El resumen de novedades en materia de democracia, gobernabilidad y elecciones en América Latina; un trabajo de Latam Asesoría Estratégica 360
Editorial
*Radar Latam 360 reproduce este artículo de Alberto Vergara publicado en el diario La República de Perú que plantea una oportuna reflexión sobre la necesidad de construir una alternativa eficaz y eficiente desde el ámbito de las fuerzas democráticas -liberales y socialdemócratas- al desafío común que plantean los emergentes autoritarismos.
¿Puede salvarse el liberalismo en América Latina?, por Alberto Vergara
Si los principios liberales quieren volver a resonar con la gente, una buena manera es aceptar que el régimen republicano y democrático debe fundarse en una conversación entre iguales”.
El liberalismo está exhausto. Las manifestaciones institucionales que capturaban lo esencial de su proyecto retroceden. La integración económica mundial se desmigaja en un tiempo que ya denominan como “des-globalización”. La Unión Europea –el proceso político liberal más exitoso de la historia– ha quedado herido de Brexit por el oeste y, de “democracias iliberales”, por el este.
En América Latina la cosa es semejante. Después de un momento de ímpetu reformista con el Consenso de Washington, ni la liberalización de los mercados nacionales ni la integración económica regional avanzaron. Políticamente, la esperanza democrática ha cedido gradualmente. De un lado, dictaduras como las de Nicaragua y Venezuela se han aferrado en el poder violando derechos humanos de una manera que creíamos no regresaría al continente.
Incluso en países democráticos como el Perú actual, el gobierno consigue retener el poder asesinando a decenas de personas. Cuánto habrá decaído el ánimo, que hoy los liberales optimistas son quienes exigen que enfaticemos que la virtud principal de nuestras democracias es que no se quiebran. Mientras tanto, la encuesta Latinobarómetro registra que, año a año, el apoyo a la democracia se encoge, al tiempo que las libertades civiles se hacen menos efectivas por Estados que se descomponen.
A su vez, los proyectos políticos cercanos al liberalismo languidecen. No es la hora de la moderación clasemediera. Si se cayeron los sistemas de partidos nacionales, despunta un sistema regional de populistas: el de la mañanera y el de la motosierra, el de la paz total y el de la cárcel total. Probablemente el único líder en la región que pueda ser catalogado como liberal sea Lacalle Pou, en un país que alberga tres de los seiscientos millones de latinoamericanos. En síntesis, ni los propósitos del liberalismo ni sus plataformas brillan en esta temporada.
En lo fundamental, esto es responsabilidad del propio liberalismo. Durante el siglo XXI los liberales latinoamericanos (las voces del liberalismo realmente existente) se convirtieron en una fuerza política del statu quo en un continente atascado. Los ejemplos paradigmáticos son los casos de los presidentes-CEO como Mauricio Macri, Pedro Pablo Kuczynski, Sebastián Piñera o Guillermo Lasso. Más allá de sus diferencias, encabezaron proyectos truncos (Lasso y Kuczynski debieron incluso dejar la presidencia antes de completar su mandato). En estos nombres, sus gobiernos y sus partidarios encontramos muchas de las claves para comprender la crisis liberal.
En primer lugar, devino una doctrina muy economicista. Una para la cual el ámbito donde constatar la libertad –y eventualmente ampliarla– es esencialmente el mercado. En los años noventa el verbo favorito era “privatizar”, en los 2000 ajustaron las expectativas y ascendió “desregular”. Si en los noventa la agenda del Consenso de Washington cargaba con la creencia genuina de que las reformas neoliberales redundarían en el bienestar popular, con el paso de los años, el liberalismo latinoamericano fue preocupándose más por el bienestar del sector privado, tanto que, en América latina, pareciera que ser liberal significa ser pro-rico. Toda la energía que los liberales invirtieron en que las empresas no fueran estatales contrasta con los pálidos esfuerzos por construir mercados competitivos. Si se suele denunciar vivamente el “capitalismo de cuates”, rara vez se señala a alguno de los cuates. Es más fácil denostar el pecado, que nombrar a los pecadores. En toda América Latina padecemos los sobreprecios infligidos por el cartel del papel higiénico, alguna aerolínea, la leche, las medicinas, la carne, la cerveza, etc… Un estudio del Banco Mundial afirma que solo con introducir más competencia en nuestros mercados la pobreza se reduciría más que como producto de los programas sociales. Los latinoamericanos saben bien que por aquí el laissez- faire tiene mucho de laissez-desplumar.
Se trata, además, de un liberalismo que ha sido muy tolerante con la desigualdad. Adoctrinado en el eslogan fácil según el cual nadie muere de desigualdad, sino de pobreza, en muchos de nuestros liberales, la desigualdad ni siquiera figura como un problema sino como un activo pues esta alentaría la codicia de los de abajo y se alentaría así el crecimiento económico. En un continente donde solo alrededor de 2% de quienes nacen en el quintil más pobre consigue llegar al quintil más rico (¿futbolistas?, ¿reggaetoneros?), nuestros liberales celebran una desigualdad que dificulta –o directamente impide– que los individuos puedan planear y desarrollar la vida que desean para sí mismos.
Lo cual se combina con un tercer elemento: hay una sociología del liberalismo latinoamericano que lo hace bastante antipático. País tras país, estos proyectos aparecen comandados por los niños bien de nuestras segregadas sociedades; los hijos de los mejores barrios exigen paciencia a la ciudadanía, alertan contra el populismo, atacan a un Estado que no necesitan y conforman gabinetes de gobierno con lo más fino de la patria gerencial.
En resumen, los latinoamericanos tienen muchas razones para pensar de los liberales del siglo XXI algo parecido a lo que Úrsula Iguarán meditó acerca de los gitanos: “habían demostrado en poco tiempo que no eran heraldos del progreso, sino mercachifles de diversiones”. En un continente donde las mayorías padecen una desigualdad que frustra la movilidad social; en una región marcada por el hartazgo y la falta de ley; en unos países donde las mayorías siempre van perdiendo el partido, ahí mismo, el liberal alza la voz y nos conmina a cuidar el empate.
Los libertarios han roto con esto, desde luego. Por eso mismo rechazan denominarse liberales, quieren ser libertarios: reniegan del statu quo y atacan al establishment. Pero su energía proviene de un ímpetu antiprogresista. Si en el discurso les repele el Estado, lo que realmente los energiza es la rabia contra el wokeismo del siglo XXI. Los libertarios pegaron el portazo y se marcharon del liberalismo. Detectaron bien que se hacía obsoleto y desertaron por derecha.
Ahora bien, ¿qué estrategia pueden emprender los liberales progresistas decepcionados del liberalismo realmente existente? Lo primero, supongo, es que no es una buena idea desertar del liberalismo. Finalmente, esta es una región que necesita a gritos una agenda que se tome en serio la construcción de comunidades de ciudadanas y ciudadanos, de individuos, que cuenten con dosis semejantes de libertad; que tengan capacidades parecidas para elegir y planear con algún grado de efectividad la vida que buscan para sí mismos. El liberalismo fue siempre un proyecto emancipatorio. Y esa intención es relevante y urgente en América Latina, una región cuya (in)movilidad social asemeja a un antiguo régimen donde las condiciones de nacimiento establecen en gran medida lo que las mayorías podrán o no conseguir. O para utilizar una metáfora del Foro Económico Mundial, en América Latina hay “pisos y techos pegajosos”: si naces rico será casi imposible caer en la escala social y si naces pobre tienes muchísimas probabilidades de heredarle la pobreza a tus hijos. Todo eso es la antítesis del liberalismo y la responsabilidad individual: se acerca, más bien, al estamento premoderno, aun si no está codificado.
Entonces, esa agenda emancipatoria no puede abandonarse. ¿Hay forma de recuperar un liberalismo inconforme y progresista? Pues al menos se puede intentar. Las flaquezas más obvias del liberalismo podrían compensarse con ayuda de un viejo y olvidado aliado: el republicanismo. Después de todo, los países latinoamericanos se fundaron hace un par de siglos desde el maridaje –contingente pero resiliente– del liberalismo y el republicanismo. Nuestros países no se crearon bajo la promesa del propietario lockeano concentrado en fructificar su propiedad, sino –más bien– desde la convicción de construir un orden político basado en el autogobierno ciudadano. Esa fue nuestra pila bautismal ideológica: el rechazo a ser gobernados por un tercero. La libertad entendida como autogobierno ciudadano (y no como libertad de actuar en el mercado). Y esto no fue, como a veces se cree, un experimento puramente elitista. Como lo demuestra un cuerpo enorme de literatura histórica, las convicciones, instituciones y prácticas del autogobierno fueron asumidas y abrazadas por los sectores populares. Esa tradición es la que explica que –sin importar dónde estemos en América Latina– una persona suele caminar por la avenida Constitución, luego cruza el parque Libertad y prosigue por la alameda Unión. Como es obvio, esa misma omnipresencia de lo republicano en nuestras vidas nos enfrenta, justamente, a nuestro fracaso: padecemos una crisis de legitimidad que se origina en que constatamos cotidianamente que no somos aquello que prometimos ser. Por eso somos Repúblicas Defraudadas (el título de mi libro lidiando con estas cosas: Repúblicas Defraudadas: ¿Puede América Latina escapar de su atasco? Crítica, 2023). En América Latina tuvimos mucho más éxito en construir Estados y naciones que repúblicas.
Entonces, algunas premisas y actores, instituciones y prioridades, del republicanismo pueden echarle una mano al liberalismo desfalleciente. Subrayo que no propongo que deba necesariamente recuperarse la etiqueta “republicanismo”, sino algunos de sus objetivos y medios.
En primer lugar, el republicanismo obliga a pensar en términos de un régimen de ciudadanía. Su actor principal no es el propietario, ni el elector quinquenal, tampoco la clase social del socialismo. Su actor central es el ciudadano, la ciudadana y la ciudadanía. Un conjunto de agentes que deben disponer de cuotas semejantes de libertad con el objetivo de desarrollar sus proyectos de vida y, soberanamente, darle un sentido a la comunidad política comparten.
El ciudadano no es un actor propio de la tradición liberal, viene de una concepción republicana de la vida política. El liberalismo cargó siempre cierta desconfianza frente a la gente. El inicio de Sobre la libertad de John Stuart Mill es ilustrativo: el libro se origina cuando Mill cae en la cuenta de que las amenazas a la libertad ya no vienen del absolutismo monárquico sino de la posibilidad del absolutismo popular. De ahí en más, no importa que sea Isaiah Berlin o Karl Popper la democracia y la ciudadanía suele aparecer más como amenaza que como activo. Y otros, como Hayek, dieron un paso más allá y la dictadura terminó siendo compatible con lo liberal (y sus seguidores en el Chile de Pinochet y el Perú de Fujimori lo aceptaron a pie juntillas). En la época contemporánea ese escepticismo frente a la ciudadanía se ha manifestado en el héroe del liberalismo latinoamericano: el tecnócrata. La utopía liberal latinoamericana es entregarle el país a tecnócratas sin fronteras.
Pero así no funciona una república democrática: ahí lo que concierne a todos deben decidirlo todos. El liberalismo necesita entenderlo. Difícilmente la manera de recuperar el favor del pueblo es despreciándolo. Lo he visto en las últimas semanas a raíz de la elección mexicana. Liberales que estaban a un paso de descartar a la democracia en tanto régimen de gente consumidora de demagogia. En Argentina hubieran dicho “choriplaneros”. Como afirman Silvia Otero y Rodrigo Barrenechea en un texto reciente sobre el populismo en Colombia, “al populista se le condena, a su votante se le desprecia y a ninguno se le entiende”. Y esto no lo afirmo para defender a los populistas, sino desde el convencimiento de que, justamente, pueden y deben ser desafiados desde lo republicano y democrático y no desde el desdén. Si los principios liberales quieren volver a resonar con la gente, una buena manera es aceptar que el régimen republicano y democrático debe fundarse en “una conversación entre iguales”, para usar el título de Roberto Gargarella.
En segundo lugar, el liberalismo tiene muchos problemas para lidiar con el papel del Estado y con la desigualdad. En la región, como el acta fundacional del liberalismo contemporáneo es el Consenso de Washington, su enemigo siempre ha sido el desastroso Estado populista. Como consecuencia, hasta en su mejor versión, el Estado aparece como un mal menor, o como algo que eventualmente podríamos eliminar. Donde la mayoría de los latinoamericanos constata y padece un Estado ausente o imbricado a distintas formas de criminalidad, nuestros liberales detectan uno burocrático de tintes soviéticos. Esta distancia entre las necesidades sociales y las fábulas ideológicas es muy dañina para los proyectos liberales.
El fortalecimiento de los Estados es una de las urgencias principales en nuestros países. El crimen está carcomiendo las bases de la convivencia. Pero además del crimen, el Estado es el único que puede garantizar que un régimen ciudadano –con obligaciones y derechos– sea efectivo. La manera en que los derechos ciudadanos están distribuidos en la región es profundamente desigual. Para resumirlo con diversas investigaciones, solo alrededor de 20% de la ciudadanía latinoamericana puede hacer valer todos sus derechos. Es decir, solo 20% cuenta con márgenes de libertad como debemos tener en una república democrática.
Y aquí hay algo importante: lo republicano no puede significar –como aparece a veces en ciertos países– como una suerte de etiqueta solemne y vacía que aludiría a las formas, los próceres y el himno nacional. Lo republicano entendido como un régimen de ciudadanía debe hablar de cosas sustantivas. El liberalismo también. Y sin Estados funcionales es imposible asegurar la participación igualitaria de la gente en la esfera pública, política y en el mercado.
El problema de la desigualdad no es solamente un tema de cómo se redistribuye la renta (como lamentablemente suele discutirse la cuestión de la desigualdad): vivimos en países con regímenes de ciudadanía muy desiguales. Es decir, hay un entramado de relaciones sociales, jurídicas y económicas que reparten de manera muy inequitativa las oportunidades en la región. El malestar creciente de los latinoamericanos no es una función del índice de Gini, sino que está marcado por una vida cotidiana en que las mayorías viven sin que un tercero imparcial –el Estado– arbitre sus distintas interacciones, asegurándoles un trato semejante. Y la peor parte de esta vida sin ley –o de leyes amañadas– lo lleva lo más precario de la ciudadanía.
La desigualdad económica es, muchas veces, la consecuencia de un orden institucional y no su origen. Por eso pienso que el correctivo para nuestro liberalismo es menos la cercanía con la socialdemocracia (y su ímpetu redistributivo imbricado a un actor sindical que en la mayoría de los países latinoamericanos perdió mucho espacio), que de una tradición republicana y su acento en las instituciones y la protección de lo público. En muchos de nuestros países el problema principal no es la escasez de recursos sino el orden institucional que dificulta que estos puedan crearse de una manera más igualitaria. Como decía Fernando Henrique Cardoso, “el Brasil no es un país pobre, es un país injusto”. O sea, sin justicia, sin derecho, sin la capacidad institucional de proteger la agencia ciudadana contra la voracidad de unos pocos. Sin instituciones republicanas, se puede redistribuir recursos, pero es muy difícil asegurar el reparto igualitario de la libertad.
El nudo de nuestra inequidad está en la desigualdad brutal que padecemos los latinoamericanos en términos de influencia sobre la política; en la tremenda inequidad para acceder a tribunales que hagan valer los derechos de las mayorías; en recibir un trato igualmente digno de parte del Estado y de sus compatriotas. La cuestión de la desigualdad, en última instancia, se parece menos a cómo se reparte una torta que a cómo se distribuye el respeto, el miedo y la incertidumbre en una sociedad. Esa agenda no es ni ha sido la del liberalismo latinoamericano. Más que realmente creer en las oportunidades igualitarias, el liberalismo ha militado en el alivio a la pobreza. Y es muy distinto reclamar políticas para pobres que políticas para ciudadanos.
Finalmente, la cuestión de lo público y el interés general. Más del 80% de los latinoamericanos considera que su país es gobernado para beneficio de unas minorías y no para el pueblo. El 62% considera que la mayoría de sus políticos son corruptos. Solo alrededor de 10% asegura tener influencia sobre el proceso político nacional. En síntesis, perciben que, como en la canción, “the game was rigged, the ref got tricked” (¡basta de Taylor Swift!). Todo esto significa la disolución de lo público. Y en el centro del republicanismo está la protección de lo público. En todo el continente hay un reclamo palpable por la producción de interés general, de aquello que nos incumbe a todos frente a sistemas agujereados por intereses particulares de los legales a los criminales. El enemigo mortal de la república fue siempre la corrupción: la corrupción de las repúblicas. No entendida como la “mordida” o “coima” sino como la destrucción de lo público a punta de particularismo. Ahí también hay algo que el liberalismo podría recoger de su antiguo aliado.
Entonces, para terminar, el liberalismo latinoamericano se fue oxidando de economicismo, de conformismo, de elitismo y desconfianza –a veces terror– hacia la ciudadanía. El republicanismo –ese tío abuelo democrático– carga con ciertas prioridades que pueden contrapesar estas características: inconformismo, apuesta por la política y la ciudadanía, y compromiso con el interés general. Donde el liberal ve una región pobre, el republicanismo ve un continente injusto. El liberalismo debería reenganchar con esa tradición política y popular de la que se fue alejando. “Aquí naide es más que naides”, aseguró el buen Artigas al inaugurar la república uruguaya. El desafío latinoamericano sigue siendo instaurar unas instituciones que garanticen eso mismo. Pero los liberales contemporáneos renegaron de esa tradición. O se le recupera o la ciudadanía seguirá deslizándose hacia el caudillo populista que castiga a los viejos privilegiados para erigir nuevas prebendas y flamantes favorecidos.
Radar político
Venezuela: La crisis venezolana ha adquirido un perfil más de crisis internacional que nacional. La Misión Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU para Venezuela alertó ayer sobre el riesgo de “la desintegración del Estado de derecho” en el país por el agravamiento de la situación de los derechos humanos y la reactivación “de la maquinaria represiva” del gobierno de Nicolás Maduro. La Misión presentó ayer su último informe, en el que constata que los recientes abusos de los derechos humanos que ha podido documentar –como detenciones arbitrarias, torturas y violencia sexual– son una continuación de las violaciones que en el pasado consideró que constituían crímenes de lesa humanidad. Además, el régimen de Maduro ha acusado a EEUU de enviar armas para dar un golpe de estado y han sido detenidos dos españoles en Venezuela como integrantes de un supuesto complot para asesinar a Maduro.
Venezuela: El régimen de Nicolás Maduro ha pasado a la ofensiva contra sus enemigos internos y externos. Acusa a Edmundo González Urrutia de haber firmado un documento antes de salir al exilio hacia España admitiendo la victoria de Maduro en las elecciones del 28 de julio. El candidato opositor dice que lo firmó bajo coacción. Además, la Fiscalía de Venezuela emitió la solicitud de una orden de captura contra el presidente Javier Milei -a quien abrió “una averiguación”-, por el “robo” del avión venezolano-iraní que estuvo retenido en Buenos Aires desde junio de 2022 y fue enviado a Estados Unidos en febrero. La institución abre diligencias pertinentes y orden de aprehensión contra la secretaria general de Presidencia de Argentina, Karina Milei, y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Brasil: El presidente Luiz Inácio Lula da Silva afirmó que el país es “imbatible” en la transición energética ante el cambio climático, lo que ha llevado a un momento extraordinario en sus relaciones internacionales y al mayor reconocimiento global de su historia. “El mundo nunca había visto a Brasil tan importante. No es solo por la agroindustria, el mineral de hierro, la soya o la carne. Es porque Brasil es imbatible en materia de energía. Solo tenemos que ser grandes, pensar en grande, despertar y convertir este sueño en realidad”, agregó. El mandatario convocó a no tener complejos de inferioridad, pues el país tiene el potencial de convertirse en una “verdadera potencia mundial”, pero advirtió que para lograrlo el país debe dejar de considerarse en vías de desarrollo.
https://spanish.news.cn/20240917/c8eb1727af1f4a139876ba15e83d4a19/c.html
Bolivia: La guerra entre Luis Arce, presidente boliviano, y el exmandatario Evo Morales no deja de recrudecerse. El presidente Arce dijo que Morales no puede postular nuevamente a la presidencia del Estado y le pidió “no incendiar el país”. Agregó que lo que Morales busca es dar “un golpe de Estado”. Morales inició este martes una marcha desde el Altiplano hacia La Paz para exigir que pueda ser candidato en las elecciones presidenciales de 2025. Morales lidera la caminata de unos 187 kilómetros desde la localidad de Caracollo, en la región andina de Oruro, y marcha junto a decenas de mineros, campesinos, obreros e indígenas del ala evista del Movimiento al Socialismo (MAS). Ya ha habido 16 heridos. El ministro de Gobierno, Eduardo Del Castillo, denunció que el exmandatario y sus seguidores buscan “una guerra civil”.
Colombia: La negociación de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) está, de nuevo, al borde del colapso tras el atentado de esta guerrilla en Arauca que ha causado dos muertos y casi 30 heridos. El presidente Gustavo Petro ha afirmado que se trata de “una acción que cierra un proceso de paz”. Fue un atentado contra la base militar de Puerto Jordán (Arauca), entre los municipios de Tame y Arauquita. El atentado se da en medio de la crisis prolongada que vive la mesa de negociación entre el Gobierno y el ELN, y la reactivación de la lucha por controlar Arauca por parte del crimen organizado.
Ecuador: El presidente de Ecuador, Daniel Noboa, presentó un Proyecto de Reforma Parcial a la Constitución, con el objetivo de modificar el artículo 5 de la Constitución, que actualmente prohíbe el establecimiento de bases militares extranjeras y cualquier instalación con fines militares en territorio ecuatoriano. La propuesta presidencial busca eliminar estas restricciones con la finalidad de fortalecer “la batalla contra el crimen transnacional”, una de las mayores amenazas que enfrenta el país. Según el Ejecutivo, la inseguridad y el crecimiento de redes delictivas internacionales han superado las capacidades nacionales, lo que exige una respuesta contundente y coordinada tanto a nivel nacional como internacional.
Guatemala: Una misión de observación de la Organización de Estados Americanos (OEA) alertó sobre diferentes anomalías en el proceso de elección de cortes para elegir a las nuevas autoridades del periodo 2024-2029, que se encuentra en su fase final. La misión en un informe preliminar indicó que es preocupante que la comisión encargada de evaluar y seleccionar a los candidatos haya rechazado todas las tachas de corrupción presentadas contra los aspirantes. El proceso se encuentra bajo la lupa internacional debido a que en los últimos 10 años el sistema judicial guatemalteco se ha deteriorado. Finalmente, la OEA enfatizó su preocupación porque 33 de los comisionados encargados de evaluar a los candidatos también se están postulando para una magistratura. Entre 2019 y 2024, las cortes de Guatemala estuvieron sin renovación.
Radar electoral
Uruguay: La nueva encuesta de Factum señala que, si las elecciones fueran hoy, el 49% votaría a los partidos de la coalición oficialista si bien, con el 44%, el opositor de izquierdas, el Frente Amplio, sería el más votado. Dentro de la coalición de gobierno el candidato preferido sería Álvaro Delgado, del Partido Nacional, con el 27% de intención de voto quien en una segunda vuelta podría obtener el 15% del Partido Colorado (Andrés Ojeda), el 4% de Cabildo Abierto (Guido Manini Ríos) y el 3% del Partido Independiente (Pablo Mieres). Un 3% manifestó que se inclinaría por otros partidos y el restante 4% serían sufragios anulados o en blanco. Factum señala la estabilidad del Frente Amplio, que marca por segunda medición consecutiva en el 44%. El Partido Nacional registra un punto más que la medición anterior, luego de haber tenido una caída de 4% posinternas.
Brasil: El país aún no sale de su asombro tras lo ocurrido en el último debate televisivo entre candidatos a la alcaldía de Sao Paulo. José Luiz Datena, del PSDB, lanzó una silla al candidato Pablo Marçal en plena retransmisión cuando Marçal hizo referencia a una antigua denuncia de acoso sexual contra Datena. Datena aseguró que la denuncia había sido retirada. El incidente obligó a interrumpir la transmisión y Datena fue expulsado del evento, y Marçal recibió atención médica. Marçal, de 37 años, se ha convertido en el fenómeno de las elecciones municipales brasileñas. Con un discurso antipolítica agresivo en redes, este outsider casi iguala al actual alcalde, Ricardo Nunes, y al izquierdista Guilherme Boulos, candidato del presidente Luiz Inacio Lula da Silva.
Brasil: La última encuesta de Datafolha confirma que la pugna por el poder municipal en Sao Paulo se decanta a favor del oficialista Ricardo Nunes (centroderecha) frente al lulista Guilherme Boulos. Nunes vencería a Boulos en segunda vuelta por 52% a 37%. Ambos se impondrían en esa segunda vuelta al outsider Pablos Marçal. En primera vuelta hay un empate técnico entre Nunes (27%) y Boulos (26%) con Marçal estancado en el 19%. En Río de Janeiro, Eduardo Paes (centroderecha) ganaría en primera vuelta con el 59%. Las elecciones municipales tendrán lugar en octubre (el 6 de octubre la primera vuelta y el 26 la segunda).
Chile: Una encuesta efectuada por la empresa Plaza Pública Cadem, arrojó que la alcaldesa de Providencia y más probable candidata de Chile Vamos, Evelyn Matthei (UDI), subió 5 puntos porcentuales en intención de voto espontáneo llegando a 26% de las preferencias. En segundo lugar quedó la expresidenta Michelle Bachelet (PS), con 11%, y superó por primera vez al líder de Republicanos José Antonio Kast, que queda tercero con 9%. Más atrás se ubica el diputado Johannes Kaiser (4%), las ministras Carolina Tohá (2%) y Camila Vallejo (2%), el líder del PDG, Franco Parisi (1%) y el alcalde de Maipú, Tomás Vodanovic (1%,). Mientras que el 38% de los consultados no sabe o no responde. En un eventual balotaje, Matthei lidera con un 54% sobre Bachelet con un 38%. En otro escenario, Bachelet obtiene un 49% frente al 38% de Kast.
Ecuador: El Consejo Nacional Electoral (CNE) de Ecuador ya ha convocado a más de trece millones de ecuatorianos a las urnas el 9 de febrero para elegir un nuevo presidente de la República, 151 miembros de una nueva Asamblea Nacional y cinco parlamentarios andinos. Hasta el momento, hay dieciséis precandidatos a la Presidencia, pero el número exacto de aspirantes se conocerá el 2 de octubre, cuando acaba el plazo para registrarse de manera oficial. Con estas elecciones se retoma el ciclo regular electoral, ya que los comicios de 2023, que ganó Daniel Noboa, fueron extraordinarios, debido a que el expresidente Guillermo Lasso disolvió la Asamblea Nacional y anticipó los comicios.
Haití: El Gobierno de transición haitiano ha anunciado este miércoles la creación de un Consejo Electoral Provisional, organismo encargado de organizar la celebración de las primeras elecciones en el país caribeño en una década, ya que los comicios están previstos para 2026 y los últimos se celebraron en 2016. El Consejo de Ministros ha designado a siete de los nueve miembros del organismo, que representan a grupos religiosos, sindicatos, agricultores y periodistas, según reza un comunicado de la oficina del primer ministro haitiano. Los dos miembros restantes serán elegidos por organizaciones de Derechos Humanos y asociaciones de defensa de los derechos de las mujeres. Durante esta misma jornada, se ha ordenado la creación, organización y funcionamiento de la Comisión de Verdad, Justicia y Reparación (CVJR).
Radar económico-social
América Latina/EEUU: La rebaja en medio punto de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal estadounidense tiene una repercusión directa sobre los países latinoamericanos. En principio aligera la carga de la deuda que ha aumentado en los últimos años y se prevé que provoque un mayor flujo de remesas y de capitales hacia las economías emergentes. La baja en el costo del dinero implica un escenario de mejores condiciones para países emergentes, así como un menor “premio” por inversiones financieras en esos países. Si bien encarece las exportaciones, el posible efecto dinamizador de la economía estadounidense hace prever más remesas y mayor consumo.
https://www.bbc.com/mundo/articles/ckg27g8pkd0o
Brasil: El Banco Central de Brasil elevó este miércoles la tasa Selic en 25 puntos básicos hasta el 10.75%. El ritmo de los futuros ajustes dependerá de cómo se comporte la inflación. El comité de fijación de tasas del banco, conocido como Copom, votó por unanimidad elevar la tasa de interés Selic de referencia por primera vez en más de dos años hasta el 10.75%. Las proyecciones para la tasa Selic en lo que resta del año es que continúe en nivel ascendente hasta el 11.25%, en tanto que para 2025 se espera que baje a 10.50 por ciento. Esta apuesta por una política más restrictiva en los tipos de interés choca con el deseo del presidente Lula de que estos bajen para que se reactive la economía.
Argentina: El presidente de Argentina, Javier Milei, ha presentado su proyecto de presupuestos para el año 2025 que busca el “déficit cero” y el “achicamiento” del Estado. Prevé que el país crecerá el año que viene un 5% y que la inflación se reducirá hasta el 18,3 % interanual en diciembre de 2025. Durante su alocución, Milei describió el nuevo presupuesto como “la hoja de ruta” bajo la cual ordenará las prioridades de su gestión y llamó a pensar primero en cuánto debe ahorrar el Gobierno para después ver cuánto puede gastar. El mandatario destacó también la importancia de “terminar con el déficit fiscal, bajar el gasto público, eliminar impuestos y confiar en el ejercicio de la libertad” para vivir en un país con “estabilidad económica”.
Argentina: El país ha decrecido en el primer semestre de 2024 un 3,4%. A la cabeza del desplome se sitúan la construcción, un 22% interanual; la industria manufacturera, 17,4%; y el comercio, 15,7%. Una recesión que ha ido moderándose a lo largo del año: en el primer trimestre, la economía cayó 5,4% en términos interanuales; en el segundo, fue solo del 1,7%. El porcentaje global se vio compensado por una subida del 81,2% en agricultura y de la minería, en un 6,6%. La inflación en Argentina fue del 4,2% en el mes de agosto y llegó al 236,7% interanual. El gobierno de Javier Milei pretende reducir la inflación de Argentina hasta el 18,3% en 2025 desde el 104% de 2024.
Ecuador: La actividad económica en 2024 cerrará con un crecimiento del 0,9 %, de acuerdo con la última proyección del Banco Central del Ecuador (BCE), que redujo su previsión de abril pasado, cuando proyectó un crecimiento del 1% del producto interno bruto (PIB). Según el informe del BCE, los principales factores que influyeron en la reducción de la estimación del crecimiento económico están asociados con la reducción de las importaciones de bienes de consumo, capital y materias primas, una menor demanda del gasto de las familias y una desaceleración de la inversión privada. Para 2025, el Banco Central del Ecuador proyecta que el PIB de Ecuador crecerá sobre el 1,5%.
República Dominicana: El Banco Mundial afirma que los motores del crecimiento de República Dominicana están llegando a su límite. La causa es el bajo crecimiento de la productividad en los últimos años, un insuficiente capital humano para atender las necesidades del sector empresarial, posibles desastres relacionados con el cambio climático y distorsiones en mercados claves, incluyendo la asignación poco eficiente de exenciones fiscales. El informe explica que, a pesar del crecimiento del producto interno bruto (PIB), hay sectores que no han logrado generar empleos de calidad.
El Salvador: El presidente de la República, Nayib Bukele, se comprometió este domingo que el próximo 30 de septiembre presentará a la Asamblea una propuesta del presupuesto general de 2025 “completamente financiado”, con recursos propios. “El Salvador ya no gastará más de lo que produce anualmente”, dijo Bukele durante su discurso por el 203 aniversario de la Independencia. El endeudamiento en la gestión Bukele ha ido en aumento. Según datos del Banco Central de Reserva, la deuda pública total en 2023 llegó a $20,097.64 millones, a lo que se suman la deuda con los fondos de pensiones por $10,116.43 millones. El Gobierno sumó $6,370 millones a la deuda pública total en solo dos años, de junio de 2022 a junio de 2024.
Sudamérica: La región sudamericana afronta una oleada de incendios que se ha extendido por 6 países de la cuenca del Amazonas y el humo afecta a Argentina y Uruguay. Los incendios forestales afectan ya a 12 regiones de Perú mientras que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, admitió que el país no estaba «100% preparado» para enfrentar la ola de incendios. Hay 108 en todo el país, mientras que otros 106 arden descontrolados. En Brasil, el número de incendios en lo que va de septiembre (59.641) ya superó el total de todo el mes del año pasado (46.498). Además, en Paraguay se reactivaron los incendios forestales en el departamento de Alto Paraguay, un fuego que ha consumido más de 190 mil hectáreas. Bolivia ha sido declarada en “situación de desastre” or los 3.036 focos de incendios, más que ningún otro país. Ecuador tiene 22 incendios forestales activos y más de 19.430 hectáreas han sido arrasadas en Colombia.