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Renuncia secretario de Comunicación del Vaticano por carta manipulada
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El prefecto de la Secretaría de Comunicación del Vaticano, Darío Edoardo Viganó, presentó este miércoles su renuncia al puesto tras 10 días de intenso escándalo por la manipulación pública de una carta del papa emérito Benedicto XVI.

La sala de prensa de la sede de la Iglesia católica dio a conocer la carta de dimisión mandada por Viganó al papa y también la respuesta de Francisco, en la cual acepta la renuncia, pero le pide que permanezca en la secretaría para ayudar al próximo prefecto.

Al mismo tiempo, el Vaticano informó que, hasta el nombramiento de un nuevo responsable, la secretaría estará guiada por su “número dos”, el sacerdote argentino Lucio Adrián Ruíz.

“En estos últimos días se levantaron muchas polémicas sobre mi actuación que, más allá de las intenciones, desestabiliza el complejo y gran trabajo de reforma que usted me ha confiado en junio de 2015 y que ve ahora, gracias a la contribución de muchísimas personas a partir del mío personal, cumplir su tramo final”, escribió el Viganó en su misiva, fechada el lunes 19 de marzo.

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En ella le pidió al pontífice aceptar su “deseo” de “dar un paso al costado”, “por amor a la Iglesia”, por respeto – dijo – a las personas que trabajaron con él en estos años y para evitar que su presencia pueda “retrasar, dañar o bloquear” las reformas emprendidas.

“Creo que este ‘hacerme a un lado’ es para mí una ocasión fecunda de renovación (…) o el tiempo en el cual aprender a ‘renacer desde lo alto’. Por otra parte, no es la Iglesia de los cargos la que usted nos enseñó a amar y vivir, sino la del servicio que siempre busqué vivir”, añadió.

En su carta de respuesta, fechada este miércoles 21, el papa manifestó respetar la decisión de Viganó de “dar un paso atrás” y aceptó su renuncia – no sin lamentarla – tras “haber reflexionado largamente y ponderado atentamente las motivaciones”.

Francisco pidió al prefecto saliente permanecer por un tiempo en la propia Secretaría de la Comunicación, nombrándolo “asesor” para poder dar su contribución “humana y profesional” a su sucesor.

“El gran empeño demostrado en estos años con un estilo de disponible debate y docilidad que ha sabido mostrar (.) ha dejado en evidencia cómo la reforma de la Iglesia no es, ante todo, un problema de organigramas cuanto, más bien, la adquisición de un espíritu de servicio”, precisó Bergoglio.

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Viganó, elegido por Francisco para encabezar la reforma comunicativa del Vaticano e imprimir un nuevo espíritu de transparencia, originó la semana pasada una de las peores crisis mediáticas del actual pontificado.

La tarde del 12 de marzo y en la víspera del quinto aniversario de la elección papal de Jorge Mario Bergoglio, el prefecto leyó públicamente una carta del papa emérito Benedicto XVI durante la presentación – en la sede de la Radio Vaticana – de una colección de 11 libros intitulada “La teología del papa Francisco”.

En el texto, el pontífice emérito celebraba la iniciativa editorial porque – escribió – buscaba “oponerse y reaccionar” al “necio prejuicio” según el cual el Papa argentino “carece de particular formación teológica o filosófica” y él mismo, Benedicto XVI, era sólo un “teórico teólogo que poco habría entendido de la vida concreta del cristiano de hoy”.

“Los libritos demuestran con razón que el Papa Francisco es un hombre de profunda formación filosófica y teológica, y ayudan por este motivo a ver la continuidad interior entre los dos pontificados, aún con todas las diferencias de estilo y de temperamento”, agregó.

Pero el comunicado oficial, firmado por la Secretaría de Comunicación, no incluyó el texto integral de Benedicto, sino que recortó los dos últimos párrafos en los cuales Ratzinger declinaba abiertamente escribir un comentario sobre los libros y hacía comentarios críticos.

Además, junto con el boletín, la Santa Sede difundió una fotografía “artística” de la carta dónde se mostraba completa una de las hojas, la segunda aparecía extrañamente oculta bajo los libros de la colección, dejando ver sólo la firma del Papa emérito y, además, dos líneas no se podían leer porque habían sido difuminadas de manera artificial.

La operación no sólo representó un recorte a los dichos de Joseph Ratzinger, sino que sirvió para presentar públicamente la idea de un espaldarazo abierto del papa emérito a su sucesor. Pero la maniobra se descubrió pronto.