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A lo largo de la historia ha habido personajes que son reconocidos por predecir una crisis, incluso cuando muchos los calificaban de exagerados o incluso de locos.

Ahí está, por ejemplo, George Soros, quien no sólo adelantó la crisis subprime que venía para Estados Unidos, sino que hizo mucho dinero con sus estimaciones.

En fin, varios que por ver más allá que los demás o por pura suerte, pero que se han distinguido por adelantarse a crisis financieras severas.

Pero hoy lo que hace Fitch Ratings con sus predicciones de lo que viene para la economía mexicana bajo una presidencia de Andrés Manuel López Obrador no tiene ninguna ciencia oculta, ni tampoco un alto grado de análisis financiero. Es sentido común.

El problema de ver las consecuencias lógicas de una serie de medidas esperadas con el modelo económico y el régimen que plantea este candidato presidencial es que muy pocos las quieren ver.

El sentido común se fue de vacaciones y su lugar lo ocupa el lado más emocional de la toma de decisiones, que suele no ser un buen consejero. Al menos no al momento de elegir un presidente.

Estamos todos advertidos del revés a la reforma energética, educativa, fiscal, a la construcción del nuevo aeropuerto de México y a todo lo que pudiera llevar el sello de este gobierno.

Nadie puede llamarse al engaño con el claro retroceso que plantea López Obrador y Fitch lo único que hace es ordenar para sus clientes lo que grita en la plaza pública.

Un freno a la implementación de la reforma energética implica un golpe a la confianza y un mayor gasto público, derivado de una mayor intervención gubernamental en los sectores económicos conlleva a un desbalance presupuestal. Es totalmente lineal, sin más que analizar. Y eso va a pasar.

La contribución que hace esta firma ante ese sombrío escenario es encontrar los matices a la debacle. Señala que hay controles institucionales, como las leyes constitucionales y el equilibrio que parece implicar un Congreso dividido, que pueden matizar una salida rápida y marcada de capitales.

Hay dentro de estas verdades de perogrullo de lo que habría de ocurrir en México si gana esa alternativa presidencial algo que debemos tomar en cuenta en estos momentos de lo advertido por Fitch.

Dice esta firma calificadora que la volatilidad podría intensificarse antes de las elecciones del 1 de julio, lo que implica una advertencia de que durante los próximos 10 días podría haber reacciones radicales en los mercados, dependiendo del desempeño de las campañas, los candidatos y las encuestas.

Hasta hoy los mercados parecen impávidos a lo que sucedería irremediablemente con la economía mexicana si se mantienen las preferencias como están hasta hoy. Quizá la apuesta es que se repita el modelo de elecciones anteriores, donde el peor enemigo de ese candidato es el propio candidato y pueda autoboicotearse y no ganar las elecciones.

El hecho irrefutable es que en México hay un enorme voto anti-López Obrador que habitualmente se activa en la parte final de las campañas. Ésa puede ser la apuesta de los mercados.

Si ese cálculo falla, vamos a ver días negros también en los mercados financieros.

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