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La última entrevista del cardenal Castrillón Hoyos
Foto de La Stampa

El pasado 18 de mayo murió el cardenal colombiano Dario Castrillón Hoyos. En sus 88 años de edad y siendo cardenal desde 1998, Castrillón fue una figura tan influyente como controversial para la iglesia en el mundo, especialmente en América Latina y específicamente en Colombia. Por ello, La Stampa recuerda la última entrevista que se le realizó el 28 de septiembre de 2017,

“Nadie puede defender a quien me acompaña”, pensó el arzobispo. Por eso decidió internarse solo en la selva. “En el fondo, no tengo responsabilidad”, se repitió. Aunque la tenía, ya entonces guiaba la Arquidiócesis de Bucaramanga. Pero eso poco le importaba, en la convulsionada Colombia de los años 90. Así terminó cara a cara con un poderoso jefe guerrillero, en el corazón de la jungla. Cuando lo tuvo enfrente, el líder se justificó por haber mandado a quemar una casa curial. Él lo miró, hizo una pausa y replicó: “Mira, tu no estás de malas por haber hecho eso que juzgas justo… pero lo que has sido tu es un gran hijo de p…”.

Con una sonrisa cómplice, Darío Castrillón Hoyos relató su propia anécdota. Y, con cierta candidez, aclaró: “Pido perdón a la audiencia por las palabras que tomé, creo, del Quijote de la Mancha y por eso me atrevo a usar con mucha libertad”. Las licencias de un cardenal. Pero aquel episodio lejos estaba de ser broma. “Todo el comando lo tenía él, desde la salida para la costa en Bucaramanga hasta Cali y Antioquía”, aclaró el purpurado. Esa era la medida de su interlocutor, que supo descolocar con genuina astucia. “Él estaba con su gente, y se rieron todos”, acotó.

Así domó a la fiera. O al menos la hizo entrar en razón. Y ya no hubo más quema de casas curiales. La historia de este cardenal paisa, que concluyó abruptamente el 17 de mayo en Roma, está plagada de episodios similares. Como cuando se disfrazó de lechero para convencer al capo Pablo Escobar Gaviria que se entregase. O como cuando los guerrilleros llegaron hasta el Vaticano.

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Foto de La Stampa

“Tengo la experiencia de haber estado con ellos en la montaña y aquí. Gente de la guerrilla ha estado en la capilla de esta casa cardenalicia en Roma. Hemos rezado juntos, y le han prometido al Papa respetar la vida de ancianos y de mujeres encinta. Algunos de los grupos lo prometieron muy solemnemente”, reveló, señalando con el dedo hacia una habitación contigua al estudio de su histórico departamento ubicado justo frente a la Piazza della Città Leonina, a escasos metros de San Pedro.

Allí mismo concedió esta que es, seguramente, su última gran entrevista. Un testimonio póstumo sobre un protagonista indiscutido en la historia de la Iglesia. Fallecido a los 88 años, tras haber sido obispo de Pereira y Bucaramanga, secretario y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, prefecto de la Congregación para el Clero y presidente de la Pontificia Comisión “Ecclesia Dei”.

La mañana de ese 28 de septiembre de 2017, cuando supo que sería registrado en video, decidió lucir vestimentas cardenalicias clásicas: sotana negra, solideo colorado y faja del mismo color. Nunca solicitó una pausa. Se expresó con lucidez y, por momentos, con fina grandilocuencia. No obstante la edad y el impacto de la grave dolencia hepática que ya lo consumía por dentro.

“No siempre me fío de los periodistas”, confesó de entrada. En esta oportunidad lo hizo, gracias a la mediación de un amigo mutuo, gran diplomático y eximio periodista, César Mauricio Velásquez Ossa. El resultado de la conversación lo satisfizo tanto que poco después, él mismo llamó para agradecer y congratularse. No escondía su deseo de comunicar.

 La renuncia de Benedicto XVI

“Para mi fue una enorme sorpresa. Un desconcierto muy grande, porque al terminar su discurso dijo que se retiraba pero que seguía siendo Papa. Eligió el día para su tránsito, fue un momento dramático, un momento difícil de Iglesia”, relató sobre aquel dramático Consistorio del 11 de febrero de 2013, cuando el pontífice presentó su renuncia.

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Foto de de Alessandra Tarantino/AP

Castrillón siempre se preció de tener una relación cercana con Joseph Ratzinger, su vecino vaticano. En los años 70, cuando el teólogo alemán era todavía profesor, lo invitó a Colombia. “Vivió en mi casa del Celam”, contó. Años más tarde, Juan Pablo II los puso a trabajar en la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica. Uno era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el otro prefecto del Clero. “Que él mire la fe, tú mira la forma de llegar a la gente sencilla”, le encomendó Karol Wojtyla. En 2005, junto con su connacional Alfonso López Trujillo, fue clave para su elección como Papa.

“De pronto dijo la renuncia, y a mi me pareció raro que un buen grupo de obispos no se dio cuenta lo que había pasado, porque ya no saben el latín y él habló un latín escolástico clásico. Fue la bomba del Papa y de inmediato tuvo lugar la reunión de cardenales donde dijimos claramente, y digo dijimos porque yo participé, no pueden aparecer dos papas. En este momento debemos mantener la unidad, tiene que aparecer un solo Papa y ese es quien será elegido”, evocó.

Y repasó el ambiente de aquellos días: “El primer impacto fue fatal. ¿Qué pasó? Gran crisis en la Iglesia, un Papa que renuncia. ¿Qué pasa con el otro Papa?¿Dónde va a vivir? ¿Va a introducir su pensamiento y le va a faltar libertad al Papa? Todas esas cosas se hablaban. Pero a la hora de la verdad fue muy sencillo: Yo me retiro el día tal, pero mientras tanto sigo mandando. En ese tiempo él escogió dónde quedarse, un monasterio dentro del Vaticano”.

Pese a las interrogantes que aquella decisión había generado en torno a la salud de Benedicto, aseguró que el pontífice “no tenía ningún problema”. Prefirió destacar que aquel gesto fue producto de una “persona agobiada” por un tipo de trabajo que no le permitía hacer lo que él quería y como él quería. “Eso se le vino encima como una pared”, constató.

“¿Con esa dimisión se abrió un nuevo tiempo para el papado?”, cuestioné. Él respondió: “Se ha dicho mucho, que se abrió el tiempo de las renuncias. No es cierto, porque ya había habido renuncias como la de Celestino V. No, para mí fue un momento trascendental para la responsabilidad de un hombre capaz de quitarse de encima un yugo que él estaba viendo como insoportable para su tiempo”.

“Y la renuncia, ¿condicionó de algún modo el pre Cónclave posterior?”, insistí: “Creo que no hubo condicionamiento. De los diálogos con mis colegas en esos días no tengo una palabra que me lleve a pensar eso. Tranquilamente él pensó: ‘Por el bien de la Iglesia es mejor que yo me retire. Ya no tengo tiempo para estudiar, no tengo el tiempo que necesito darle a las personas que recibo. En lenguaje casi vulgar, ya no me siento capaz de ser maestro de ellos en este momento”.

La elección del Papa Francisco

¿Qué piensa un cardenal cuando se alista a elegir Papa? ¿Qué busca a la hora de votar? Castrillón estuvo en esa situación en abril de 2005 cuando, junto con otros 114 “príncipes de la Iglesia”, debió elegir sucesor a Karol Wojtyla. “Cuando uno entra a la Capilla Sixtina la ve distinta”, confesó sobre aquella experiencia. Y describió lo que pasó por su corazón en aquel momento.

“Yo veo y pienso: Ese es el Cristo que me va a juzgar, tengo que ofrecer lo mejor para la Iglesia. Aquí no puedo tener ninguna cosa que no sea seguir a Cristo para que él sea quien nos de su vicario. Y no vamos a esperar que nos de un vicario impoluto, no. Pedro no era la maravilla, negó Jesús con la sirvienta, aquello fue la demostración de sus incapacidades, pero pese a esas incapacidades él fue su vicario. Pedro, incapaz, pero también capaz de cambiar un imperio”.

Aquel Cónclave de 2005 no sólo dio como resultado un Papa alemán, también dejó constancia de que se acercaba la hora de Jorge Mario Bergoglio. Por eso, Castrillón no dudo en responder “obviamente si” al cuestionarle si alguna vez imaginó la elección de un pontífice latinoamericano.

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Foto de Internet

“De esto uno no puede hablar con mucha libertad porque hubo votos por un latinoamericano en 2005 y al vivir eso de cerca se veía que la posibilidad existía. Finalmente el señor escogió a Francisco, que le ha dado al mundo un gran regalo: la misericordia. Este es el Papa de la misericordia. Algunos creen que es otra cosa, no, es el Papa de la misericordia infinita de Dios frente a la debilidad humana y con el propósito humano de cambio”.

Reconoció que no conocía “mucho” el arzobispo de Buenos Aires. Entonces, tuvo un arranque de sinceridad. “No siempre puedo ser claro con los periodistas”, anticipó, cual premisa. Pero, en esto sí fue claro: él nunca conoció de cerca al nuevo Papa. Aunque pudo verlo en acción durante la conferencia de obispos latinoamericanos de Aparecida en 2007. “Ahí admiramos su trabajo”, dijo.

Su llegada al pontificado fue otra cosa. Sobre este momento, contó una peculiar vivencia: “Me pasó una cosa muy curiosa. Cuando lo eligieron pensé que fuera de Aparecida yo no lo conocía, pero fui a mi libreta de diario y me di cuenta que tres veces había estado almorzando, aquí en esta casa, conmigo. Pero no me quedó ninguna huella, muy curioso que en ese momento no tuviera ningún recuerdo”.

Todo cambió en breve. Destacó que el nuevo obispo de Roma mostró inmediatamente una “cosa bonita”: la “sencillez llena de contenido”. Con eso, siguió, se ganó a las masas. Además, apreció el uso que Francisco hace del lenguaje latinoamericano “de forma muy humana” y “muy rica”. Al respecto, abundó: “La mayor riqueza del pontificado de Francisco es la misericordia, este mundo necesita misericordia, el hombre necesita misericordia, el perdón está vinculado con la misericordia, Con un lenguaje muy sencillo pero muy profundo. Otras cosas las pasa por encima, las dice como un chiste a veces, pero la misericordia no. Ahí se las juega todas”.

El viaje del Papa a Colombia

Apenas 15 días antes de la entrevista, el Papa había cumplido una intensa visita apostólica por el país de don Darío Castrillón. Y él no quiso perdérsela. Con su dolencia a cuestas, viajó no sólo a Bogotá, también lo hizo a Cartagena y a su natal Medellín. Regresó a Roma entusiasta, como el mismo Francisco. Coincidió con el líder católico en el impacto de la manifestación popular desbordada y la milimétrica organización logística.

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Foto de Internet

“¿La movilización popular lo sorprendió?”, interrogué. “Enormemente”, sostuvo. Describió que, al ver todo tan bien organizado, le entró miedo. ¿Y si la maquinaria aleja al Papa de la gente? Sería grave que, por la seguridad, los fieles no puedan pararse frente a vicario de Cristo, abundó.

“Ese temor desapareció inmediatamente porque la gente salió a las calles, porque los sitios de las grandes celebraciones estaban colmados con centenares de miles de personas y con una nota real de fe, no era solo un espectáculo. Es fácil asistir a espectáculos religiosos bonitos como esos, pero asistir para adorar a Cristo, para recibir la revelación del padre a través de los sucesores de los apóstoles y con la presencia del Papa Francisco, esto era una cosa grande, notable”, subrayó.

Ilustró así la misa en el Parque Bolivar de Bogotá: “Vi aquella explanada llena totalmente de gente y vi la alegría del Papa con esa sonrisa del pueblo que el visitaba. El se entrega a la gente, es amable, un hombre sencillo recibido con todo el honor con el que se recibe al vicario de Cristo y con toda la simpatía con la cual se recibe a un hombre tan cordial como Francisco”.

Más adelante, consideró que el principal desafío que dejó la visita papal a su país fue el trabajar en vivir bajo la luz de la fe, en armonía, y desde ahí afrontar las dificultades, saber perdonar y reconciliarse. Porque en Colombia “la reconciliación es cosa seria”. Quedó muy impactado por los discursos de Bergoglio en Medellín. Los catalogó de “textos magistrales”, y exclamó: “¡Qué hombre de Dios! ¡Qué maravilla de visión de la vida religiosa, del obispo, del sacerdote, del diácono que ha dejado! El Papa inundó de amor a Colombia”.

El proceso de paz y la actualidad de Colombia  

El talante incisivo del cardenal emergió a la hora de abordar el proceso de paz en su país. Todavía estaban muy presentes las feroces polémicas en torno al acuerdo firmado entre el presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), aprobado tras un fallido referéndum que dividió a la sociedad y provocó una inusitada perplejidad a nivel mundial.

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Foto de Internet

“No quisiera entrar en política, pero hay gente que no acepta al presidente de Colombia. Por ejemplo, en Medellín hubo un manifiesto público que decía: ‘Santo padre, si este señor viene va a haber una rechifla y la rechifla no es para usted, es para el presidente de la República’. Y él, en un gesto -yo diría de prudencia- no fue, y no hubo problema”, patentizó Castrillón Hoyos. Vinculó este malquerer a lo ocurrido con los acuerdos.

La mayoría de los colombianos, especificó, es contraria “a una paz en la que se olvida que ha habido genocidios, estupros, asesinatos de los padres delante de los hijos pequeños”. A los guerrilleros, para alcanzar el fin de la guerra, se les ha dado curules.“Esa paz no la entiende ningún hombre de bien en Colombia”, remarcó.

Con firmeza, redobló: “Queremos una paz sin estupro, sin genocidio, queremos una paz sin que se impongan alcaldes. El pueblo colombiano ¿quiere la guerra? No, no la quiere. ¿Es enemigo de la paz? No, es enemigo de una falsa paz que premie a quienes han sido los violadores de las leyes y de la vida civil del país en todos los ámbitos”.

Son palabras de quien vivió la misma tragedia de su pueblo. Vio caer a muchos cerca de él. Como su primo compinche de la infancia, secuestrado y asesinado por la guerrilla. O como Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, excelso predicador y uno de sus maestros. Siendo obispo de Arauca, fue asesinado por el Ejército de Liberación Nacional el 2 de octubre de 1989.

Su beatificación, presidida por Francisco el 8 de septiembre de 2017 en Villavicencio, fue interpretada como un mensaje a los guerrilleros: la paz no borra el pasado. “En ese sentido lo hemos entendido nosotros, los que quisimos al padre José Emilio”, suscribió el cardenal. Durante esos días, el pontífice rechazó reunirse con líderes guerrilleros y, en general, hizo todo por no ser instrumentalizado en medio de un polarizado escenario.

Castrillón aprovechó el particular para cuestionar de nuevo a Santos. “Esa fue una cosa maravillosa, porque el presidente quería instrumentalizar a su favor la visita del Papa y la paz. Todo el mundo sabe cuán pocas cosas ha hecho por la paz en el país. Aún no ha respondido qué matrículas tenía antes de ser presidente. Es un tema en el cual yo prefiero no entrar, aunque no le tengo miedo a la política porque Jesús es el rey de los reyes, el señor de los señores. Y si el rey de los reyes no tiene derecho a iluminar la política que me digan ¿qué señor es?”.

“Quienes hemos vivido eso sabemos que se ha perdonado. Pero no entendemos que el perdón sea darle el Parlamento a unos genocidas para que se apoderen de él, y darle la posibilidad que tengan poder por medio de sus armas. Esa no es la paz. La reconciliación verdadera es la de tantas familias que han sabido perdonar, que han olvidado situaciones sumamente difíciles y lo han hecho por ser católicos, creyentes. Al santo padre le entregamos esa paz colombiana y él la vio en la alegría de la gente, en esos rostros que lo recibieron en toda Colombia, a los cuales respondió con tanto cariño, tanta paternidad y con un estilo lejano a todo lo que sea ir contra la paz”.

Con información de La Stampa