Mujeres ucranianas adaptan uniformes y chalecos antibalas para sus familiares en el frente de batalla en la guerra
Sus esposos, hijos o hermanos en el frente les dicen lo que necesitan, mientras ellas adaptan uniformes y chalecos antibalas a lo que ellos reclaman. Es la contribución a su país de un grupo de empleados, en su mayoría mujeres, que han logrado un trabajo pese al desempleo provocado por la guerra en Ucrania.
El 90 por ciento del medio centenar de empleados de esta fábrica en Kryvyi Rih, en el sureste de Ucrania, son mujeres, comentan Victoria y Konstyantyr, encargados de esta planta que antes de la guerra hacía ropa de vestir.
“Madres, hermanas y esposas de soldados, que les preguntan lo que necesitan en el frente. Aquí el control de calidad son sus familiares”, asevera Konstyantyr.
Trabajo duro
Ellas participan en el diseño, pues saben lo que necesita vestir su familiar según vaya al combate o a un puesto de control en la retaguardia, comenta el coordinador de esta planta, de la que pide no dar detalles del nombre ni localización exacta por motivos de seguridad.
Kryvyi Rih, una ciudad industrial de unos 600 mil habitantes, no está lejos de la línea que marcan las zonas ocupadas por Rusia en el este de Ucrania.
A quienes combaten allí les envían su producción, que también incluye telas para cubrir trincheras o proteger armamento, entre otras confecciones.
Victoria recuerda que antes de la guerra hacían ropa de señora, caballero y niño, “blusas, faldas, camisas, chaquetas”.
Pero se reconvirtieron rápido para confeccionar chalecos antibalas: “tomamos uno con los estándares de la OTAN, lo desarmamos, miramos por dentro, en qué consiste, qué accesorios se usan, tratamos de hacer productos similares y lo logramos”.
Los diseños son por ordenador, pero la confección es pieza a pieza, hasta 92 en algunos uniformes, en máquinas de coser, en una sala donde el ritmo de horas de trabajo parece marcarlo el sonido incesante de sus agujas.
“Es bastante difícil la confección, es casi como un Lego”, advierte, en un símil con el juego de construcción con piezas de plástico.
Los uniformes incluyen por ejemplo complementos para llevar munición en varios bolsos, para portar distintas armas o para cualquier necesidad del soldado.
Empleo en tiempos difíciles
Konstyantyr, coordinador del proyecto, explica el proceso, entre grandes rollos de una tela resistente, que no se corta fácilmente ni arde con una leve llama, pero se lava bien, los patrones de cada pieza extendidos sobre una larga mesa y las empleadas que revisan cada costura de cada acabado al final del proceso.
“Se enseñan unas a otras”, destaca, para señalar que algunas son desplazadas que fueron evacuadas de otras partes del país donde había combates.
El coordinador agrega que aunque “no tenían especialización, no nos comparamos con empresas profesionales, pero damos una alta calidad, nos lo piden diferentes unidades del Ejército” ucraniano.
Solo descansan los domingos y en la fábrica hay un espacio para que estén sus hijos, pero gracias al apoyo que reciben de la Administración de la ciudad tienen trabajo, concluye.
Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), casi cinco millones de ucranianos han perdido sus empleos desde el comienzo de la invasión rusa el pasado 24 de febrero, que podrían ser hasta siete millones si la guerra se prolonga o bajar en cambio hasta los 3.4 si acaba pronto.
Muchos de los ocho millones de desplazados internos y en especial de los cerca de cinco millones de refugiados en otros países son mujeres, pues la ley marcial impide salir de Ucrania, salvo algunas circunstancias, a los hombres de 18 a 60 años.
El estudio de la OIT advierte de que prácticamente la mitad de las empresas tuvieron que cerrar en Ucrania por la guerra, con la mitad también de sus exportaciones paralizas al no poder salir por los puertos bloqueados en el mar Negro.
La economía ucraniana puede caer este año por la guerra un 45 por ciento según el Banco Mundial, con un alto riesgo para gran parte de su población de quedar en la pobreza.
Con información de EFE