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Dice The Economist que, harto del fracaso de sus gobiernos, el electorado mexicano se la va a jugar con un populista, López Obrador.

¿Pero qué clase de populista es López Obrador?

Porque el populismo es un fenómeno raro. Mejor dicho: muchos fenómenos. Hay populismos de varias clases, con rasgos parecidos pero muy distintos entre sí.

El populismo igual surge en la izquierda que en la derecha, puede ser fiscalmente irresponsable o no, racista o no, surge en países ricos y en países pobres, en sociedades desarrolladas homogéneas y en sociedades atrasadas desiguales, no es hijo exclusivo de países agrarios, industriales o posindustriales ni de algún momento histórico particular.

De manera que vale preguntarse: ¿qué tipo de populista es López Obrador? Jan-Werner Müller ha dedicado un pequeño libro iluminador a precisar el linaje común a todos los populismos: ¿Qué es el populismo? (Grano de Sal, 2017).

El rasgo fundamental, dice Müller, es que sus portadores se asumen como representantes morales exclusivos del pueblo. No en un sentido literal o demográfico, sino en un sentido simbólico.

El populista no pretende representar a todos los miembros de una sociedad, a todos sus electores y ciudadanos.

Solo a una parte, pero a esa parte que representa al todo, al “verdadero pueblo”, ése que no está presente en los demás partidos políticos ni en lo que solemos llamar “sociedad civil” ni, mucho menos, en los gobiernos y en las élites.

El populista es un crítico radical de las élites, dice Werner, pero esto no basta para que sea populista. Ha de ser también un antipluralista, en el sentido de que solo él representa moralmente al pueblo, en una lógica circular según la cual “quien no apoya a los partidos populistas no puede ser propiamente parte del pueblo”.

“La idea de un pueblo homogéneo y auténtico es una fantasía”, sigue Müller. Como ha dicho el filósofo Jurgen Habermas: “El pueblo solo puede aparecer en plural” (p. 55).

La noción de un pueblo homogéneo y auténtico es “una fantasía peligrosa”, concluye Müller, pues “los populistas no solo alientan el conflicto, la polarización, sino que también tratan a sus opositores políticos como ‘enemigos del pueblo’ y buscan excluirlos del todo” (p. 14).

Suena familiar. Pero, ¿ya estamos ahí?