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Lo menos que puede hacer la Junta de Gobierno del Banco de México, antes de decretar una temporada de baja en las tasas de interés, es esperar a la presentación del Paquete Económico del próximo año.

Con el sentido común tomándose unas vacaciones  este sexenio, hay que esperar a ver el panorama económico que pinte la 4T en esas iniciativas económicas, para ver qué tan cercanos, o no, aparecen de la realidad.

Porque está claro que tal cual lo envíe el Ejecutivo al Congreso, tal cual la mayoría alineada de Morena aprobará la iniciativa presidencial. Si cambian una coma, será por querer aparentar algo de pudor.

Ya quedó claro la semana pasada que no hay margen para que legisladores de los partidos políticos de oposición, y ni siquiera los del propio partido presidencial, se puedan poner creativos con propuestas de incrementos tributarios, por ejemplo.

Si hay un aferramiento a querer pretender tasas de crecimiento elevadas, que el mercado no ve posibles, habrá que conocer qué motores plantean para tal hazaña. Si sólo apuestan a la comparación estadística favorable, tras los malos resultados de este año, será financieramente llevadero para los mercados.

Pero será hasta conocer ese Paquete Económico y la reacción que tenga en el mundo financiero que podrá verse su inocuidad o peligrosidad inflacionaria. Y sería hasta entonces que el Banco de México debería tomar alguna decisión en el sentido contrario a la política monetaria sostenida hasta hoy.

En el camino, el Banco de México deberá medir toda la lista de riesgos locales y externos que han provocado que este país no pueda ser más una copia de la política monetaria de Estados Unidos, como solía ser hasta hace no mucho tiempo. Incluso se coordinaban las decisiones de política monetaria para seguir al pie de la letra las determinaciones monetarias estadounidenses.

Porque así como se han separado los comportamientos de los diferentes indicadores económicos, como el Producto Interno Bruto, así la política monetaria mexicana no puede ser un espejo de las decisiones de la Reserva Federal. Vamos, ni siquiera en plena guerra comercial y de divisas.

Las tasas de interés se han convertido en un dique para evitar una corrida contra los mercados mexicanos, derivada de la desconfianza que rápidamente han generado las políticas del actual gobierno.

Y como dicen los clásicos, si la 4T ha dejado pendiendo de alfileres muchos aspectos económicos y financieros en México, como para qué quitárselos desde el banco central.

Este jueves pues, la Junta de Gobierno del Banco de México debería dejar sin cambios su tasa de interés, pero con un giro en el discurso. Quizá no por unanimidad, pero sí con una convicción mayoritaria de que vale la pena esperar a la fecha clave de presentación del Paquete Económico para tener un panorama del rumbo económico que plantea el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Y a partir de ahí anticiparse al juego de las firmas calificadoras y en general de los mercados respecto al futuro financiero del país, en medio de tensiones globales y no muy acertadas decisiones internas.

Pero, como siempre, los que deciden están ahí dentro del Banco de México, los demás solamente pagamos el resultado de sus determinaciones.