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Bajo cero
Foto de Ana Paula Cámara

El invierno en la ciudad de las bajas pasiones es inclemente, las temperaturas se mantienen bajo el punto de congelación aunado a los vientos desérticos, ganar la batalla contra la hipotermia es un acto de supervivencia.

Bajo el uniforme usamos ropa térmica, calcetines siempre secos y el cuello cubierto para mantener la temperatura corporal estable y la mente alerta.

No solo el cuerpo humano debe preservarse de manera más cuidadosa, también las escenas de crimen se manejan de una manera diferente.

Los fluidos corporales toman una consistencia gelatinosa al entrar en contacto con el ambiente, lo que hace que su recolección sea más rápida, las evidencias físicas como los proyectiles percutidos conservan mejor las huellas dactilares que si el clima fuera cálido, los procesos de putrefacción se desarrollan conforme a los textos y es más sencillo establecer los cronotanatodiagnósticos, lo que por ende hace que las líneas de investigación sean más fuertes.

Al ser una zona al norte del país, el sueño americano se ve más cerca, casi como un espejismo que anuncia un oasis desértico.

La migración tanto interna como externa fluye por las calles de la ciudad de las bajas pasiones, y en la gran mayoría de los casos, se quedan, ya sea por qué encontraron un empleo, una forma de vida o para eso les alcanzó el sueño.

No vienen preparados mental ni físicamente para resistir el clima, quienes consiguen un techo, cometen el grave error de cerrar de manera hermética sus nuevos hogares evitando que el monóxido de carbono que producen los anafres, las estufas de leña, ni que los calefactores tengan una salida correcta y alcanzan una muerte silenciosa, la que no duele, la que quita el frío.

Los menos afortunados se niegan a acudir a los albergues y refugios, permanecen a la intemperie con prendas de vestir que no son las adecuadas, se duermen esperando que la hipotermia les regale el sueño, que ya no fue el americano pero sí el eterno.

Ser migrante no es fácil, y el clima tan extremo no es amable.

Cada que al laboratorio llega una víctima del frío, recuerdo la importancia de no perder la compasión por quien tiene las manos frías y el alma llena de ilusiones.