Elecciones 2024
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Costa Rica uno de los países con mayor experiencia en segundas vueltas: Zovatto
Foto de TSE Costa Rica

Luego de que el candidato del oficialista Partido Acción Ciudadana (PAC), Carlos Alvarado, se alzó este domingo con la victoria en la segunda ronda de las elecciones presidenciales en Costa Rica, el analista Daniel Zovatto señaló que ese país es uno de los que tiene mayor experiencia en el balotaje o segundas vueltas en Centroamérica.

En un artículo para La Nación, el director regional de IDEA Internacional para América Latina y el Caribe, enlistó las “enseñanzas de las segundas vueltas”.

Aquí el documento completo escrito por Zovatto.

Costa Rica uno de los países con mayor experiencia en segundas vueltas: Zovatto - zovatto-venezuela-entrevista1
Foto de La Voz

Costa Rica, junto con Guatemala y El Salvador, es uno de los países de Centroamérica con mayor experiencia en el balotaje o segundas vueltas.

La segunda ronda en Costa Rica (similar a la tendencia que observamos en la región) se volvió más frecuente en las últimas décadas, fenómeno que coincidió con el fin del bipartidismo y un aumento de la fragmentación política. En efecto, durante el período de 1953 a 1998, el balotaje estuvo ausente. Irrumpió por primera vez en la elección del 2002 para definir la disputa entre el candidato del PLN, Rolando Araya, y el del PUSC, Abel Pacheco, con el triunfo de este último.

La segunda vez tuvo lugar en las elecciones del 2010. Fue un balotaje “inédito” (el candidato oficialista renunció a hacer campaña durante la segunda ronda) que disputaron el candidato del PLN, Johnny Araya, y el candidato opositor del PAC, Luis Guillermo Solís, quien resultó vencedor. Por su parte, el tercer balotaje tendrá lugar el próximo 1.° de abril con la particularidad de que, por primera vez, ninguno de los dos candidatos (Fabricio Alvarado del PRN y Carlos Alvarado del PAC) pertenecen a los partidos tradicionales.

Concepto y modalidades. La segunda vuelta constituye una de las reformas más comunes adoptadas durante la tercera ola democrática. En efecto, la tendencia regional predominante para la elección presidencial fue sustituir el sistema de mayoría relativa con el balotaje. Consecuencia de ello, 12 de los 18 países latinoamericanos lo regulan bajo diversas modalidades. En 8 (Brasil, Colombia, Chile, El Salvador, Guatemala, Perú, República Dominicana y Uruguay), se exige el 50 % más uno de los votos. Ecuador y Bolivia: 50 % más uno, o bien 40 % con una diferencia de más de 10 puntos, y Argentina: 45 %, o bien 40 % con una diferencia de más de 10 puntos.

Costa Rica no solo establece el porcentaje más bajo de toda la región (40 %) sino también uno de los períodos más largos entre la primera y la segunda vuelta. Los seis países latinoamericanos que no lo tienen regulado son México, Honduras, Nicaragua, Panamá, Venezuela y Paraguay.

Virtudes y debilidades. Sobre las virtudes y debilidades del balotaje, existe un intenso debate. Para sus defensores, el sistema tiene dos objetivos: garantizar una alta legitimidad de origen al presidente electo y fortalecer la gobernabilidad democrática, al promover la formación de coaliciones electorales entre la primera y la segunda vuelta, las cuales podrían transformarse más adelante en coaliciones de gobierno.

Para sus detractores, la segunda vuelta difícilmente cumple con estas supuestas virtudes. Señalan que la elevada legitimidad de origen del presidente puede ser artificial e inestable. Argumentan que genera menores incentivos para el voto estratégico en la primera vuelta, lo cual favorece el incremento del número de partidos. Advierten, asimismo, acerca de la posibilidad de que, indirectamente, cause problemas de gobernabilidad en lugar de resolverlos, pues, no obstante, las elecciones legislativas y presidenciales son técnicamente simultáneas; las primeras se definen en la primera ronda, lo cual genera el riesgo de que el presidente electo en la segunda vuelta carezca del respaldo legislativo mayoritario.

Un ejemplo de este último riesgo lo pudimos observar durante el actual gobierno del presidente Solís, quien ha debido gobernar estando en minoría en la Asamblea. Y también continuará siéndolo los próximos cuatro años, ya que, independientemente de quien resulte electo en el balotaje, estará igualmente en clara minoría en la nueva Asamblea Legislativa.

Balotaje y reversión de resultado. ¿Qué tan probable es que se produzca una reversión de resultado el 1.° de abril? ¿Qué podemos aprender de la experiencia comparada latinoamericana?

El análisis comparado de las elecciones presidenciales latinoamericanas celebradas entre 1978 y el 2017 demuestra que el balotaje no altera el resultado de la primera vuelta en aquellos casos en que el ganador de la primera ronda es considerado por la mayoría de los votantes de la segunda como “el mal menor”, aunque no resulte el candidato favorito de todos.

Por el contrario, la reversión de resultado tiene lugar cuando una mayoría del electorado comparte un “consenso negativo” en contra del candidato ganador en la primera vuelta (a quien se le percibe como el “mal mayor”) y por ello vota, en la segunda, a favor del candidato que, en la primera, obtuvo el segundo lugar.

En estos casos, el balotaje produce una nueva mayoría con el objetivo de impedir llegar a la presidencia a un candidato no deseado, que resultó triunfador en la primera vuelta.

De las más de 150 elecciones presidenciales que tuvieron lugar en nuestra región entre 1978 y el 2017, en un poco más de 80 de ellas estaba contemplada la segunda vuelta. En 47 hubo necesidad de ir al balotaje y en 35 de estas 47 triunfó en la segunda vuelta quien había ganado en la primera ronda. Únicamente en 12 ocasiones de estos 47 balotajes hubo una reversión de resultado. Para el caso costarricense, cabe señalar que la reversión no se produjo en ninguno de los dos balotajes.

La otra tendencia regional que tomar en cuenta es que la participación electoral tiende a disminuir durante la segunda vuelta, salvo en elecciones muy reñidas. La participación ciudadana es un elemento clave, ya que de las 12 reversiones electorales que mencionamos, en 7 de ellas el número de ciudadanos que participó en el balotaje aumentó.

Resumiendo: el balotaje no es el segundo tiempo de un mismo partido; constituye una nueva elección. Mientras en la primera vuelta se vota con el corazón, en la segunda se vota con la razón, es decir es un voto más estratégico. Dicho de otro modo, mientras en la primera vuelta se vota a favor de un candidato, en la segunda se vota no solo a favor de un candidato sino también en contra de una opción. En efecto, muchos electores deciden “prestar” sus votos a un candidato que no es su favorito y por el cual no votaron en la primera vuelta, con el objetivo de evitar el triunfo del candidato que perciben como el “mal mayor”.

La experiencia comparada regional evidencia que revertir el resultado en un balotaje es difícil, pero factible. El porcentaje de diferencia entre el primero y segundo lugar en la primera vuelta, si bien importante no es determinante, sobre todo si el porcentaje de votos obtenido por quien quedó en primer lugar es inferior al 40 % y la diferencia con el segundo lugar estuvo por debajo del 5 %.

Cuando ambos factores están presentes, como es el caso en este tercer balotaje, el escenario más probable es el de una competencia muy cerrada y altamente polarizada (como lo evidencia la reciente encuesta del CIEP que muestra un empate estadístico entre los dos candidatos), y en la que las posibilidades de que se produzca una reversión de resultados en la segunda vuelta aumentan considerablemente.

Estrategia. En estos casos, la experiencia comparada enseña que el factor crítico pasa por la capacidad que tenga el candidato que ocupó el segundo lugar para articular una coalición dirigida a impedir el ascenso a la presidencia del candidato ganador de la primera vuelta, a quien debe presentar como el “mal mayor” por evitar.

Igualmente importante es lograr aumentar la participación electoral tanto de sus simpatizantes como de los que se oponen a permitir un nuevo triunfo del candidato vencedor de la primera vuelta. Esta fue la estrategia seguida en la gran mayoría de los balotajes donde hubo reversión de resultado. Nada fácil (ya que, como vimos, se logró solo en uno de cada cuatro balotajes entre 1978 y el 2017), pero tampoco imposible, como lo testimonian las recientes reversiones de resultados logradas por Juan Manuel Santos (2014), Mauricio Macri (2015) y Pedro Pablo Kuczynski (2016).

Mi opinión: con o sin reversión de resultado, quien resulte electo presidente el próximo 1.° de abril tendrá que evitar caer en la trampa del “espejismo de legitimidad” que suelen generar los balotajes, siendo consciente de que su triunfo se debió a un importante caudal de votos “prestados” y que, además, estará en minoría en la Asamblea, combinación de factores que le aconsejan ejercer el cargo con humildad y prudencia, junto con una actitud abierta al diálogo y en busca de acuerdos lo más inclusivos posibles para, de este modo, abordar de manera urgente y eficaz, los múltiples y complejos desafíos que enfrenta Costa Rica.