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#LaPeorMamá. Nuestros hijos son lo que ven en nosotros
Foto de Archivo

¿Alguna vez te has descubierto diciendo o haciendo algo que hace tu mamá? En ese momento en el que piensas: Chale, me convertí en mi mamá.

O, ¿te ha pasado que ves jugar a tus hijos con sus muñecos y usan exactamente las frases que tú utilizas con ellos? Puede ser muy gracioso, pero puede ser aterrador.

El otro día estaba leyendo mientras mis hijos estaban en clase de natación cuando una niña salió corriendo de la alberca y se pegó en la cabeza. Sí se dió un buen trancazo, la verdad. De esos que dices: Hasta a mi me dolió.

Por supuesto que la niña comenzó a llorar. La hermana estaba parada afuera de la alberca y le dijo: Ay ya, deja de llorar, no te pasó nada. Levántate que no es para tanto.

Estaba yo pensando de dónde sacaría esas cosas una niña de 10 años al ver que su hermanita se dió tremendo trancazo, cuando llega la mamá y le dice: No te pasó nada, ya no llores, regresa a tu clase.

Y lo único que vino a mi cabeza fue: ¿cuántas veces esas niñas tienen que tragarse sus sentimientos y su dolor porque su mamá les dice que no pasa nada? Y por el otro lado, esa chamaca es la copia de su mamá.

¿A dónde voy con este relato?

Nos piden y nos piden que hablemos con nuestros hijos de que deben tratar con respeto a sus compañeros, que deben tratar a todos igual, ser empáticos con quienes son diferentes y ¿cuándo nosotros damos lo mismo a nuestros hijos?

Cuando yo le pregunto a mis alumnos qué necesitan de mí para sentirse respetados, normalmente obtengo respuestas como: que me escuches, que me pongas atención, que me des oportunidad de opinar, que no me juzgues, que respetes mis opiniones y otras respuestas por el estilo.

Inmediatamente después yo les pregunto: esto que tú me pides, ¿se lo das a tus hijos? Nadie tiene que decirlo en alto, normalmente en la cara se nota que no siempre es así.

Nos enseñaron que debemos respetar a nuestros mayores, que nunca debemos faltarle el respeto a nuestros padres o nuestros abuelos y claro que esa enseñanza es correcta, pero a medias. Yo no puedo respetar a una persona que no me respeta. Del mismo modo que mis hijos no pueden respetarme si no reciben respeto de mi parte.

¿Quién soy yo para pedirle a mi hija que no me grite mientras le grito? ¿Cómo puedo pedirle que no me pregunte por qué la señora del elevador está gorda si yo ando diciendo que la vecina está gorda? ¿Cómo puedo decirle que no debe olvidar decir ‘por favor’ y ‘gracias’ si yo no lo hago cuando voy a un restaurante, por ejemplo, o con ellos mismos? ¿Cómo puedo decirle que no moleste a un compañero si yo mismo los molesto cuando se equivocan en algo?

El respeto es de ida y vuelta. Mis hijos no me deben respetar porque soy su madre sino por el hecho de ser recíprocos con la conducta, cuando se sienten respetados por mí me van a respetar y de esa forma aprenderán a respetar al resto de las personas que los rodean, o a los animales o a las cosas de los demás.

Necesitamos comprender que el respetarlos no significa que puedan hacer lo que se les pegue la gana. Los limites son limites y deben cumplirse; pero no hay necesidad de hacerlos cumplir ni con amenazas ni golpes ni faltas de respeto.

Es momento de preguntarnos si nuestras conductas diarias tanto con ellos como con los demás son realmente un ejemplo de respeto, de anti bullying. ¿De verdad les estoy mostrando a tratar a los demás con empatía y respeto? ¿De verdad yo trato a los demás como quiero que mis hijos traten a los demás?, o, ¿voy exigiendo por la vida que la maestra no le levante la voz a mis hijos cuando yo le grito a la señorita del banco que ‘es una buena para nada’?

Ninguna persona merece más respeto que otra. Nos cansamos de hablar de igualdad, de los derechos que nos corresponden y al aplicarlo en nuestra vida diaria se nos olvida.

Somos ejemplo de nuestros hijos. Si nos ven gritar, gritarán; si los golpeamos, golpearán; si los lastimamos y agredimos con palabras, harán lo mismo con los demás.

Tus hijos son tu reflejo. Obsérvalos un poco y verás qué te hace falta o qué brilla en ti.

Gracias por leer
#LaPeorMamá