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De Olimpia Coral a Gisèle Pelicot, el grito mundial contra la violencia machista
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La valiente decisión de la francesa Gisèle Pelicot de enfrentarse a sus violadores o la de la mexicana Olimpia Coral de denunciar a su acosador sexual digital son solo dos ejemplos de las miles de mujeres que han plantado cara a la violencia machista en todo el mundo.

Casos como estos, o como el de las miles de argentinas que gritaron “Ni Una Menos” ante los incesantes feminicidios, han llevado a muchos países a legislar contra las violencias que atraviesan las vidas de mujeres y niñas.

Según Naciones Unidas, una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia física y/o sexual al menos una vez en su vida. Solo en 2023, 51 mil 100 fueron asesinadas por sus parejas u otros familiares. Es decir, una mujer fue asesinada cada 10 minutos.

Desde el 25 de noviembre de 1960, primer año en el que se conmemoró el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, son muchas las mujeres que han impulsado cambios legislativos que reconocen el ataque a los derechos humanos de la mitad de la población y que han dado lugar al reconocimiento de diversas formas de violencia contra ellas.

 Origen del 25N

El 25N honra la memoria de las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, “Las Mariposas”, quienes, en la República Dominicana de los años 50 se enfrentaron a la dictadura de Rafael Trujillo defendiendo la justicia y la libertad.

La brutal respuesta del régimen llegó en 1960, cuando fueron asesinadas y sus cuerpos arrojados a una cuneta. Su trágico destino impulsó a generaciones futuras a defender los derechos de las mujeres.

 Feminicidios

No hay marcha contra la violencia machista en el mundo en la que no se escuche el grito de “Ni Una Menos” surgido en Argentina, en 2015, tras el feminicidio de Chiara Páez, una adolescente de 14 años asesinada por su pareja.

Este acto, que conmocionó a la sociedad argentina, fue el detonante de la lucha global contra los crímenes machistas y las violencias contra las mujeres.

América Latina lidera las estadísticas de feminicidios, con una mujer asesinada cada dos horas, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

 Violencia sexual

La violencia sexual incluye cualquier acto o tentativa de naturaleza sexual sin consentimiento, desde penetraciones hasta la coerción sexual. El 80 por ciento de los agresores son del entorno de la víctima.

Un caso que ilustra esta realidad es el de Gisèle Pelicot, violada por decenas de hombres durante una década en la que su marido, Dominique, la drogaba para ofrecer su cuerpo y grabar las agresiones. Su testimonio rompe mitos sobre el perfil del agresor: “El violador puede estar en la familia, en los amigos”, dijo Pelicot.

 Violencia vicaria

En la violencia vicaria de género, el agresor utiliza a los hijos e hijas para infligir el mayor daño posible a la mujer. Se manifiesta por medio de amenazas, maltrato psicológico y agresiones hasta asesinatos con los que el maltratador tiene un objetivo claro: causar a la madre una “muerte en vida”.

 Violencia digital

Se expresa principalmente mediante la distribución no consentida de imágenes íntimas, a través del control de los dispositivos móviles de las víctimas, pidiendo contraseñas bajo el pretexto de “confianza” o instalando dispositivos de vigilancia en el hogar.

Un ejemplo emblemático de resistencia frente a esta violencia es el de la mexicana Olimpia Coral. La difusión no consentida de un video sexual por parte de su expareja marcó un antes y un después en su vida y la llevó a emprender una lucha para que este tipo de violencia fuera reconocida y sancionada en México y en otros países de la región.

 Violencia institucional

Esta violencia es la ejercida por las instituciones del Estado sobre mujeres, ya sea de forma directa o indirecta, a través de actos, normativas o la inacción que perpetúan la desigualdad.

El caso de Ángela González en España es un ejemplo desgarrador de la desprotección judicial. A pesar de que advirtió en numerosas ocasiones sobre el riesgo que corría su hija Andrea, de 7 años, el sistema judicial obligó a la niña a mantener visitas con su padre, quien la asesinó en uno de los encuentros.

La ONU denunció a España por no haberlas protegido y alertó un “patrón estructural” en la justicia que pone en peligro a los menores y discrimina a las mujeres.

 Violencia económica

La violencia económica es un mecanismo que emplean los maltratadores para limitar la autonomía y los derechos de las mujeres, controlando sus recursos económicos o privándolas de ellos. Las manifestaciones más recurrentes son el impago de pensiones alimenticias y el control exhaustivo de los ingresos y gastos de la víctima.

La magistrada española Lucía Avilés ha pedido que sea catalogada como un tipo de violencia de género.

 Violencia psicológica

El carácter sutil y la falta de secuelas físicas de la violencia psicológica contribuyen a que esté normalizada y sea difícil de detectar. Él trata de invalidar emocionalmente a la víctima, desvalorizarla, aislarla de su entorno social y familiar, y hacerla sentir culpable de las dificultades en la relación.

Con información de EFE