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¿Por qué nuestra cara no se parece a la de los chimpancés?
Foto de Internet

Desde la escuela nos han enseñado que la evolución del ser humano proviene del mono, y si comparamos la cara de una persona con la de un mamífero de esa especie, es probable que encontremos varias similitudes, pero sobre todo varias diferencias.

Las diferencias originadas por la evolución son lo que trata de investigar Paul Palmqvist, un paleontólogo de la Universidad de Málaga, quien publicó un estudio donde compara la cara humana actual con la de los extintos homínidos y los cráneos de primates.

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Los estudios del paleontólogo se concentran en dos partes del cráneo: la parte posterior donde se encuentra el cerebro, así como los huesos que componen la frente del rostro. Según el científico, en la unión de estos dos huesos es la clave para saber por qué no tenemos cara de mono.

La investigación incluye a los chimpancés y gorilas, pero también a los homínidos que habitaron en África hace 3.5 millones de años y desde donde se dice empezó la evolución, con el Homo Habilis, hace 2.5 millones de años, el Homo Erectus, hasta llegar al hombre de Neandertal hace 30 mil años, el cual se considera el antepasado más próximo al ser humano actual.

Hasta el momento, el paleontólogo ha encontrado que todos los humanos y el resto de especies han tenido la misma velocidad en las modificaciones de la morfología en el rostro. Otro de los descubrimientos es que se ha perdido la variedad de rostros conforme han pasado los años. “Hoy, un señor del desierto del Kalahari y un noruego son mucho más parecidos”, dice el científico.

Por su parte, Juan Antonio Pérez, coautor de la investigación, dijo que la evolución en el cráneo de los seres humanos pudo deberse a una mayor actividad cerebral y un cambio en la dieta, hacia una más carnívora.

Juan Antonio Pérez también afirmó que una de las principales diferencias entre los chimpancés y los seres humanos es que los últimos se desarrollan más lento. “Un cráneo de un hombre y un chimpancé son visiblemente diferentes, pero el de un niño y un chimpancé bebé son mucho más similares, e incluso el de un hombre adulto se parece más al del chimpancé bebé”, dijo.

El estudio fue publicado en el journal Plos One, por los científicos Paul Palmqvist, Juan Antonio Pérez Claros y Juan Manuel Jiménez Arenas.

Con información de El País