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Altas y bajas, así son los ciclos económicos. Pero que venga una baja en plenas campañas electorales debe ser el colmo de cualquier político.

Y vaya que en México el régimen actual le ha echado ganas para gastar de forma descomunal, incluso con el riesgo de dejar una bomba de tiempo fiscal para la siguiente administración.

Como muchos de esos recursos se manejan sin padrones de beneficiarios y dentro de un amplio mercado informal, es difícil cuantificar el efecto económico y solo hay que esperar las consecuencias electorales.

Pero, con los datos macroeconómicos de estas dos economías de América del Norte que tienen este año elecciones presidenciales, México y Estados Unidos, hay evidencias de que ambas entraron en un proceso de desaceleración.

El complemento que poco ayuda a la fama de los políticos en turno es que estas aparentes bajas en la actividad económica vienen de la mano de una inflación que se resiste a descender y con tasas de interés tan altas que frenan el consumo.

Y como consecuencia de todo esto, el indicador financiero favorito del presidente Andrés Manuel López Obrador se ha descompuesto de forma notoria y acelerada.

¿Cómo podría explicar López Obrador, con sus argumentos políticos, que el peso mexicano se pudo depreciar hasta 13% en tan solo 10 días?

En Estados Unidos, el principal argumento electoral del presidente Joe Biden es la fortaleza económica, pero lo que conocimos es que la economía de ese país, de acuerdo con la primera lectura del Producto Interno Bruto (PIB) al cierre del primer trimestre, tuvo un crecimiento trimestral de apenas 0.4%, como lo medimos en México, o 1.6% anualizado, como lo miden allá.

Se supone que la economía estadounidense había resistido y hasta superado el lastre de la política monetaria de la Reserva Federal que, por cierto, sigue encontrando evidencias de que la inflación no cede tan rápidamente como esperaban.

Y si la economía de Estados Unidos tiene estas evidencias de desaceleración con inflación, no podemos esperar una suerte diferente para la economía mexicana.

Los datos mensuales del comportamiento económico en México han sido dispares, sin embargo, es muy probable que, en el dato preliminar del PIB del primer trimestre, que conoceremos el martes de la próxima semana, se pueda dar un crecimiento negativo.

Además, viene también acompañado, tal como en Estados Unidos, de una resistencia en la desinflación, incluso con un aumento en la inflación general y una notable presión en el subíndice de servicios.

El Banco de México, que no supo explicar sus ajustes finos, ahora tendrá que reforzar su mensaje de intransigencia con la inflación y refrendar que no iniciarán un ciclo de baja en la tasa de interés hasta que no haya evidencias suficientes de desinflación.

Los fuegos artificiales de la propaganda oficial hacen que los electores prácticamente no le pongan atención a las condiciones económicas que prevalecen y si alguien empieza a notar los efectos en el bolsillo, y está dentro de las expectativas oficiales de ser un votante potencial por la causa presidencial, recibirá su buena dosis de los otros datos.

Es un hecho que el 2024 arrancó con una desaceleración económica, altas tasas de interés y una inflación que se resiste a bajar. Todo en pleno año electoral.