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Los primeros barriles fueron simbólicos y se exportaron a Corea del Sur.

Estados Unidos ya no es hoy un país dependiente de los energéticos del mundo, mucho menos de la producción de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) que durante la década de los 70 del siglo pasado se dio el lujo de cerrarle la llave a la economía más grande del mundo.

La crisis petrolera de entonces en Norteamérica fue tan grande que la inflación se disparó a los cielos, la actividad económica se deprimió. Para recordar el tamaño de la crisis se prohibieron en México los autos de ocho cilindros durante esos años.

Los años posteriores fueron muy buenos para los países productores aliados a Estados Unidos como Canadá y México que no pasaban por los filtros de la OPEP.

Pero las cosas cambian y en Estados Unidos emprendieron una reforma energética basada en una nueva tecnología de fractura hidráulica que les permitió obtener hidrocarburos suficientes para declarar su independencia energética.

El siguiente gran paso para Estados Unidos llega con la Navidad. La Cámara de Representantes acaba de aprobar el final de la prohibición de exportaciones de crudo vigente desde 1975, justo en aquellos años donde ese país intentaba protegerse del embargo patrocinado por los árabes en contra de Washington.

No debe pasar de hoy para que la Casa Blanca dé su respaldo a esta medida que abre nuevas posibilidades de negocio, y de hecho de supervivencia, para los renovados productores locales de hidrocarburos.

De hecho, a estas alturas ya ha habido al menos un par de operaciones de exportación de crudo que Estados Unidos ha hecho en esta nueva etapa de superávits energéticos.

Los primeros barriles exportados fueron pocos pero simbólicos y se embarcaron a Corea del Sur. Y la segunda entrega fue a México en una operación de intercambio de crudo pesado mexicano por crudo ligero texano.

En nuestro país causó revuelo esta noticia porque se trataba de la primera vez que México importaba petróleo, lo que fue tomado como un símbolo de la debacle petrolera mexicana, cuando no era otra cosa que un conveniente trueque para usar las refinerías nacionales.

Como sea, sí es un hecho que la industria petrolera mexicana va a la zaga por todo ese tiempo que se tardó el país en hacer una reforma energética.

Pero en el corazón de la decisión del Congreso estadounidense de permitir las exportaciones no hay una buena voluntad hacia los posibles compradores para que tengan más variedad en el mercado. Lo que hay es una necesaria apertura para la industria local.

Está claro que si quieren que los productores de petróleo estadounidenses inviertan en oleoductos para surtir las refinerías, hace falta que esos mismos canales sirvan para exportar sus excedentes. Así que es el típico paso que no se da sin huarache.

Estados Unidos necesita bajar sus costos de producción en un mundo con una sobreoferta de crudo y exportarlo, generar infraestructura para ello, dejar de usar el ferrocarril, es una manera de sobrevivir en esta guerra inversa.

Hoy, a diferencia de los años 70 del siglo pasado, los que sienten la presión de la bota petrolera son los productores de siempre. Porque al final el mundo siempre cambia.