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Hombre abandona la indigencia al escribir un libro
Foto de Calmann-levy

Jean-Marie Roughol vivió más de 30 años en las calles de París pidiendo limosnas a la gente y comiendo de la basura, hasta que una burla y un político bien intencionado le cambiaron la vida.

El día que todo cambió para él comenzó como cualquier otro, con Roughol pidiendo limosnas en los Campos Elíseos. Pero ese día alcanzó a ver a Jean-Louis Debré, exministro del Interior y uno de los políticos más queridos en Francia, mientras cerraba el candado de su bicicleta para comprar en una tienda de la famosa avenida parisina.

Roughol, con las mejores intenciones, le ofreció al político cuidar su bicicleta mientras hacía sus compras. Una pareja ve la escena y comenta en tono burlón: “¿Has visto? ¡Debré está hablando con un vagabundo!”

Hombre abandona la indigencia al escribir un libro - jean-marie-roughol
Jean Marie Roughol en su pequeño estudio de París. Foto de Álvaro de la Rúa

El comentario encendió la rabia del exfuncionario, quien le hace a Roughol una propuesta que significará su acceso a una vida mejor “”Escucha Jean-Marie, yo creo que tú tienes mucho más que contar que esa gente. Escríbeme tu historia. Escríbeme tu vida. Escríbeme un libro. Yo lo corregiré y encontraré un editor”.

La conversación ocurrió en 2013 y de ella salió a luz dos años después el libro que se ha vuelto una sensación en Francia Je tape la manche: Una vie dans la rue (Pido limosna: Una vida en las calles), del cual se han vendido más de 40 mil ejemplares y ha sido traducido, entre otros idiomas, al chino, coreano y checo.

Su historia comienza cuando terminó el servicio militar y aún no había cumplido los 20 años. Sin familia ni trabajo, pasa su primera noche en un parque de París, entre los arbustos y ocultándose de los policías.

Su aprendizaje en el fino arte de sobrevivir comienza al día siguiente. Roughol descubre los baños públicos y aprende a buscar comida en las calles. “Rebuscaba en las papeleras. Las cercanas a panaderías y tiendas de alimentación eran las mejor surtidas. Encontraba pan, dulces todavía envueltos o frutas”.

Comienza además a ver el lado oculto de la famosa Ciudad de la Luz. Mientras pide limosna y busca comida, se hace con una navaja y un bastón para hacerle frente a quienes buscan sacarlo de su territorio, incluyendo las peligrosas bandas del este. A sus posibles enemigos, les dice sin tapujos “si quieres echarme tendrás que matarme”.

Descubre además que el verano es la peor época para ser un vagabundo. Luchando con la deshidratación y con el inclemente sol, así como la usual marejada de turistas que inunda la capital francesa, se vuelve difícil obtener dinero, todo lo contrario con la dadivosidad de la gente en Navidad.

En los días buenos, puede conseguir hasta 60 euros, en los malos, lo más que recibe son insultos y esporádicos “no queremos vagabundos en Francia”. De vez en cuando ocurre un milagro, los cuales son difíciles de olvidar. Un desconocido le da 300 euros. Un bar le permite comer gratis, personas que sin esperar nada a cambio le dejan monedas en su vaso.

A la propuesta responde con estupefacción. “No sé escribir, tengo faltas de ortografía”, responde, sin embargo acepta la oferta.

Hombre abandona la indigencia al escribir un libro - roughol-incidente
Roughol dialoga con otro indigente en París. Foto de Álvaro de la Rúa

Su vida cambia, alternando días y horas entre pedir limosna y escribir, como puede, sus vivencias y recuerdos. Los más viejos no resultan más felices. El abandono de su madre a los cinco años y las brutales golpizas de su padre. Inventar que recibió regalos para no ser el único niño en la escuela que no fue visitado por Santa Claus.

Al final, consigue llenar varios cuadernos y se reúne nuevamente con Debré en un café. El político le invita la comida mientras discuten los detalles del libro. También se ven en el despacho de Debré en su despacho del Consejo Constitucional. Las reuniones duran horas, mientras Roughol es entrevistado por horas para llenar algunos vacíos de su narración.

En todo ese tiempo, consigue algunos empleos temporales, e incluso llega a ser acusado de robar una casa, sin embargo logra evitar la cárcel.

Ahora, esos momentos parecen haber llegado a su fin. A sus 49 años, Roughon rentó un pequeño estudio por 530 euros al mes. Cuenta con una televisión y una cafetera en la que prepara su café. Ha disminuido su consumo de cigarrillos. En una pared, un mapa de la capital parisina muestra todos los lugares donde mendigó durante tres décadas.

Hay hábitos que no cambian. Continúa pidiendo dinero en las calles de vez en cuando, preocupado por un lado por su seguridad financiera más allá del libro, pero además por nostalgia, de sus amigos y del ruido de la calle, al cual extraña encerrado en su pequeño departamento. Todo esto mientras escribe la versión para teatro de su libro, consciente de que las palabras salvaron su vida.

“Si no hubiera escrito el libro, seguramente yo también habría muerto en la calle”.

Con información de El País