
Desde líderes políticos hasta ciudadanos comunes, el discurso de la derecha populista encuentra renovada legitimidad y espacio para expandirse
Rodrigo Aguilar Benignos, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores de EEUU
Ana Paula Figueroa Arredondo, consultora en APCO Worldwide
Hoy, en una jornada histórica que tiene a todo el mundo observando, Donald Trump está a solo minutos de asumir el cargo como el 47.° presidente de Estados Unidos. En esta solemne ceremonia de inauguración, el magnate regresa a la Casa Blanca con la promesa de ejercer el poder desde el primer momento, respaldado por una agenda que promete generar cambios drásticos y controversias inmediatas.
A lo largo de esta mañana, el país y el mundo se preparan para un liderazgo que mezcla elementos de aislacionismo, revancha política. Trump, un maestro del espectáculo mediático, ha dado a entender que emitirá una serie de órdenes ejecutivas desde el primer día con el fin de mandar un mensaje inequívoco: el regreso del movimiento “América Primero”.
En la era moderna, las órdenes ejecutivas se han convertido en una herramienta clave para los presidentes que buscan implementar cambios inmediatos sin necesidad de pasar por el Congreso. Trump lo sabe, y es probable que utilice este recurso para establecer nuevas prioridades desde el primer momento.
Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Aunque estas órdenes pueden proyectar poder y determinación, muchas enfrentan desafíos logísticos, legales y políticos que podrían limitar su alcance. Esto plantea una pregunta crucial: ¿es esta una estrategia de gobierno o simplemente un esfuerzo por consolidar una narrativa política?
Con la llegada de Trump vemos la consolidación de una narrativa que da pie al ascenso de un conservadurismo internacional que redefine los alineamientos políticos. En este contexto, el mundo observa un realineamiento ideológico donde figuras como Milei en Argentina, Noboa en Ecuador, Bolsonaro en Brasil, Kast en Chile y Orbán en Hungría consolidan un frente global de populismos de derecha. La jornada de hoy no es solo una ceremonia; es un símbolo del empoderamiento de estas corrientes.
Desde líderes políticos hasta ciudadanos comunes, el discurso de la derecha populista encuentra renovada legitimidad y espacio para expandirse.
Los populismos de derecha están desafiando las alianzas tradicionales. En este escenario, la ausencia de Claudia Sheinbaum, presidenta de México, en la inauguración Trump no es casual. Su exclusión simboliza una ruptura ideológica con este bloque emergente, un contraste acentuado por el trato preferencial otorgado a líderes como Jair Bolsonaro y el pragmatismo mostrado hacia Noboa. La misma lógica se aplica al reciente desaire del Rey de España en su visita a México y la exaltación del presidente Lula como aliado estratégico. La selección de aliados refleja cómo las alianzas internacionales están siendo rediseñadas bajo un prisma ideológico.
Hoy no solo se inaugura un nuevo mandato presidencial, sino también una etapa de realineamiento global. El ascenso del pensamiento conservador, representado por Trump y sus aliados internacionales, redefine las estructuras del poder global. Para las democracias liberales, esto plantea un desafío existencial: adaptarse o enfrentar la irrelevancia.
La pregunta clave no es si Trump liderará con éxito, sino cómo su agenda transformará el panorama político y social a nivel mundial. En este mundo viejo y bronco, la polarización ideológica es inevitable, pero también lo es la posibilidad de un cambio profundo. ¿Están la izquierda global preparada para enfrentarlo? Esa es la pregunta que deberíamos estar respondiendo, incluso antes de que Trump termine su juramento.