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En lo que va de este año, el principal índice accionario de Japón, el Nikkei 250, ha acumulado un alza de 17.5 por ciento. Si nos remitimos a los últimos 12 meses, el incremento es de 43 por ciento. Con estos movimientos, el Nikkei acaba de superar los 39,000 puntos, alcanzando un nuevo máximo histórico.

Este hito es muy relevante porque la última vez que el índice estuvo en estos niveles fue a finales de 1989, hace poco más de 34 años. En aquel entonces, la economía japonesa vivía un momento de auge y gran prosperidad, impulsado artificialmente por un incremento desmedido en los niveles de apalancamiento del sector privado y la creación de una gran burbuja especulativa en el sector inmobiliario y el mercado accionario.

En tan sólo cinco años, el Nikkei triplicó su valor, pasando de 11,500 puntos a principios de 1985, a 39,000 puntos a finales de 1989.

El gobierno japonés identificó la burbuja especulativa pero no identificó que dicha burbuja escondía la insolvencia de las empresas y los hogares donde los pasivos simplemente valían más que los activos.

El Banco Central de Japón (BoJ) subió las tasas de interés para controlar la burbuja, exacerbando la crisis de solvencia.

Cuando el BoJ subió las tasas, el sector privado y los bancos entraron en una crisis de solvencia que obligó al gobierno japonés a efectuar un rescate del sistema bancario e implementar una serie de estímulos fiscales que deterioraron las finanzas públicas de Japón de manera significativa (el superávit público de 2.4% en 1989 se convirtió en un déficit superior a 10% para 1998).

Además de los estímulos fiscales para reactivar a la economía, el Banco Central de Japón redujo las tasas de interés a cero en un intento para reactivar el crédito y el consumo.

La economía comenzó a crecer, en gran medida gracias a las exportaciones. Sin embargo, la economía interna se sumió en un estancamiento que acabó por contrarrestar el dinamismo del sector exportador.

El comportamiento de los consumidores cambió de manera permanente, las familias japonesas aumentaron su tasa de ahorro, disminuyeron su demanda de crédito y restringieron su consumo considerablemente.

Esta situación dio pie a la década pérdida, periodo entre 1990 y 1999 durante el cual la economía japonesa estuvo sumida en una prolongada recesión que marcó a toda una generación.

Aunque la economía japonesa logró salir de la recesión a principios de este siglo, el crecimiento siguió siendo afectado por las secuelas de la década perdida y por una dinámica demográfica muy desfavorable.

Sin embargo, la llegada de Shinzo Abe como primer ministro en el 2012 marcó un parteaguas en la política económica de Japón. Al tomar posesión, Abe sabía que debía cambiar la receta para poder sacar a Japón de esta trampa de crecimiento.

Abe implementó un ambicioso plan de estímulos y combate a la deflación. Una de las principales iniciativas fue el nombramiento de Haruhiko Kuroda al frente del BoJ.

El BoJ implementó tasas de interés negativas e inyectó miles de millones de yenes a la economía mediante la impresión de circulante destinado a la recompra de bonos soberanos, fondos indizados al mercado accionario japonés y fondos de bienes raíces. Adicionalmente, el gobierno de Abe implementó una serie de importantes estímulos fiscales enfocados en proyectos de infraestructura y programas sociales.

Abe también implementó reformas estructurales y eliminó barreras al comercio internacional. Estas reformas se tradujeron en un incremento en la tasa de participación de la fuerza laboral y un considerable aumento en la productividad laboral.

A pesar de todo esto, la economía japonesa sigue batallando para crecer debido a la dinámica demográfica. No obstante, parece que el fantasma de la deflación ha sido erradicado, abriendo la puerta a que el BoJ lleve las tasas de interés de referencia a territorio positivo por primera vez en décadas.

Aunque la economía japonesa acaba de ceder su puesto como la tercera economía más grande del mundo a Alemania, el mercado accionario por fin logró superar la mega burbuja de 1989.

Los múltiplos de valuación actuales del Nikkei sugieren que en esta ocasión no estamos ante una burbuja, sobre todo si los comparamos con los del S&P 500.