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La gastronomía norteamericana no es muy exquisita que digamos. Los estadounidenses están acostumbrados a llenarse la barriga con comida chatarra. Sin embargo, la actual coyuntura, con el odioso magnate Donald Trump aventándose al ruedo político, según él queriendo abrazar una eventual candidatura republicana para llegar a la Casa Blanca, está detonando que en varios puntos de la Unión Americana varios chefs y cocineros latinos, principalmente mexicanos, estén incorporando a los menús de sus restaurantes algunos platillos de tendencia inmigrante.

Ciertamente algunos de éstos están resultando ser muy indigestos y nauseabundos, como el que a continuación les enseñaré a preparar y que no deben confundir con la receta que nuestras abuelas nos deleitaban el paladar en Día de Muertos:

MENÚ:

–       10 tazas de agua del río Bravo

–       14 conos de estupidez

–       4 tazas de racismo

–       8 astillas de discursos irritantes

–       1 cucharada de semillas de coraje

–       1 cucharadita de clavos de intolerancia

–       1 calabaza gigante neoyorquina millonaria y prejuiciosa

–       4 cucharadas de cal (se encuentra en algún negocio inmobiliario de Baja California)

Hay que calentar el agua en una olla grande junto a los conos de estupidez, el racismo y los discursos mal elaborados e insensibles. Con un trozo de falta de tacto hay que formar una “bolsita” y colocar ahí las semillas de coraje y los clavos de intolerancia. Ciérrela herméticamente para que no se salgan y colóquela en la olla con varios enemigos (sociales, corporativos, etc.).

Cocine a fuego lento por aproximadamente varias semanas, hasta obtener una consistencia pegajosa y desagradable. Mientras tanto, hay que partir la calabaza en trozos grandes y colocarlos en una olla con suficiente agua del río Bravo para que quede totalmente cubierta. Agregue la cal para que la calabaza naranja se deshaga en la cocción y en el odio, y deje remojar durante años. Luego escúrrala y lave muy bien.

Combine los pedazos de la calabaza con la miel de estupidez y cocínela a fuego bajo hasta que los trozos se deshagan en su propio odio.

Sírvala principalmente a sus socios, para que lo manden por un tubo por invitarlos a comer semejante porquería y vea como poco a poco se queda prácticamente sólo y compártala nada más con una Miss Universo mexicana.

¡Mal provecho!

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