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Quien busque una salida no violenta a la violencia producida por el narcotráfico tiene que llevar en su agenda el tema de la legalización de las drogas.

He dedicado las columnas de estos días a la legalización de la mariguana que planteó la designada secretaria Gobernación del próximo gobierno, Olga Sánchez Cordero, quien también sugirió una legalización parcial de la amapola y de sus derivados (morfina, heroína).

Es un tema novedoso, apenas explorado, al revés del caso de la mariguana, y vale la pena pensarlo con algún detalle, tal como hizo Saúl López Noriega en un artículo publicado en la revista Nexos (abril, 2016) con el buen título de: “El derecho a la amapola”.

La prohibición de la amapola y sus derivados ha tenido una consecuencia terrible en el mercado mundial (legal) de los analgésicos potentes.

De hecho, la prohibición ha inducido una escasez crónica de esos analgésicos en los sistemas de salud del mundo, fenómeno conocido, como la “pandemia global del dolor no tratado” (sic).

La muy extraña expresión anterior se refiere al hecho de que “la insuficiente producción de opiáceos y su distribución desigual en el mundo” ha logrado que más de 5 mil millones de personas no tengan acceso al alivio del dolor que deriva de los opiáceos.

Éstos están disponibles solo para una “delgada rebanada de la población mundial”, concentrada en Norteamérica, Japón y Europa, donde consumen 90 por ciento de las sustancias que hay legalmente en el mercado.

Traídas las cifras a México, la realidad es que 28 millones de personas tienen o tendrán enfermedades muy dolorosas. Y con dolores intolerables, unos 8 millones. Pero no hay cómo atenderlos.

“La demanda en México de medicamentos derivados del opio es de 19 mil 764 kilogramos”, dice López Noriega. “En el año 2013 solo hubo en el mercado legal 482 kilogramos, lo cual significa que casi 98 por ciento de la demanda no está siendo satisfecha”.

Los opioides abundan en el mercado criminal de exportación, pero apenas existen en el mercado nacional, legal, de la salud.

¿Cómo invertir este absurdo? ¿Cómo arrebatar del mundo criminal estas sustancias preciosas y darle a los mexicanos los analgésicos que necesitan para sufrir menos?

Hay un cómo legal, del que hablaré mañana.