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Cantó Haydee Milanés el domingo desde su casa en La Habana. Y su voz juntó en la red las voces de tantos cubanos extraviados: “Haydee, gracias desde Amman”. Y desde Bruselas, Guyana, CDMX, Luanda, Miami, Helsinki, Tokio, Islamabad… Ella es la voz del éxodo más joven de una isla de éxodos constantes.

Con esa voz tan suya que, aunque cante en un festival, parece que sólo canta para ti, sentada lo mismo en tu sala que en el Lunario de la CDMX. Pero la misma voz íntima del “Pico Blanco” del Saint John’s habanero de Martha Valdés, Omara Portoundo, César Portillo de la Luz, o Bola de Nieve en el Monseñor.

Es, por lo mismo, por tan cubana, también la voz de tantísimos cubanos menores de 40 años dentro de la isla, los que no eran todavía adolescentes cuando la caída del Muro de Berlín averió al sistema de bienestar, en salud y educación, que traía la isla hacía una década. Pero que instaló además una sensación de pérdida.

Sólo que Haydee canta en Cuba y desde Cuba, donde vive, lo cual es una actitud ante la vida. Porque, eso, es ser cubano o cubana que vive en Cuba: una actitud ante la vida, pues a los cubanos de Cuba la vida les cuesta un tesoro. Y el cantar de Haydee, en su apoteosis, los simboliza con vigorosa exactitud.

Los interpreta fielmente en la imagen final de la película cubana “Santa y Andrés”: la protagonista barre estiércol en una vaquería, después que un amigo gay, acosado por escribir, se lanza al mar para emigrar en una lancha. Cae la tarde, y la oscuridad amenaza con envolverla, pero ella barre con pasión, voluntad, con dignidad.

Y entra la voz cristalina de Haydee, sin instrumentos, sólo su voz noble, llena de amores, cantando “El colibrí”, una vieja canción anónima de la trova tradicional, que cuenta sobre una flor a orillas de una fuente, arrancada por un huracán, y un colibrí que vuela para salvarla del arroyo.

Y cada vez que el colibrí, con el pico la tocaba, se sumergía en el agua con la flor. Hasta que, cayendo desmayado en la corriente, corrió la misma suerte que la flor. Así hay en el mundo seres: que la vida les cuesta un tesoro. Son los cubanos de Cuba, y los de afuera. Porque no hay nada más duro que ganarte la vida fuera de tu país.

A esos cubanos representa la voz de Haydee. Y ella misma, con su impronta martiana de que la patria no es feudo ni capellanía de nadie, sino de todos. Ella, con su patio de niña, que ya no es el mismo patio, verde y cuidado.

Pero sigue siendo bello para ella.