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Los programas contracíclicos basados en mayor gasto público que se han implementado en México han dejado más dolores de cabeza financieros que realmente beneficios a la economía.

De hecho, en el mundo entero este tipo de políticas intervencionistas no ha tenido los mejores resultados.

Europa, por ejemplo, quiso compensar el retroceso económico provocado por la gran recesión mundial del 2008, primero quemando sus ahorros y después con un excesivo déficit público que sólo terminó por provocar una crisis mayor en todo el continente apenas tres años después.

Grecia quebró, España se hundió en una crisis histórica, Italia no se ha podido levantar del todo y algunas de las consecuencias continentales fueron el Brexit y los gobiernos populistas.

Estados Unidos también incurrió en el mismo gasto excesivo contracíclico que terminó con la capacidad fiscal de intervenir para levantar la economía. En ese caso, la Reserva Federal intervino con un plan contracíclico monetario que trastocó al planeta entero con una inundación de dólares de la que todavía hoy pagamos las consecuencias.

En México, el populismo de los 70 y 80 nos llamó a administrar la abundancia. Se gastó de forma irresponsable, en contra de las señales de la economía, y el resultado fue desastroso.

Hace no muchos años, el gobierno de Enrique Peña Nieto calculaba que sus reformas estructurales impulsarían el crecimiento a 5% anual y se dio el permiso de endeudar más al país durante los primeros años para empezar desde antes el Mexican Moment.

El resultado no sólo fue que el nivel de endeudamiento público superó 50% del Producto Interno Bruto, sino que las medidas correctivas, que aplicaron los secretarios de Hacienda, que tuvieron que salir al quite y que sí sabían del tema, le costaron al PRI una derrota electoral contundente.

Romper la alcancía gubernamental para gastar en un programa contracíclico es el primer paso para recurrir a la deuda para cubrir los boquetes que esto pudiera abrir.

El Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios, dice la ley, tiene la finalidad de aminorar el efecto sobre las finanzas públicas y la economía nacional cuando ocurran disminuciones en los ingresos del gobierno federal, con respecto a los presupuestados.

No es el objetivo de este fondo dar esteroides si baja el rendimiento, es cubrir el ingreso que pudiera llegar a faltar. Porque como sea, el gobierno tiene muchas bocas que alimentar y nada mejor que tener un apartado bajo el colchón.

La mejor medida contracíclica que puede implementar el gobierno de López Obrador es la confianza.

Los 280,000 millones de pesos que tiene este guardadito estratégico del gobierno son mucho menos de lo que habrá de gastar el gobierno actual en sus necedades de cancelar el aeropuerto de Texcoco y construir una refinería en Tabasco.

Generaría más certidumbre, que es uno de los ingredientes principales de la inversión, ver a un gobierno previsor que tiene un plan B contra la eventual baja de sus ingresos. Ver un gobierno coherente que no privilegia caprichos personales sobre las visiones de Estado de largo plazo.

No habría mejor medida contracíclica que la sensatez.