El papa Francisco escuchó en Malta los testimonios de algunos residentes que llegaron a esta isla europea tras un terrible viaje
El papa visitó este domingo el centro de acogida de migrantes “Juan XIII” en Hal Far durante su viaje a Malta, escuchó los testimonios de algunos residentes que llegaron a esta isla europea tras un terrible viaje y, ante este drama, instó a comportarse con “humanidad” y preguntarse: “¿Y si en esa barca viajara mi hijo, o mi hija, o yo?”.
“Como dije hace algunos meses en Lesbos, estoy aquí para decirles que estoy cerca de ustedes”, comenzó Francisco su discurso ante los 50 migrantes que viven en este centro católico y otros 150 llegados de otros campos de refugiados en un escenario decorado con botellas de plástico que simbolizaban la contaminación del Mediterráneo y los chalecos salvavidas de los muertos intentando cruzarlo.
El pontífice recordó que en esta isla del Mediterráneo, los malteses acogieron al apóstol Pablo y a todos los que habían naufragado con él y los trataron “con una cordialidad fuera de lo común”, por lo que pidió que ahora “Malta siempre trate de este modo a cuantos llegan a sus costas, que realmente sea para ellos un puerto seguro”.
El país, que en 2021 recibió cerca de 800 migrantes, aplica una política de mano dura contra la migración y no permite que desembarquen en sus puertos los rescatados por las ONG: el barco humanitario Sea Eye 4 espera desde hace días con 106 personas a bordo una respuesta de las autoridades maltesas.
“¿Cómo podemos salvarnos de este naufragio que amenaza con hundir la nave de nuestra civilización?” y con ella “no sólo a los refugiados, sino a todos nosotros”, se preguntó el papa, antes de responder: “Comportándonos con humanidad. Pensando que en el lugar de esa persona que veo en una embarcación o en el mar, a través de la televisión o de una foto, podría estar mi hijo, o mi hija, o yo”.
“Quizá en este momento, mientras estamos aquí, algunas barcas estén atravesando el mar desde el sur hacia el norte. Recemos por estos hermanos y hermanas que arriesgan la vida en el mar, en busca de esperanza”, añadió Francisco que mencionó el enésimo naufragio de este sábado en el Mediterráneo central en el que han perdido la vida al menos 90 migrantes y del que se salvaron solo cuatro.
Pero Francisco también quiso recordar a todas las personas que se han visto forzadas a huir de Ucrania “por una guerra injusta y salvaje” y a “los muchos otros hombres y mujeres que, buscando un lugar seguro, se han visto obligados a dejar su casa y su tierra en Asia, como los rohinya, o en África y en las Américas”.
Delante del pontífice narró su historia el nigeriano Daniel Jude Oukeguale, que contó las seis veces que intentó llegar a Europa y que fue devuelto a Libia, donde le encerraron en el centro de detención de Ain Zara: “El peor lugar para pasar incluso un solo día”,.
Y cuando finalmente les rescató la Guardia costera de Malta, “la alegría duró poco”. “Nos encerraron en un centro de detención durante unos seis meses. Había perdido la cabeza y cada noche le preguntaba a Dios ‘¿por qué?”‘. A veces he llorado. A veces deseaba estar muerto. ¿Por qué los hombres como nosotros deben ser considerados enemigos, criminales y no hermanos?”.
Siriman Coulibaly relató ante Francisco que después de llegar a Europa la incertidumbre es total: “Hay personas cuyas solicitudes han sido rechazadas y que no pueden volver a su país de origen porque sigue siendo peligroso que lo hagan, los llamados sin papeles, y acaban sin tener dónde ir, con pocos o ningún derecho”.
Ante ello, el papa denunció que “millones de migrantes ven violados los derechos fundamentales, a veces lamentablemente con la complicidad de las autoridades competentes”.
Y agregó: “Ustedes no son números, sino personas de carne y hueso, rostros, sueños a veces rotos”.
El papa también pidió que los centros de acogida “sean lugares de humanidad”. En el de Hal Far visitado por el papa viven hacinados más de un millar de migrantes en condiciones denunciadas varias veces por el Consejo de Europa y las organizaciones humanitarias.
Mientras a las puertas, varias decenas de ucranianos aprovecharon la visita del pontífice argentino para pedir que el cierre del espacio aéreo y que se impidan los bombardeos rusos, con eslóganes como “Protejan a los niños” mientras ondeaban banderas de su país.
Cristina Cabrejas