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Como las lectoras y los lectores bien saben, según la definición de la RAE, un eufemismo es una “palabra o expresión con que se sustituye otra más grosera, impertinente, violenta o que se considera tabú”. Asimismo, según el mismo mamotreto, tabú (voz polinesia) es “todo aquello que está prohibido hacer o decir, ya sea por convenciones religiosas, psicológicas o sociales”. A la definición agregaría el adjetivo: políticas.

Así pues espero que, poco a poco, el encabezado elegido para la columna de hoy por el que la escribe vaya siendo comprensible por el que la lee.

Recordarán ustedes, lectoras y lectores, que en el mes de marzo del año que nos derrite, el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), invalidó las reformas propuestas por Morena y sus partidos satélites en materia electoral, lo que ocasionó que al mes siguiente la ciudadanía y la oposición salieran a marchar por las principales ciudades del país estableciendo claramente un mensaje: “El INE no se toca”.

En contrapartida con aquella frase de gran penetración social, es que hoy mi columna la titulé: “Los eufemismos no se tocan”. Trataré de explicarlo: El día de ayer comenzó el proceso de selección de la Coordinación de Defensa de Transformación de la 4T, eufemismo para eludir con un artificio lingüístico la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales.

Fue la semana pasada cuando se oficializaron los requisitos para darle curso al procedimiento y a los recorridos de trabajo que culminarán con la opción seleccionada demoscópicamente para encabezar el movimiento en defensa de la cuatro T. (Con lo anterior el redactor quiso decir: que la semana pasada “se decretaron las reglas para el proceso de selección y los actos de campaña que concluirán con la encuesta que designe al candidato de Morena a la presidencia de la República”; modestamente, lo anterior es una demostración de que usando eufemismos me la perífrasis).

Las corcholatas que hasta el día de la cena en el “Mayor” (con “el dedo mayor”) estaban en una franca lucha preelectoral, sobre todo las tres principales: Sheinbaum, Ebrard y Adán Augusto, con bardas y anuncios espectaculares de apoyo, realización de giras proselitistas, auspiciadas por gobernadores amigos y amparados por sus cargos oficiales; de ahora en adelante, según las tretas idiomáticas para soslayar la ley electoral, no podrán pronunciar directa y explícitamente, las palabras “campaña”, “candidato”, “Morena” ni “presidencia”. Esto significa que los jilgueros y los propios aspirantes deberán ponerse a las vivas con los sinónimos a utilizar en sus discursos y, recordar constantemente, que los eufemismos no se tocan.

Otra referencia obligada para la columna de hoy es el financiamiento del que van a gozar los cuatro contendientes morenistas. En un principio ninguno habló de dinero como un requisito indispensable. Tal vez pensaron hacer su campaña con sus “ahorritos”. Fue Marcelo (creo) el que se encargó de comunicarle a la dirigencia de Morena que candidato pobre, pobre candidato. El Comité Ejecutivo Nacional del partido decidió apoyar a sus cuatro aspirantes con cinco millones de pesos para propaganda, gastos de viaje y comida durante los 70 días que durarán los “recorridos de trabajo”. Dinero que calculando las comitivas y equipos de trabajo, lo que cuestan el metro de barda pintada, el litro de gasolina y el kilo de barbacoa no les va a alcanzar ni para el arranque.

Sólo Adán Augusto, en un acto de demagogia, soberbia, protesta, o una patada por debajo de la mesa para los otros tres, declinó los 5 millones que prefirió “se inviertan en los Centros de Salud de Metlatónoc, Guerrero y en Huayacocotla, Veracruz”; con lo que puso en un predicamento a Mario Delgado, conductor del proceso, en el que todos, supuestamente, deben de ser parejos y aceptar las reglas, pero el tabasqueño ya se brincó la primera.

Punto final

¿Si atraco a un político es un robo o un reembolso?