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Después de un sexenio de polarización, estridencia, mal gusto y ataques verbales promovidos desde la investidura presidencial, a México le caerá bien un candidato presidencial como Alfredo del Mazo, quien transmite todo lo contrario. La gente querrá paz.

Porque el gobernador del Edomex será el candidato del PRI, ese PRI del cual al presidente le inquieta su capacidad para reinventarse, y por eso ya lo está minando, al insinuar que ese partido se va a vender para que él pueda cambiar las estructuras del Estado.

Con su gestión como gobernador afectada por lo mismo que la del presidente y todos los gobernadores (los récords históricos de crisis económica y violencia a lo largo del país), Del Mazo ha sido, sin embargo, un buen gobernador.

Lo expresaron los mexiquenses en la pasada elección intermedia: le arrebató a Morena el control del Congreso estatal y la mitad de los municipios que gobernaba; mientras hizo ganar al PRI el doble de los municipios que obtuvo hace tres años.

Del Mazo ganó la capital, Toluca, además de Tlalnepantla, el emblemático Atlacomulco y los municipios rurales del norte y el sur del estado. Todo eso, sin estruendos, sin anular a los adversarios, siempre negociando, cohesionando. Hasta Morena se lo aprecia.

Un político así hará falta en el México roto y convulsionado que dejará la deriva autoritaria y camorrista que vive el país desde 2018, porque Del Mazo es de los últimos políticos mexicanos formados en la escuela de la política mexiquense de Isidro Fabela.

Una manera de hacer política que aportó mucho al proceso de reformas políticas del PRI que propiciaron el tránsito pacífico a la democracia en el país. Es políticamente correcto criticar al PRI por todo, pero es injusto regatearle aquel aporte.

Del Mazo viene de ese estilo que creó Fabela: quienes encabezan los grupos políticos se tienen que comportar como líderes, no como jefes. Porque jefe es quien es obstáculo para el crecimiento del colaborador; mientras líder es quien lo alienta y le abre espacios.

El gobernador lo practica hasta con sus adversarios. Es de los pocos entre la oposición que no ha comprado pleitos con este presidente bombardero; sin llegar a la pleitesía de otro priista, Alejandro Murat. Del Mazo hace política con Palacio; Murat la acata. No es igual.

A falta de un priista en la presidencia de la República, Del Mazo ha construido él solo su candidatura, que puede ser exitosa si mueve las piezas con tacto y coloca desde ya a un cercano en la presidencia del PRI, lo cual urge a ese partido tras su fracaso total del seis de junio.

Porque luego de este vendaval (como el de Trump allá) no vendrá mal aquí un candidato caballero.