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Los que fuimos niños en la década de los 70 aprendimos que era mala idea ahorrar. En la primaria teníamos que destinar obligatoriamente parte del domingo para comprar timbres de ahorro que las altas tasas de inflación se encargaron de anular su valor por completo.

Los adolescentes de los 80 veíamos como en la familia aumentaban los problemas económicos y quizá no entendíamos del populismo de Echeverría y López Portillo, poco sabíamos de las recesiones, las devaluaciones y las crisis presupuestales. Pero sí veíamos como no había posibilidades de unos tenis nuevos y ni hablar de tener suficiente dinero para salir con los amigos.

Y cuando llegamos al inicio de nuestra vida laboral e intentamos hacernos de nuestro primer auto a crédito o hacer vida en pareja y tener un pequeño departamento llegó la crisis del 95 y volvimos a perderlo todo.

Fuimos pues, una generación perdida en medio de múltiples crisis que nos acompañaron desde la infancia hasta la mitad de los años 90. Ni nuestros padres, en los 50 o 60, tuvieron esa mala suerte. Ni tampoco los que fueron niños y adolescentes durante el final del siglo pasado y el inicio de éste, ellos no conocieron esa constante pérdida de la esperanza en la economía de su país.

Quizá por eso muchos de los que vivimos ese serial de crisis económicas, derivadas de malas decisiones de los políticos, no queremos volver a pasar por esos populismos e incompetencias gubernamentales. Porque no queremos condenarnos a que ahora se cumpla la maldición de un retiro y una tercera edad en condiciones de una nueva crisis económica.

Las dos primeras décadas de este siglo no han sido precisamente de crecimiento destacado, en especial por los efectos de la recesión global del 2009, pero fueron años en los que no se perdió la estabilidad macroeconómica, habría certezas, pudimos acceder al crédito a precios estables y muchos pudieron conservar el empleo.

Pero desde el año pasado se dio un cambio en las expectativas económicas del país. Lo más afectado fue la confianza. El 2019 fue un año de ligera recesión, con menos empleos y mucha incertidumbre. El ambiente económico era pesado, como 40 años atrás.

El año pasado fue malo, pero este 2020 será uno de una profunda recesión, con tintes depresivos, en el que sí tendremos una inflación estable, pero algunas primeras señales de perturbaciones financieras para el futuro.

La pandemia del Covid-19 se lleva la autoría de la caída económica mundial, pero la falta de pericia del gobierno mexicano y todas las trabas ideológicas serán la causa de una recesión que se puede prolongar.

Pasará mucho tiempo antes de recuperar los niveles económicos que conocimos la década pasada, el rebote será lento y habrá algunos indicadores financieros que podrían descomponerse. Desde las cuentas públicas hasta la salud de la cartera bancaria.

En fin, esa combinación puede hacer, que al menos, la primera parte de esta década de los 20 se pierda y con ella las expectativas de muchas personas.

A los que somos de la generación X también nos llaman la generación perdida, pero los centennials, o generación Z, también pinta para que tengan al menos una década perdida. Ojalá no más.