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Sergio Ramírez recibe el Premio Cervantes
Foto de AP

El escritor y expolítico nicaragüense Sergio Ramírez dedicó el lunes el mayor galardón de las letras hispanas a los fallecidos en las protestas contra la reforma de la seguridad social en su país.

“Permítanme dedicar este premio a la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días han sido asesinados en las calles por reclamar justicia y democracia, y a los miles de jóvenes que, sin más armas que sus ideales, siguen luchando porque Nicaragua vuelva a ser república,” dijo Ramírez al recibir el Premio Cervantes de 2017 de manos del rey Felipe VI de España.

El escritor había participado el domingo en una protesta en el centro de la capital española para pedir el fin de la violencia en su país, a la que se refirió como “represión insostenible”.

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Foto de AP

Autor de más de 20 novelas, además de numerosos ensayos y cuentos, Ramírez es el primer nicaragüense premiado con el Cervantes, por el que recibirá unos 148 mil dólares como premio.

El jurado, que alterna como premiados cada año entre autores españoles y latinoamericanos, destacó en su fallo la capacidad de Ramírez para “reflejar la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte” en una variedad de géneros literarios.

El premiado agradeció la influencia de otros autores latinoamericanos como Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y recordó a Sergio Pitol, un “cervantino hasta la médula porque nunca se atuvo a la pesadez”, fallecido este mes en México.

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Foto de AP

Ramírez, que estuvo arropado en la ceremonia por su mujer, sus tres hijos y sus ocho nietos, señaló que “una novela es una conspiración permanente contra las verdades absolutas” y, fiel a su literatura de compromiso, subrayó la función política y social del relato.

Criticó a los caudillos “disfrazados de libertadores, que ofrecen remedio para todos los males”, los “caudillos del narcotráfico vestidos como reyes de baraja” y denunció “el exilio de cientos de miles de centroamericanos que van hacia la frontera de Estados Unidos” así como “el tren de la muerte que atraviesa México con su eterno silbido de bestia herida”.

“Cerrar los ojos, apagar la luz, bajar la cortina, es traicionar el oficio,” señaló Ramírez. “Todo irá a desembocar tarde o temprano en el relato, todo entrará sin remedio en las aguas de la novela.”