La esperanza del mexicano condenado a muerte en EE.UU.

Desde que la pena de muerte fue reinstalada por la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos en 1976, por mucho, el estado de Texas, ha sido quien mas condenados a muerte ha ejecutado.

Son 537 presos ejecutados en los últimos 40 años, por el segundo estado más grande de la Unión Americana.

Entre el 2000 y el 2015, se realizaron 234 de estas ejecuciones, bajo la administración del Republicano Rick Perry.

Son 263 los condenados a la pena capital, los que aún esperan en el Pabellón de la Muerte de Texas su cita con la inyección letal. Superado tan solo por Florida con 396 y California con 743.  

En el 2004, la Corte Internacional de La Haya en Holanda, dictaminó que de los 60 mexicanos que están actualmente condenados a muerte en Estados Unidos, a 50 de ellos no se les respetó su derecho constitucional de poder hablar con su Consulado Mexicano.

De esos 50, 10 se encuentran en el Pabellón de la Muerte en Texas, y de todos ellos ninguno ha esperado más para ser ejecutado que César Roberto Fierro Reyna.

Desde su llegada, el 26 de febrero de 1980, son ya 13 mil 220 días lo que lleva encerrado el mexicano de 59 años de edad, originario de Ciudad Juárez, Chihuahua, por el presunto asalto y asesinato de un taxista de El Paso, Texas, en febrero de 1979.

Son 36 años, dos meses, ocho días, de los cuales, 23 de las 24  horas de cada día, de las últimas y eternas 317 mil 160 de su vida, las ha pasado atrapado y sin salida en la antesala de la muerte.

El chihuahuense, duerme, come, se baña y hace de sus necesidades; dentro de una celda de cinco metros por cuatro y sin ventanas. 

“La mayor parte del tiempo hay que buscar la manera de estar distraído. No deprimirse, porque si se deprime uno, es lo peor que le puede pasar”, asegura Fierro Reyna.

Van ya mil 888 semanas sin que el estado lo ejecute, lo libere o tan solo le permita salir una hora más, de los 60 minutos al día que se le autorizan salir a César Roberto al patio de la cárcel. Y cuando lo dejan salir tomar y ver el sol, esta hora al aire libre la pasa como todo condenado a muerte en los Estados Unidos: en completo aislamiento del resto de la población.

“A mí no me gusta clavarme en esas cosas. Yo mejor trato tratarme de distraerme, haciendo ejercicio, leyendo y escuchando el radio. Porque a mí no me gusta estar pensando en lo que perdí, ni lo que estoy perdiendo, no me va a ayudar para nada”, afirma el mexicano.

Si no fuera por el radio de transistores que apenas las autoridades penitenciarias le permitieron tener a César, hace poco menos de media década, el chihuahuense estaría totalmente aislado de lo que pasa en el mundo.

Como ejemplo, Fierro Reyna está enterado de que la contienda presidencial en los Estados Unidos está muy polarizada. Sabe también lo que el virtual candidato republicano a la Presidencia, Donald Trump, piensa de los mexicanos y los inmigrantes.

“En la realidad no creo que valga mucho mi opinión, porque no soy un buen ejemplo que digamos. Pero lo único que le puedo decir es que no creo que es verdad todo lo que dice él (Donald Trump)… no por mí, sino porque hay personas (que no son) lo que él dice. Es el tipo de personas que le gusta la publicidad y le gusta los escándalos (sic.). Y eso es lo que él hace: puro escándalo”, comentó.

Con todo y los dos tercios de vida que lleva encerrado, César aún tiene ilusiones de una vida normal, en caso de que fuera liberado.

“Primeramente reunirme con mi hija y con mi nieto. Pos hablar con ellos, que me llevaran a comer, ¿me entiende? Unos burritos de carne deshebrada, pos principalmente hablar con ellos, y platicar bien. Abrazarlos. Porque aquí cuando vienen, no se puede platicar bien, porque se va el tiempo muy rápido (sic).”, expresa el mexicano.

No obstante el mundo que encontraría, seria muy diferente al que dejó al principio de la década de los 80.

“De pensar de todo lo que tengo que hacer, me da miedo, porque todo es nuevo. Todo seria nuevo para mi. Comenzar desde el principio”, externó.

De alcanzar la libertad, César Roberto la viviría en su tierra. Volvería a su amada Ciudad Juárez.

“Me quiero regresar a Juárez. Yo sé que ya no es lo mismo, pero me imagino que sigue siendo Juárez”, dijo esperanzado.

Según datos del departamento de Justicia de Estados Unidos, de las mil 435 ejecuciones desde 1976, mil 260 fueron por inyección letal, 158 condenados a muerte fueron electrocutados, 11 ejecutados por cámara de gas, tres ahorcados y tres fusilados.

El 75 por ciento, o 796, de estos ejecutados, son de ascendencia blanca o anglosajona, 495 fueron de raza negra, 120 hispanos y 24 de otras razas.

Solo 156 han sido perdonados antes de su ejecución y sus sentencias conmutadas.

Por más de dos décadas y media, la vida, ejecución o liberación de César Roberto, está en las manos del fiscal de Distrito del Condado de El Paso, Texas, el méxicoamericano Jaime Esparza, quien, tras la visita del papa Francisco a Ciudad Juárez, se comprometió a revisar el caso del mexicano y al fin tomar una determinación finita.

Sin embargo, el problema ahora es que el fiscal Jaime Esparza lucha en este momento por su supervivencia política, ya que no pudo ganar la mayoría electoral en su reelección del pasado mes de marzo y se juega su puesto este próximo 24 de mayo en una elección especial.

El futuro de César Roberto Fierro dependerá de la reelección de Esparza.

La Continua Pesadilla de Cesar Fierro SEGUNDA PARTE from López-Dóriga Digital on Vimeo.

Por Francisco Villalobos. Con imágenes de Luz Franco