Alejandro Marmo es un “trabajador del arte” desde 1997, y un compañero de viaje de Bergoglio desde hace ocho años
El papa Francisco, como máximo representante de la Iglesia católica, es una persona muy asediada por los intereses mezquinos de quienes realmente no lo conocen. Ser alguien supuestamente cercano al papa argentino engalana la vanidad de muchos, sin embargo
En entrevista con Andrés Beltramo, Alejandro Marmo, artista muy estimado por Francisco, advierte sobre la tentación de creerse amigo de Francisco o de inventar cierta cercanía con él para obtener beneficios, “un show de poder mediopelo en Argentina”.
Alejandro Marmo es un “trabajador del arte” desde 1997, y un compañero de viaje de Bergoglio desde hace ocho años.
¿Su obra es una alternativa, una provocación a la sociedad actual o solo una expresión como tantas otras?
Hoy estamos acostumbrados a que todo llegue rápido e instantáneo. También en el arte, que se usa como instrumento para reforzar el yo del artista y su individualidad. Pocos estudian el arte contemporáneo desde la cultura del trabajo. Es la ansiedad y la vanidad, que siempre han existido, pero que ahora son peores porque muestran al arte como el refinamiento de lo establecido. Nuestro Cristo Obrero y la Virgen de Luján realizados con material de descarte son una metáfora de la realidad actual. No es cómodo verlos, mucho menos “cool”. Pero el verdadero surrealismo puro es ver a un cura manejando un auto de miles de dólares.
¿Es difícil ser criticado por el propio trabajo? Su estética de arte en las fábricas puede ser sugestiva, pero también ha sido acusada de no estar a la altura para acompañar al papa.
A finales del siglo XIX y principios del XX, el pintor Toulouse Lautrec retrató con maestría e irreverencia el reviente nocturno de la época. En ese entonces existían más detractores que seguidores de su obra, pero el tiempo lo colocó en otro lugar. Algunos colaboradores cercanos a Francisco son detractores de mi trabajo, eso lo sé a ciencia cierta. Solo puedo estar muy agradecido por eso, ya que con su actitud ayudan a promover la reflexión sobre cómo se transforma el descarte social y su enorme impacto humano.
Pese a los detractores, igual su obra pudo entrar en los Museos Vaticanos, ¿cómo logró eso?
Cuando trabajamos junto a Francisco el Cristo Obrero y La Virgen de Luján con material de descarte y sumando a adictos a las drogas en la realización, me presentaron a los profesores como exponente del “arte popular”, pero no con una connotación positiva sino casi peyorativamente. Con el tiempo, esas creaciones serán el testimonio de una era, la del papa argentino. No creo que Francisco me haya elegido a mí en particular, sino al arte de la calle. Soy un hombre de la calle que se proyecta en el arte, no un hombre del arte que se proyecta en la calle. En la actualidad los sectores reaccionarios conservadores me tienen en una lista negra, por el concepto de mi trabajo y por tener vínculo con el papa.
¿Y piensa empujar un cambio en los Museos Vaticanos?
No cambiaré nada, ni me interesa ser un mártir rebelde para pasar a la pinacoteca de la historia. Pienso que existen ciertas chances que mi trabajo en Museos Vaticanos se agote, sea descartado luego de la era Francisco e, incluso, que termine en un conteiner de basura. En esa galaxia de la vanidad uno se pierde siempre, es sano vivir como viajero y que todo sea pasajero. La única fuerza transformadora es el arte y esa es mi religión.
También llegaron a criticar duramente la obra que usted realizó como regalo del presidente argentino al papa…
La intención con el trabajo sobre el diálogo interreligioso que el presidente Mauricio Macri le regaló a Francisco está escondida en la energía de un mensaje para la unidad. Aspira a la construcción colectiva, no a un autorretrato de mi relación personal con ambos. Además, todas las imágenes que realizamos junto a Francisco están ligadas a acciones concretas, y las obras son su testimonio. Todo se logró sin utilizar una estructura financiera más que la autogestión cultural.
¿Existe quien usa esa “estructura financiera” o el prestigio de estar cerca del papa para su beneficio?
Lo que debe quedar de esta era del papa argentino son las obras y la acción concreta, no los relatos de ocasión. La presencia de Francisco es un don, él está imprimiendo un poder transformador que, sin darnos cuenta, está cambiando el mundo. Por eso lo importante es, ante todo, sostenerlo.
Pero muchos parecen más interesados en usarlo que en apoyarlo, sobre todo en Argentina, ¿no?
El debate promedio en mi país en estos cuatro años de pontificado ha sido: “A mí me vio en Santa Marta, o a mí me vio en la audiencia pública, pero me miro y me abrazó”. Con eso cada oportunista arma su propio relato para portar una especie de “certificado F” sobre su supuesto vínculo especial con el papa. Pero, en realidad, todo es un gran show del “poder mediopelo”. A final de cuentas, a los dirigentes políticos no les funciona ese vínculo con el papa porque no es real, la mayoría especula con el rédito instantáneo, incluso electoral. Actuando así demuestran que no lo entienden y subestiman su intuición. Los divos que saltan alrededor de Santa Marta cada vez son menos y van quedando aquellos que trabajan en silencio. Nada más dudoso que escuchar o leer “yo trabajo para el papa”. Quien trabaja de verdad no tiene necesidad de alardear.
Y tantos se empeñan en alardear…
Los argentinos desde el 13 de marzo del 2013 quisimos entrar por la ventana al Vaticano, de golpe el país se llenó de misticismo de salón y de un manto mediático sobre la figura del papa. Hablar de “nuestro papa” es como una alegoría a la “viveza criolla”, que se impone a los “profesores de la prudencia eclesiástica”, que causalmente no eran, son, ni serán amigos de Francisco.
¿Por eso el papa prefirió todavía no volver a la Argentina?
El “besamanos” de la audiencia pública semanal en San Pedro, saturado de argentinidad, es una muestra en miniatura de lo que sería una imaginaria visita del papa a nuestro país: Desesperación, propaganda, negocios, legitimación de perfiles digitales y bufones aprovechando la situación para inventar cercanía. Atrocidades en nombre de Dios se hacen y se dicen… también en nombre del papa argentino se dirán en un futuro, porque él será grande y eterno.
¿Será que los argentinos nunca estuvieron preparados para “tener” un papa?
Un obispo de Roma argentino supera la literatura fantástica, creo que ningún cardenal latinoamericano estaba preparado para ser papa. Así, ningún amigo de un cardenal latinoamericano estaba preparado para convivir con la agenda de un papa. La ansiedad por no quedar afuera de ese esquema, para los que teníamos ideas comunes y charlas con Bergoglio, dio a luz a lo más bizarro que supimos conseguir los argentinos.
¿Es difícil no ser deslumbrado con la ilusión de ser “amigo” del papa?
El tiempo juzgará cómo cada uno interpretó a Francisco, qué hizo con la oportunidad histórica de tenerlo cerca. Está los impresentables, los que trabajan, los que piensan tener la “propiedad intelectual” de su amistad, los elegidos por su propio ego y los que lograron un espacio de poder efímero dando acreditaciones para saludarlo o capturar una foto con su sonrisa. Quien dice que no se sube al tren de la visibilidad que ofrece trabajar junto a él, es un caradura. Algunos lo hacen de forma responsable y más cuidada, otros de manera obscena y promiscua. Creo que lo peor es ser un “chupamedias” y creerse “un brazo” del papa.
¿Cómo salir de esa trampa?
Con rezar no basta, hay que trabajar… y el papa está rodeado de hijos pródigos que lo traicionan, lo hacen quedar mal, sin embargo, como todo padre, abraza y comprende. Esa es la tolerancia que nos propone, es el valor distintivo que tiene el liderazgo en un movimiento espiritual sin precedentes en América latina. Él construye un horizonte para los próximos 50 años cuyo origen está, en mi opinión, en el Concilio Vaticano II y en el papa Juan XXIII. Mira muy atrás y eso lo hace mirar muy adelante.
Cuando un proyecto es auténtico, trasciende a las figuras que lo inspiran, incluso al papa. La fuerza intrínseca del santo padre es de todos, no es de nadie en particular. Usar esa fuerza acercándose a Francisco es muy fácil, hasta banal. Pero trabajar junto a él es otra cosa. Para hacerlo, hay que pensar en eternidad, salir de los vértigos actuales, alejarse de la paranoia que rodea al poder mundano de las falsas amistades interesadas. Si un proyecto se construye con esta mirada entonces funcionará, con o sin el papa. Es ese nuestro principal objetivo y desafío.
Con información de Andrés Beltramo
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