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México vivió un plan de choque económico durante la segunda mitad de los años 80.

La inflación había entrado en una desgastante carrera contra los salarios, los ingresos fiscales habían caído, las tasas de interés subían y el peso se devaluaba. La confianza financiera estaba seriamente dañada.

Entonces, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento Económico, diseñado por Carlos Salinas e implementado por Miguel de la Madrid, frenó el aumento de precios, incluidos salarios, y dio incentivos para hacer crecer la economía. El resultado fue un freno a la especulación financiera.

Ese plan de choque mexicano funcionó temporalmente. La falta de reformas en aquel momento, como la autonomía del Banco de México, provocó una nueva sacudida económica a mediados de la década siguiente.

Como sea, en aquel momento el gobierno mexicano tenía un elemento indispensable para poder controlar la crisis económica: tenía una economía.

Claro que suena de Perogrullo, pero para rescatar algo, esto tiene que existir.

El gobierno de Nicolás Maduro pretende, con algunas medidas de impacto mediático, rescatar algo que ya no existe: la economía venezolana.

Puede sonar extraño para los millennials, pero algo que tenía el gobierno priista de aquellos años 80 era legitimidad, tenían el poder suficiente para convocar a los sectores productivos e imponer un pacto económico donde los más sacrificados eran los trabajadores, después los empresarios y al final el gobierno y sus precios y tarifas. Arbitrario, pero efectivo.

Nicolás Maduro no tiene legitimidad y lo único que le queda es el poder de la fuerza bruta. No tiene convocatoria entre los empresarios, porque ya los destruyó. No puede emplazar a los trabajadores, porque salvo sus tropas bolivarianas los demás mueren de hambre.

No puede convencer al mundo financiero, porque tiene tiempo que no rigen las leyes de los mercados en ese país.

Quitarle cinco ceros a una moneda que no vale, que no tiene respaldo es inútil.

Subir los precios de las gasolinas a niveles internacionales hará que, además de papel de baño y arroz, los venezolanos tampoco tengan combustibles. Aumentar el IVA a 16% es un absurdo recaudatorio en un país donde está destruido el poder de compra.

La economía venezolana es hoy apenas una fracción de lo que era hace una década. La inflación que México tiene en un año, Venezuela la alcanza en dos minutos con su escandaloso 1,000,000% al año.

La crisis humanitaria en la que está Venezuela no se resuelve con un plan de choque de un gobierno dictatorial. La primera condición para rescatar a Venezuela pasa por la salida del poder de Nicolás Maduro y todos los “boliburgueses” que han saqueado ese país.

Cuando eso pueda ocurrir, debe llegar un nuevo gobierno que lo pasará fatal con la refundación de una economía desde sus cimientos. Si logran cierta tranquilidad política y paz social durante varios años, podrían aspirar a una relativa estabilidad económica tras el paso de una o dos generaciones completas.

Pero no, un plan de choque económico en manos de Nicolás Maduro es un nuevo choque seguro, un nuevo intento desesperado por aferrarse al poder a costa de la vida misma de los venezolanos.