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Este muerto goza de cabal salud y mañana enviará al mundo la señal de que ante el proteccionismo de naciones como Estados Unidos o la Gran Bretaña, los mecanismos de libre comercio siguen vivos.

El Acuerdo de Asociación Transpacífico (Trans-Pacific Partnership, TPP) es una muestra de cómo el mundo sigue siendo vulnerable a la decisión de un solo hombre.

Esta unión comercial, pensada como un contrapeso al poderío económico de China, fue inicialmente impulsada por Estados Unidos en tiempos de Barack Obama y fue casi aniquilada por Washington, pero en la época actual de Donald Trump.

No hay duda de que el atractivo principal del TPP era asociarse con Estados Unidos y que, por lo tanto, su abandono del pacto aniquilaba lo interesante del acuerdo.

Pero aun sin los estadounidenses incorporados, el acuerdo tiene un gran atractivo para generar sinergias frente a los chinos.

Total, que los abandonados decidieron depurar el TPP de los temas que detenían una negociación exitosa y el producto final fue un acuerdo que si bien ya no concentraba a 40% del Producto Interno Bruto mundial, por la presencia de Estados Unidos, sí tenía una nada despreciable rebanada económica mundial de 13% representada.

Le rasuraron cláusulas que había impuesto Estados Unidos, básicamente en materia de propiedad industrial, y quedaron fuera disposiciones de carácter laboral que impulsaba Canadá. Por eso es que en el nombre final del acuerdo quedó la constancia de que el pacto se mantenía dinámico en sus modificaciones.

Así, mañana en Santiago de Chile se firma el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, que por su nombre en inglés, Comprehensive and Progressive Trans-Pacific Partnership, se ganó las siglas de CPTPP.

Un acuerdo que había nacido como contrapeso del poderío económico chino acabó por convertirse en una respuesta de libre comercio e integración mundial ante el proteccionismo estadounidense.

Esa es la forma de explicarse qué pueden tener en común vietnamitas con canadienses o peruanos con bruneanos.

Economías tan disímbolas lograrán ahorros en aranceles superiores a 10,000 millones de dólares. Y aunque el acuerdo no está exento de divergencias, sí muestra la voluntad de privilegiar la apertura mundial sobre el proteccionismo.

Es evidente que no todos están contentos con los alcances del acuerdo. En México hay zapateros y textileros que se sienten amenazados por los maquiladores asiáticos, pero al mismo tiempo otros productores mexicanos tendrán las puertas abiertas a mercados tan inalcanzables como el japonés.

De entrada, un primer éxito del acuerdo que está por firmarse es la reconsideración del propio Donald Trump de querer su reingreso al acuerdo.

Más allá del placer inocultable de ver recular a Trump, parece difícil que los socios del CPTPP acepten que el presidente de Estados Unidos venga a gritonear que quiere condiciones especiales para ser recibido.

Merece la pena que un acuerdo que logró concretarse sin la bendición y, más bien, con la oposición de Estados Unidos, tenga un proceso de maduración antes de abrir las puertas al hijo pródigo estadounidense.

Sirve que dan tiempo a que en la Casa Blanca despache alguien con un trato menos estridente y alevoso que el que brinda Donald Trump.