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Fue cómico y hasta bochornoso cuando los entonces mandatarios de Canadá, Justin Trudeau; de Estados Unidos, Barack Obama y de México, Enrique Peña Nieto, intentaron entrelazar sus manos en aquella cumbre de países norteamericanos en Ottawa, en el verano del 2016. Y más, cuando dejaron solito a Peña Nieto.

De más pena ajena fue cuando en noviembre del 2018, en Argentina, el propio Peña Nieto, Justin Trudeau, pero ahora con Donald Trump, presidente entonces de Estados Unidos, se vieron las caras para firmar el Acuerdo Comercial México, Estados Unidos y Canadá, ese que por acá se le ha dado en llamar T-MEC.

Fue de bochornoso, porque el primer ministro de Canadá se dio cuenta que Trump había firmado en el lugar equivocado y cuando Peña Nieto quería forzosamente una foto con los tres mostrando el documento, Monsieur Trudeau decidió cuidar la imagen de su vecino del sur. Otro desastre en la foto.

Pero, con todo y esos osos, México ahí estaba. Presente en la relación internacional más importante que tiene este país, con el norte del continente.

El gobierno mexicano solía tener línea directa con los más altos funcionarios de los gobiernos estadounidense y canadiense. Y si bien las relaciones llegaron a ser muy tensas en épocas de Donald Trump, pero México nunca perdió la brújula de dónde estaban sus intereses.

Ahora, mientras hoy mismo el primer ministro canadiense, Trudeau, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sostienen una cumbre norteamericana, virtual como lo marcan los tiempos de la pandemia, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, anda de guía de turistas del presidente de Argentina, Alberto Fernández, a quien invitó a dar el banderazo de salida a los magnos festejos patrios que pretende para este año la 4T.

No está mal voltear al sur. Siempre ha sido un reclamo para México el concentrarse en su estrecha relación con Estados Unidos. Pero no puede México simplemente optar por un giro ideológico y descuidar su relación estratégica con América del Norte y que todo lo que tenga con el presidente de Estados Unidos sea una “cordial llamada”, y ya.

De entrada, no es un buen ejemplo que López Obrador y Fernández se vean cara a cara en estos momentos para un asunto protocolario, cuando ambos países muestran picos importantes en la pandemia.

Ya le pedirán cuentas al Presidente argentino que aceptó que Lionel Messi le prestara un avión para visitar México, pero definitivamente lo que muestran es el poco tacto que tiene la izquierda latinoamericana con la Covid-19.

Mientras tanto, Biden y Trudeau no andan tras la fotografía. De hecho, esos dos gobiernos mantienen diferendos importantes, algunos heredados del gobierno de Donald Trump y otros derivados de las políticas del demócrata, como por ejemplo la cancelación del gasoducto Keystone XL que golpea fuerte a los canadienses.

Pero, aún así, tienen tantas cosas en común que es indispensable ese trabajo conjunto, bilateral. Los mandatarios con sus asesores y funcionarios, con sus comunicaciones virtuales y sin lucimientos personales.

En México hace falta, que además de traer a los camaradas, se procuren esos encuentros frecuentes, trilaterales, con los socios del T-MEC. Que sean reuniones virtuales con los funcionarios, asesores y en este caso traductores. Sin lucimientos personales… Ese puede ser el problema central.