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No es una novedad y tampoco es muy honesto vender aquello de no más gasolinazos en el 2015 como una de las grandes promesas económicas para el año que inicia.

Primero porque tiene varios meses que es conocida esa determinación de aplicar un solo incremento, como el del jueves pasado, y segundo, porque el aumento de 1.9 por ciento no tiene una justificación económica en estos momentos.

No hace falta tomar como referencia el precio en dólares y por galón de las gasolinas en Estados Unidos y convertirlos a pesos y a litros, para saber de qué tamaño es la diferencia entre el bajo precio que pagan en aquel país y el altísimo precio que hoy tenemos que pagar por nuestras dos variedades de gasolina.

Simplemente, hay que tomar el precio de alguna de las gasolinerías que el monopolio estatal surte en la frontera norte de nuestro país. Por ejemplo, en Reynosa, Tamaulipas, se puede conseguir un litro de Magna en 7.97 pesos por litro, lo que implica 5.60 pesos por litro menos que el precio en el resto del país.

El gobierno federal debe respetar los precios del mercado en la frontera, porque si impusiera sus gasolinazos simplemente todos llenarían sus tanques del otro lado.

Ahora, si alguien hizo lo correcto fue este gobierno con su Reforma Energética. Y si bien no es posible implementar de inmediato una liberación de precios a los niveles del mercado, tampoco hay por qué vender como una dádiva algo que realmente es una desgracia.

En su mensaje de Año Nuevo, Peña Nieto debió considerar como doloroso tener que subir las gasolinas cuando en el mundo bajan estos precios, así fuera sólo 1.9 por ciento.

Lo que debió explicar el presidente es que ante la baja en los precios de las exportaciones petroleras, los precios de las gasolinas son un equilibrio fiscal que permitirá no sólo dejar de subsidiar esos combustibles sino incluso tener una recaudación con cargo a los automovilistas.

Debió pedir la comprensión de los ciudadanos y recordar que en cuestión de tres años tendremos la suerte de los mercados en los precios de los combustibles y en un ambiente de competencia.

La oferta de no más gasolinazos en este año no es una graciosa concesión cuando llenar el tanque en Monterrey sale 45% más caro que en Reynosa. Pero la política no se alimenta de tanta sinceridad.

Los precios del mercado energético no necesariamente son los precios regidos por la oferta y la demanda. Somos testigos en estos momentos de cómo la especulación de los productores y de los mercados financieros han tirado los precios a niveles incluso por debajo de su costo de producción.

Por lo que estos niveles actuales no son por mucho parte de una realidad. Galones de gasolina regular a 1.90 no son algo sostenible en el mediano plazo. Pero tampoco Estados Unidos quiere regresar a los galones de 4 dólares de hace unos cuantos años.

Por lo pronto, con los precios tan bajos, los republicanos ya le echaron el ojo a los combustibles para aplicar un nuevo impuesto que no sentirían los ciudadanos y que permitiría aumentar la recaudación y corregir más rápido sus desequilibrios fiscales.