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Reformar la iglesia, el trabajo del papa Francisco en 2017
Foto de EFE/EPA/Osservatore Romano

Desde el inicio de su pontificado, el papa Francisco asumió el reto de reformar la Iglesia Católica, acercarla a los pobres al mismo tiempo que afronta los cambios y las crisis constantes en todo el mundo. El difícil proceso lo llevó a involucrarse en problemas internacionales y a recibir feroces críticas de sus detractores mientras intentaba llamar la atención del mundo hacia los desposeídos.

No en balde en su discurso con motivo de la primera Jornada Mundial de los Pobres, que el instauró, señaló que “los pobres son nuestro pasaporte al paraíso”. El evento estuvo enmarcado por su idea de amar con actos y no con palabras, así como por su ejemplo comiendo con mil 500 desposeídos en el Vaticano.

Sin embargo el centrar su ministerio en los pobres no evitó que interviniera en la crisis de Venezuela, donde pidió diálogo para resolver la crisis económica y política, su petición de terminar con las armas nucleares o que rechazara la decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel.

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Foto de EFE/EPA/Claudio Peri

En su discurso antela Curia romana, el papa dijo que “la Santa Sede está presente en la escena mundial para colaborar con las personas y naciones de buena voluntad y para repetir constantemente la importancia de proteger nuestra casa común frente a cualquier egoísmo destructivo; para afirmar que las guerras traen solo muerte y destrucción; para sacar del pasado las lecciones que nos ayuden a vivir mejor el presente, a construir sólidamente el futuro y salvaguardarlo para las nuevas generaciones”.

Su deseo de colaborar con las personas y naciones de buena voluntad tuvieron resultados históricos, como la reconciliación con el imán de Al-Azhar y su acercamiento con Teodoro II, líder de la iglesia copta.

Posteriormente visitó Colombia, donde nuevamente centró su discurso en la reconciliación interna tras el acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC, que se encontraba en conflicto desde hace más de medio siglo.

En su último viaje del año, a Myanmar y Bangladesh, aprovechó nuevamente a buscar un acercamiento con el mundo musulmán y si bien no mencionó a la tribu rohinya, pidió el respeto a los derechos de dicha minoría, víctima de una limpieza étnica.

En cuanto a la necesaria reforma al interior de la iglesia, esta continúa a paso lento, como lo demuestra la creación de una tercer sección de la Secretaría de Estado, la cual agrupa a todo el servicio diplomático de la Santa Sede.

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Foto de Internet

Asimismo llamó a superar las intrigas de pequeños grupos al interior de la curia y fustigó a quienes se han dejado corromper por la ambición o vanagloria, tachándolos de traidores de confianza. Su labor en este sentido lo resumió claramente en una expresión de Frédéric-François-Xavier de Mérode: “hacer la reforma en Roma es como limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes”.

La llamada de atención no obstante incluyó también un mensaje pacificador, al decir que dentro de la curia aún se encuentran personas a las que se les ha dado el tiempo necesario para retomar el camino correcto y puedan convertirse y no aprovecharse de la paciencia de la iglesia.

Finalmente, el papa recordó en Navidad que su reforma es un asunto de fe, con la cual pueden crecer y superar cualquier crisis, basándose para ello no solo en la intelectualidad, sino en el alma, el espíritu y todo el ser.

“La Navidad nos recuerda que una fe que no nos pone en crisis es una fe en crisis; una fe que no nos hace crecer es una fe que debe crecer; una fe que no nos interroga es una fe sobre la cual debemos preguntarnos; una fe que no nos anima es una fe que debe ser animada; una fe que no nos conmueve es una fe que debe ser sacudida. Una fe intelectual o tibia es solo una propuesta de fe, para realizarse debería implicar el corazón, el alma, el espíritu y todo el ser. Dejando que Dios nazca y renazca en el pesebre del corazón, no entre los reyes y el lujo, sino entre los pobres y los humildes”, aseveró.

Con información de Alfa y Omega