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No solo Trump responsabiliza a inmigrantes por criminalidad
Foto de Internet

Es bastante improbable que las políticas migratorias puestas en práctica hoy en día por el presidente de Estado Unidos, Donald Trump, y sus homólogos latinoamericanos, el venezolano Nicolás Maduro y la ministra de seguridad argentina Patricia Bullrich, tengan un impacto fuerte en las operaciones del crimen transnacional organizado, aseguró un análisis publicado por el Centro de Investigación de Crimen Organizado, InSight Crime.

“Sería ingenuo creer que este es su principal objetivo al confundir inmigración con crimen”, señaló sobre lo que es por definición un problema que atraviesa fronteras.

Aunque el estudio admite que algo de cierto hay en las afirmaciones sobre la influencia de criminales extranjeros en muchos países, pues se sabe que los carteles mexicanos de la droga operan en Estados Unidos; además, los grupos armados colombianos mantienen presencia en las regiones fronterizas de Venezuela; y narcotraficantes de Colombia, Paraguay, Perú y Bolivia usan todos a Argentina como ruta de tránsito para el tráfico.

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Nicolás Maduro. Foto de Reuters

“La porosidad de las fronteras y la laxitud de las políticas migratorias son aprovechadas por el crimen organizado”, apunta la fundación dedicada al estudio de la principal amenaza a la seguridad nacional y ciudadana en Latinoamérica y el Caribe. Sin embargo, “el control de fronteras y de inmigración son apenas una pequeña parte de una combinación de complejos factores y condiciones que determinan las acciones y el éxito del crimen organizado transnacional”.

Por tanto, InSight Crime señala que echar la culpa “al otro” en la forma de minorías o extranjeros ha sido por mucho tiempo una táctica recurrente de líderes y movimientos políticos, especialmente nacionalistas, una que se usa muchas veces no solo para aunar respaldos contra un enemigo común, sino también como distractor de los fracasos de un gobierno.

El nuevo presidente de Estados Unidos, con inmediatez, ha sorprendido al mundo y ordenado la construcción de un muro entre fronteras para impedir el paso de los que ha catalogado como los “vendedores de drogas, criminales y violadores” de México. Aunque Trump lleve el discurso xenófobo a un nuevo extremo en la Unión Americana, en lo que respecta al crimen organizado en el continente, no es el único en la posición de echar la culpa al vecino.

En toda la región pueden observarse ejemplos de políticos que dirigen hacia fuera la culpa de sus problemas de seguridad internos. “Es probable que los casos que hoy en día presentan Trump, Maduro y Bullrich no sean distintos”, compara.

Justo el día anterior al anuncio de Trump, la ministra de seguridad argentina Patricia Bullrich justificó los nuevos planes de endurecimiento de las restricciones migratorias, culpando a los inmigrantes del narcotráfico y la violencia derivada de aquél.

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Patricia Bullrich. Foto de La Nación

Desde su llegada a la presidencia en 2013, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha atribuido la culpa de la crisis de seguridad y la inestabilidad política en Venezuela a su vecina Colombia. “Maduro ha acusado a los colombianos de ‘fascistas’ y ‘paramilitares’ por todo, desde el narcotráfico hasta las protestas sociales, y los ha acusado de maquinar asesinatos políticos”, refiere James Bargent de InSight Crime. En 2015, el presidente incluso recurrió a cerrar la frontera y expulsar del país a migrantes colombianos, en lo que afirmó que era una acción contra los “paramilitares”.

El mayor consumidor de estupefacientes del mundo

En Estados Unidos, por ejemplo, los carteles mexicanos operan no porque las leyes migratorias sean laxas, sino porque el país sigue siendo de lejos el mayor consumidor de estupefacientes del mundo, a pesar de décadas de políticas antidrogas represivas, en el país y hacia el exterior.

En el caso de Venezuela y Argentina, el crimen organizado transnacional ha logrado convertir a estos países en rutas de tránsito para narcóticos y en refugios para criminales más por la debilidad de los organismos de gobierno y los altos índices de corrupción que por la porosidad de las fronteras.

La retórica antiinmigración de Trump y el echar la culpa a los otros países no solo disfraza estas fallas nacionales; también resta valor a los complejos e importantes debates sobre cooperación transnacional en materia de seguridad que deberían estarse dando en los países de América a nivel nacional y transnacional.

“La simple atribución de culpa a una masa de extranjeros socava la cooperación transnacional en materia de seguridad, no tiene mucho sentido desde una perspectiva legislativa y estigmatiza a grupos sociales ya marginados”, censura.

Con información de Quadratín