo Camionero dos décadas antes.

Aunque al final de la administración de Salinas de Gortari y Camacho Solís se intentó dar un nuevo impulso a la Ruta 100 con la compra de unidades, en 1995 se volvió insostenible y se declaró en quiebra.

Así, los microbuses se convirtieron en los reyes del transporte público de la Ciudad de México.

Por Carlos Tomasini
@carlostomasini,